domingo, 26 de julio de 2015

Abandonando la experiencia espiritual

Dejar de aferrarse a los momentos cumbre y abrirse a la realización verdadera.


Traleg Kyabgon Rinpoche



Experiencias espirituales y realización

Habrá todo tipo de experiencias en el camino espiritual. Los períodos positivos de desarrollo — que son tranquilizadores y reconfortantes — son una parte importante del proceso. Es importante tener en cuenta, sin embargo, que incluso las experiencias positivas fluctuarán. Raramente, o nunca, percibiremos un desarrollo constante de ellas, precisamente porque las experiencias son inestables por naturaleza. Disfrutar de una serie de buenas experiencias no garantiza que continúen indefinidamente; pueden parar de repente. No obstante, siguen siendo una parte importante de la práctica espiritual, no menos importante porque ayudan a mantener nuestra motivación para seguir practicando.

La manera en que estas experiencias positivas se presentan también varía enormemente. Usted puede tener algunas experiencias increíblemente conmovedoras, algo como que un despertar espiritual parece surgir de la nada. De hecho, tales experiencias no vienen realmente de la nada; las condiciones psíquicas siempre las precederán, aunque aparecen como independientes de nuestra experiencia consciente. También pueden desaparecer tan rápidamente como aparecen. Otras veces, ciertas experiencias crecerán durante un período de tiempo, tendrán un auge y luego poco a poco se desvanecerán otra vez.
Como practicantes espirituales, somos instruidos en no dar demasiada importancia a esas experiencias. El consejo es resistir la tentación de fijarse en las experiencias mismas. Las experiencias vendrán y pasarán. Cada experiencia tiene que ser dejada ir o la mente se cerrará simplemente en su fijación de esa experiencia, dejando poco o ningún espacio para que surjan nuevas experiencias. Esto es porque su fijación fomentará preocupaciones y dudas que surgen en la mente e interferirán en el proceso de desarrollo. Si no hay ninguna fijación interviniendo en el proceso, las experiencias espirituales positivas comenzarán a llevarlo a las realizaciones espirituales.
En el budismo, podemos distinguir entre experiencias espirituales y realizaciones espirituales. Las experiencias espirituales suelen ser más vívidas e intensas que las realizaciones, porque generalmente van acompañadas de cambios fisiológicos y psicológicos. Las realizaciones, por otro lado, pueden ser sentidas, pero las experiencias son menos marcadas. La realización es sobre adquirir percepción penetrante. Por lo tanto, aunque las realizaciones surgen de nuestras experiencias espirituales, no son idénticas a ellas. Las realizaciones espirituales se consideran mucho más importantes porque ellas no pueden fluctuar.
La distinción entre experiencias espirituales y realizaciones se enfatiza continuamente en el pensamiento budista. Si evitamos fijarnos excesivamente en nuestras experiencias, estaremos sometidos a menos estrés en nuestra práctica. Sin ese estrés, seremos más capaces de hacer frente a lo que surge, se reducirá enormemente la posibilidad de padecer trastornos psíquicos y notaremos un cambio significativo en la textura fundamental de nuestra experiencia.
Hay muchas relatos en la literatura budista tibetana de cómo pueden surgir los disturbios espirituales, pero todos apuntan como causa la fijación en las experiencias. La fijación en nuestras experiencias es vista como otra variación de la fijación en el yo.
En el contexto general del viaje espiritual, es importante recordar que la auto transformación es un proceso continuo, no un evento único. No se puede decir: "Solía ser una persona no espiritual, pero ahora me he transformado en una persona espiritual. Mi viejo yo está muerto.” Nosotros constantemente estamos siendo transformados cuando viajamos en el camino. Mientras podemos ser la misma persona en un nivel, en otro nivel somos diferente. Siempre hay una continuidad, y aún en cada punto de inflexión en el viaje nos hemos transformado porque ciertos hábitos han sido dejados a un lado. El viaje espiritual es dinámico y siempre tiende hacia adelante porque no estamos fijándonos en las cosas.

Dejar ir

El viaje espiritual, entonces, es un camino de desprendimiento, de un proceso de aprender a soltar. Todos nuestros problemas, miserias e infelicidad son causadas por la fijación, aferrarse a las cosas y no ser capaces de soltarlas. Primero, tenemos que dejar la fijación en las cosas materiales. Esto no significa necesariamente deshacernos de todas nuestras posesiones materiales, sino implica que no debemos buscar una felicidad duradera en las cosas materiales. Normalmente, nuestra posición en la vida, nuestra familia, nuestra posición en la comunidad, etc., son consideradas la fuente de nuestra felicidad. Esta perspectiva tiene que invertirse, según las enseñanzas espirituales, renunciando a la fijación en las cosas materiales.
Soltar la fijación es efectivamente un proceso de aprender a ser libre, porque cada vez que soltamos algo, nos liberamos de ello. Sea lo que sea en lo que nos fijamos nos limita, porque la fijación nos hace dependientes de algo distinto de nosotros mismos. Cada vez que soltamos algo, experimentamos otro nivel de libertad.
Finalmente, con el fin de ser totalmente libres, aprendemos a dejar ir los conceptos. En definitiva, necesitamos renunciar a la fijación en la cosificación de los conceptos, de las cosas siendo "esto" o "aquello". Reflexionar en esto y en lo que nos ata a una forma particular de experimentar las cosas. Hasta las experiencias espirituales no se darán completas, espontáneas, sin mediación de la expresión en la medida en que la clase de distinción conceptual más sutil esté presente. La experiencia aún estará mediada, adulterada y contaminada por todo tipo de contenidos psíquicos cuando hacemos discriminaciones. Por lo tanto, seguirá siendo siempre imposible ser verdaderamente libres.
El paso final en el proceso de dejar ir es renunciar a la idea de que la corrupción material y la libertad espiritual son inequívocamente opuestas la una a la otra y que tenemos que renunciar a la anterior para alcanzar la última. Mientras que esto es una distinción importante a observar al principio del viaje espiritual, tenemos que superar esa dualidad. Tenemos que trascender tanto la seducción del placer samsárico que resulta ser tan ilusorio como la seducción de nuestro objetivo espiritual que parece estar ofreciendo la felicidad eterna. Una vez que la atracción entre estos dos polos es armonizada y trascendida, estamos listos para volver a casa.

La fructificación del camino espiritual

El objetivo final de la jornada espiritual es darse cuenta de la unión de su mente y la realidad última. Descubrir finalmente que no sólo está en la realidad, sino que también encarna esa realidad. Su cuerpo ordinario se convierte en el cuerpo de un buda, su habla ordinaria se convierte en el habla de un buda, y su mente ordinaria se convierte en la mente de un buda. Esta es la gran transición que tienes que hacer, renunciar a su fijación en la separación de los seres samsáricos y budas. Cuando podemos hablar de ellos como realmente lo mismo, cuando esta transformación real se produce en un individuo, es algo verdaderamente grande. Es notable porque un ser ordinario, confundido aún, conserva esa continuidad preexistente entre un ser ordinario y un ser iluminado, en el sentido de que lo que en lo que usted se transforma es lo que siempre ha sido. Al final del viaje, usted simplemente regresa a casa.

Sin embargo, el viaje mismo era absolutamente necesario. Era necesario para abandonar su entorno familiar y aventurarse a través de diversas pruebas y tribulaciones. Era necesario enfrentarse con muchas cosas inesperadas, lidiar con sus fuerzas demoníacas interiores. Era necesario ir a través de la lucha espiritual y participar en disciplinas vigorosas. La lucha espiritual es valiosa para la purificación de la mente. Su mente tiene que ser limpiada de las ilusiones y emociones conflictivas que son el producto de vuestro karma, el producto de los pensamientos negativos y de las acciones que se han acumulado en vuestro continuo mental durante un largo período de tiempo.
Después de un punto, sin embargo, tiene que facilitar esta lucha. En tanto se avance en el camino, las cualidades positivas requeridas para más progreso se convertirán en parte suya, y poco a poco aprenderá a asimilar y convertirse en estas cualidades positivas, en lugar de considerarlas como algo a ser alcanzado y poseído. Así que después del foco inicial en el aprendizaje de cómo reemplazar vicios con virtudes, debemos aprender a dejar ir nuestra fijación en las virtudes. Tenemos que dejar de pensar en acumular virtudes, cualidades espirituales, experiencias y realizaciones como si fueran una forma de riqueza. No requerimos riqueza espiritual; más aún, la riqueza espiritual sólo puede ser acumulada por la no fijación en ella. Todas las fijaciones conducen solamente a todo tipo de problemas; envidia, posesividad y egoísmo, por ejemplo. Es entonces que realmente nos perdemos y erramos por el sendero espiritual.
En tanto nuestras cualidades virtuosas de amor, compasión, alegría, coraje, determinación, voluntad, atención consciente, consciencia y sabiduría se desarrollan, progresamos más en el camino. En algún momento, tenemos que lograr un acto final de desprendimiento, que es dejar completamente de cosificar los conceptos. Incluso los conceptos de virtud y vicio, redención, karma y liberación tienen que ser abandonados. A modo de ejemplo, me gustaría compartir una historia de la tradición Zen.
No es extraño para los estudiantes de meditación Zen mantener un contacto regular con sus maestros acerca de su progreso espiritual. En esta historia particular, un estudiante de Zen tiene una predilección por escribir cada mes a su maestro contándole sobre su desarrollo. Sus cartas comenzaron a tomar un giro místico cuando él escribió: "Estoy experimentando una unicidad con el universo". Cuando su maestro recibió esta carta, simplemente la miró y la tiró lejos. Al siguiente mes el estudiante escribió: "He descubierto que la divinidad está presente en todo". Su maestro usó esta carta para encender su fuego. Un mes más tarde, el estudiante se había vuelto aún más extático y escribió: "El misterio del uno y muchos se me ha revelado ante mi asombro," ante lo cual su maestro bostezó. Al mes siguiente, llegó otra carta, que simplemente decía: "No hay ningún yo, nadie nace y nadie muere". Ante esto su maestro levantó sus manos desesperado. Después de la cuarta carta, el estudiante dejó de escribir a su maestro, y después de un año, el maestro comenzó a sentirse preocupado y escribió a su alumno, pidiéndole que le mantuviera informado de su progreso espiritual. El estudiante escribió en la parte posterior de la misiva las palabras: "¿A quién le importa?" Cuando el maestro leyó esto, sonrió y dijo: "¡Por fin! ¡Finalmente lo entendió!"
Al final del viaje, usted podrá ser capaz de participar en todo, tanto en lo material como en los planos espirituales sin ser contaminados por ellos, porque un ser espiritualmente realizado ya no es más afectado por el mundo de la misma manera como le pasa a una persona ordinaria. Sin pasar por las pruebas y tribulaciones de este viaje, sin embargo, usted nunca encontrará su hogar. Simplemente no puede quedarse en casa y decir: "Estoy donde quiero estar." Es sólo el viaje el que le hace darse cuenta de su verdadero potencial, y sólo al final del viaje, comprenderá que el objetivo no es separarse del punto de partida. Es el logro de la budeidad, el estado natural de vuestra propia mente.

Traleg Kyabgon Rinpoche es el presidente y  director espiritual del Kagyu E-Vam Buddhist Institute, establecido en Melbourne, Australia. De: Mind At Ease: Self-Liberation Through Mahamudra Meditation, © 2004 de Traleg Kyabgon. Publicado con autorización de Shambhala Publications.


Versión al español M.N.G.

martes, 21 de julio de 2015

El arte de liberarse



S.E. Gyalwa Dokhampa en Recife, PE, en su primera gira en Brasil en octubre de 2013.

S.E. Gyalwa Dokhampa

Una cosa es aceptar la idea de que tenemos que dejar ir algo, un dolor que sigue al impacto de nuestras emociones o de nuestra vida y que, de alguna manera, no nos ayuda, una etiqueta a la que nos prendemos, o incluso a una persona que, en el fondo, sabemos que es una influencia negativa. Otra cosa completamente distinta es seguir adelante y realmente liberarnos.

Comenzar a entender que no todos los hábitos emocionales nos ayudan, ya es dar el primer paso. Con esto, vamos a escuchar nuestra sabiduría interior, en lugar de permitir a la mente egoica dirigir el espectáculo. Esto no quiere decir que las emociones propias son de alguna manera "malas"; ya hemos visto que todas las emociones son maestros y que colorean y profundizan nuestra vida. Pero la forma con que reaccionamos ante nuestros sentimientos puede arruinar nuestro día o incluso largos períodos de nuestras vidas. ¿Qué sentido les atribuimos a ellos? ¿Por cuánto tiempo nos aferramos a ellos, aunque para todos alrededor está bastante claro que ya pasaron?

En la medida que la consciencia se desarrolla como la experiencia cotidiana y también con las prácticas de meditación y presencia mental, comenzamos a reconocer un espacio entre las emociones y las reacciones. Necesitamos tener mucha paciencia con nosotros al comenzar este proceso de perfeccionamiento de la consciencia. Al inicio es apenas una cuestión de percibir las emociones aflictivas que surgen, tanto aquellas que surgen rápidamente, como burbujas, en reacción a una situación o persona, como las que silenciosamente devoran nuestra confianza y autoestima. Para algunos, puede aparecer como rabia o como demasiada sensibilidad, o como una ola de envidia hacia algún amigo que cuenta algún éxito, tal vez celos cuando su amor mira fijamente a otra persona que está al otro lado del recinto. Para otras personas puede surgir como una sensación de no ser amadas, o de siempre haber sido “buenas”, no importa lo que hayamos hecho, pero eso hace surgir una intensa ansiedad sobre la posibilidad de fracaso. En las siguientes páginas examinaremos esas emociones en detalle.

No paramos inmediatamente de tener emociones o reacciones negativas, sino que conseguimos comenzar a observarlas; al inicio, después que surgen y, poco a poco, en la medida que aparecen, o por lo menos cuando el cuerpo y la mente muestran síntomas de que las emociones están prestas a abrirse camino. Pregúntese, sin ningún juzgamiento, ¿de dónde vienen ellas? Tal vez haya otros gatillos que, al principio, no consideramos; por ejemplo, estar cansados o con hambre. Pregúntese si el ego no está involucrado en la emoción; ¿No será que estamos tomando las cosas de manera muy personal o nos estamos colocando en el centro del universo?

Cuando debatimos o discutimos ideas con otras personas, no siempre aceptamos sin cuestionar lo que dicen. En este caso, exploramos y pedimos más informaciones para ser capaces de ver las cosas bajo otro punto de vista. Y podemos hacer lo mismo con nuestras propias mentes. El simple acto de ofrecernos algunas preguntas, muchas veces ayuda a aliviar la intensidad de los sentimientos y el proceso de soltarnos comienza sin que siquiera nos demos cuenta.

También es posible sentir que la reacción original fue comprensible, dadas las circunstancias, pero, al encarar las emociones, aceptamos que sostener aquella sensación nos deja incómodos, arruinando nuestro día. Aquí recordamos las meditaciones de la contemplación del cambio y la apreciación y pensamos: esa no fue una buena experiencia, pero no necesitamos quedar apresados en ese sentimiento doloroso; tenemos otros sentimientos buenos a los que podemos acceder.

A veces tenemos miedo de soltarnos de algo; por ejemplo, cuando nos encontramos con un dilema o una elección difícil en la vida. Podemos evitar tomar esa decisión hasta ser demasiado tarde; ya que estamos muy distraídos, preocupados en las consecuencias. En otros momentos, estamos demasiado apegados a las propias emociones o a las etiquetas (es decir, a las proyecciones de la mente). 

Creemos fuertemente que ciertas características o debilidades son una parte inherente de nuestras personalidades: son lo que somos. Por ejemplo, si alguien muy explosivo es descrito como pasional o intenso, él no puede querer soltar la cólera porque eso implica perder una parte de sí, sin aquel sentimiento no sabe quién es. Pero el punto principal no es soltarse de la rabia, sino de la reacción de la ira; la parte de “es ahora, lo que hago enseguida”. Las emociones son efectivamente parte de nosotros, de nuestra humanidad, pero no precisamos aferrarnos a ellas para ser lo que somos.

Liberarnos de las penas profundas o de las etiquetas con que convivimos casi la vida entera no es fácil y, muchas veces, puede exigir terapia o consejos profesionales. Pero intentar entender el funcionamiento de la mente también puede resultar útil. Es posible que, a partir de ese entendimiento, nos liberemos de los patrones y hábitos emocionales contraproducentes, a la vez que mantenemos lo que es valioso en nuestras vidas. Una mente egoica, por cierto, va a sentir la falta de comportarse de la misma vieja forma familiar, pudiendo, algunas veces, dar lugar a la rabia o al descontento. Pero, lentamente, sentimos menos aquel nudo en el estómago o al constante zumbido del análisis obsesivo de la mente, aliviando la carga sobre nuestros hombros. De esa forma, la vida se vuelve ligera, abriendo una oportunidad para seguir alegremente con las cosas que hacen la diferencia, o lo que realmente importa, recordando lo que es realmente la vida.

Liberándose de la rabia
El enojo es un buen ejemplo para que comencemos, en tanto es una emoción muy fuerte y las personas, efectivamente, no gustan de su presencia por mucho tiempo. El Buddha dice que la ira es como coger una brasa ardiente con la intención de tirarla a otra persona, sólo que quien se quema realmente es quien lanza la brasa. Hay momentos en que es muy natural quedarnos muy molestos, resultando insano no expresarnos o no permitirnos sentir esta emoción fuerte. Pero de la misma forma que es natural para la mente pasar por la experiencia de la cólera, es bueno que tomemos consciencia sobre la real utilidad de ella, preguntándonos, también, si en algún momento trae buenas sensaciones o, por el contrario, siempre causa dolor, tristeza e inquietud.

En la medida que comenzamos a desarrollar una concentración mental y nos capacitamos para una introspección que permite contemplar el tipo de persona que somos, comenzamos a distanciarnos y a encontrar el espacio necesario para observar la ira, en vez de ser tomados inmediatamente por ella como así ocurre. Si no aprendemos a entrenar la mente, una emoción como la rabia nos controla fácilmente, principalmente cuando estamos distraídos. Podemos hasta saber que reaccionamos mal a ciertos acontecimientos, pero nos sentimos impotentes cuando surge la cólera; en el calor de la reacción ante una situación específica no hay tiempo para verificar de donde realmente sale. Por eso, al comienzo, no debemos intentar suprimir la cólera cuando surge, sino solo a reconocerla y observar sus fuentes y características. ¿Por qué ciertos acontecimientos parecen apretar nuestros botones, en tanto otros no lo hacen? ¿O es que da igual lo que nos afecta? ¿Una grosería, por ejemplo? ¿O será que cuando alguien actúa mal, nos sentimos confrontados por sus palabras o acciones? ¿Cómo es que hizo eso? ¿Cómo es que me dijo aquello? O tal vez sea porque nos sentimos impotentes en ciertas situaciones: cuando el conductor del ómnibus se va enseguida que llegamos al paradero; cuando el jefe nos olvida a la hora de dar una promoción para la que nos hemos esforzado tanto; cuando el banco envía una carta para informar que los intereses del préstamo van a subir; o, aún, cuando estamos cansados y nuestro hijo adolescente decide salir a una cita hasta altas horas de la madrugada y lo esperamos despiertos, muy preocupados. Todos estos factores pueden disparar la cólera.

Esta es la vida del mundo real y no siempre sigue nuestros planes. Algunos días parece que el mundo entero está contra nosotros. Pero es lo que hacemos con nuestra cólera lo que hace la diferencia entre coger la brasa ardiente y quemarnos o permitir que ella se enfríe. Así, si un compañero de trabajo o nuestra pareja hace algo que vuelve nuestro día mucho más difícil, quedamos furiosos, y podemos gritar  y patalear de rabia. ¿Pero qué respuesta enseña normalmente esto? Es posible que también queden con la rabia o se sientan mal y avergonzados por lo que hicieron al punto de quedar tristes y retirarse. Por otro lado, podemos quedar en silencio, aunque la cólera se mantenga tan evidente que cualquiera la perciba. Seguimos agarrando la brasa caliente. Cuando la sentimos quemar, tal vez sea posible dejarla, en vez de lanzarla contra alguien; sólo entonces será posible examinarla e intentar articular su existencia. Ese es el momento de preguntarnos por qué sentimos rabia y de dónde sale. Tal vez haya una combinación de factores externos y, posiblemente, condiciones internas que formen parte, tales como el cansancio o exigir patrones muy perfeccionistas, querer que las cosas sean exactamente a nuestro modo.  

Encontrar un equilibrio entre hablar de forma útil y asertiva o usar las palabras como cuchillos contra la otra persona no siempre es útil, pero vale la pena practicar en nombre de nuestras propias mentes serenas y de la felicidad de los cercanos a nosotros. Al inicio puede resultar muy difícil controlar el temperamento, pero cuando comenzamos a ver los resultados – la paz mental conseguida, como nos llevamos mejor con la familia, amigos y colegas y hasta con los extraños en la calle – queda claro que vale la pena practicarlo.

Algunas prácticas explicadas en este libro son particularmente útiles para liberarnos de la ira. Simplemente nos enfocamos en la respiración cuando sentimos la rabia quemándonos; esta práctica puede enfriar las llamas, reduciendo los latidos cardíacos y calmando el cuerpo para aquietar la mente.

La meditación de la Apreciación nos ayuda a reestructurar la mente con una perspectiva más positiva ante la vida; al no enfocarnos en los puntos altos, tenemos más resiliencia ante los bajos y, así, tal vez quedemos menos propensos a aferrarnos tan rápidamente a la cólera.

La contemplación del Cambio también es muy útil ya que, en la medida que seguimos con el movimiento de la corriente, pasamos más a lo largo de los obstáculos o los encaramos a nuestro ritmo, en vez de chocarnos contra las piedras.

También es bueno apresurarnos menos durante el día, de manera que tengamos más tiempo y espacio para dejar enfriar la cólera. Una sugerencia para levantarnos temprano por la mañana es hacerlo gradualmente, cada día algo más temprano, en vez de intentar levantarse de una vez más temprano.  Dormir una buena noche de sueño también nos deja revitalizados y, muchas veces, menos agitados.

Pasar algún tiempo mirando hacia adentro, contemplando nuestra identidad, nos ayuda a explorar la cólera de acuerdo con su origen interno, en vez de simplemente colocarnos etiquetas en las diferentes condiciones externas que nos “dejan” con ira. ¿Será que somos personas que gustan de las cosas a nuestro modo? Si fuera el caso, observar las situaciones bajo diversas perspectivas puede ser de gran utilidad. ¿O será que nuestras frustraciones nos dejan más susceptibles a la cólera? Por ejemplo, podemos percibir por qué estamos siempre reclamando por nuestra labor: o si tenemos ansiedad en relación a nuestras finanzas, quedamos desproporcionadamente molestos cuando nuestra compañera compra un nuevo par de zapatos.

Liberándose del miedo
Todos nuestros miedos se resumen en tres categorías: tememos a otras personas, a la muerte y a nuestras propias mentes. Tenemos recelo de lo que los demás puedan hacer – de cómo nos sentimos con sus palabras o acciones, sus elogios o críticas; tenemos miedo de ser abandonados, de no merecer amor – y el miedo de lo que nos puede pasar, de lo que pueden decir cuando no estamos presentes.

El miedo a la muerte es algo con lo que las personas nunca lidian, aunque sea la única certeza que tenemos en la vida. Nuestra mente egoica busca seguridad, por tanto tiene sentido que la muerte sea vista con mucha frecuencia como el mayor miedo de todos, pero hacemos tan poco para prepararnos para ella. En el budismo se pone mucho énfasis en términos de una buena vida, de forma que podamos tener una buena muerte. Para hacer eso, necesitamos aceptar la muerte, emplear esa certeza como motivación a lo largo de esta vida.

Ya el miedo que tenemos de nuestras propias mentes es el tema central de este libro. Es importante establecer amistad con nuestra mente, percibiremos que es nuestra aliada y no nuestra enemiga. No necesitamos tener miedo de enfrentar a nuestra mente, de lo que podemos descubrir. Cuando esto ocurre, es por qué el ego está en el control. Igual que encontremos sufrimiento en la mente, a largo plazo es mejor saber dónde se encuentra para poder cambiarnos en quien realmente queremos ser. Necesitamos ser pacientes con la mente cuando se distrae al intentar meditar. Es necesario tener paciencia con nuestros miedos, no nos avergoncemos de ellos, reconocerlos por lo que son.

Muchas personas creen que serían capaces de realizar mucho más en la vida si pudiesen librarse de los miedos y ansiedades. Pero para que esto suceda, en vez de ignorar nuestros miedos, lo mejor sería mirar su núcleo, aceptarlos y superarlos. Si miramos los miedos o preocupaciones desde otra perspectiva, podemos encontrar algo inspirador, alguna cosa que realmente establezca la diferencia en nuestras vidas. Esto es porque nuestros miedos están muy ligados a nuestras esperanzas; tememos algún resultado negativo de la misma forma que esperamos un resultado positivo: alguien que teme casarse también conoce la felicidad potencial de una relación amorosa, con todas las barreras superadas erigidas en nuestras relaciones anteriores; en el lugar exacto donde imaginamos el fracaso también existe el potencial para el éxito; tememos perder las cosas buenas que tenemos hoy y, a veces, el miedo es tanto que nos olvidamos de aprovecharlas.

Si a veces decidimos huir de nuestros miedos, no debemos arrepentirnos o avergonzarnos, sino ¿por qué no experimentar saltar dentro de ellos y utilizarlos como inspiración? Ellos tienen gran potencial para nuestro crecimiento y, muchas veces, no son tan aterradores como imaginamos. Por eso es importante recordarnos la naturaleza mutable de la vida; no somos capaces de controlar cada pequeño detalle ni debemos intentarlo. Si, por ejemplo, intentamos controlar a nuestra pareja con el miedo de que se desinterese por la relación, estaremos únicamente solidificando un temor, amenazando algo que puede ser bueno en nuestras vidas, pero que debe estar abierto al cambio y al crecimiento.

Vamos a pensar en nuestros “tres puntos” nuevamente a ver si alguna de las meditaciones puede ayudarnos a enfrentar como a liberarnos de nuestros miedos. Debemos recordar que somos nosotros mismos la única fuente de nuestra felicidad y sufrimiento. La manera como vemos las situaciones hace toda la diferencia; con nuestra mente creamos un mundo. De hecho no podemos controlar todo a nuestro alrededor, pues el mundo es incierto y sujeto a cambio. Aceptando esta incertidumbre podemos decidir: “¿Por qué no miramos el lado positivo”? ¿Por qué no intentamos cosas nuevas, pues igual estamos con un poco de miedo? Normalmente nadie se arrepiente de intentar, ya que las cosas no suceden exactamente como se espera, pues el “fracaso” es algo que podemos encarar bajo otra perspectiva.

Si practicamos las meditaciones de Apreciación o Contemplación del Cambio, podemos cultivar confianza en frente de nuestros miedos. Podemos percibir que no vale la pena pasar todo el tiempo torturados, pensando sobre las preocupaciones y miedos, ¡en tanto tenemos tantas cosas buenas en la vida a las que debemos dar mayor preeminencia mental! Y con las meditaciones de contemplación podemos observar nuestros miedos sin sentirnos oprimidos por ellos. Podemos mantener una pequeña distancia mental y mirarlos bajo perspectivas diferentes. Podemos aceptarlos y, a su debido tiempo, percibir que nos aferramos más a ellos.

 “Cuando nosotros, seres humanos, nos sentamos a conversar, la mayor parte del tiempo consideramos muy fácil reclamar o criticar. Es muy raro que hagamos esto para elogiar a otros, mucho menos a aquellos que no nos gustan. El ego toma tanto tiempo de conversa que olvidamos de atreverse a ser diferente, atreverse a ser positivo, osar ser bondadoso y comprensivo.

       Siempre digo a mis amigos y alumnos que es fácil reclamar, porque eso deja al ego feliz, especialmente cuando arrastra a otras personas hacia su propia historia. Alimentamos el ego para temporalmente sentirnos bien, pero después que este momento pasa, no nos sentimos muy bien.

Un héroe es alguien que se atreve a tener una vida feliz, conquistar su ego y controlar las emociones celosas, inseguras u orgullosas que nos hacen hacer o decir cosas que lastiman a otros.  Por tanto, siempre examínese con osadía e intente parar. Es preciso mucho coraje para admitir que estamos errados y que necesitamos cambiar y mejorar. No hay problema en cometer errores, pero es necesario tener coraje para aprender de ellos, desear ser una persona mejor. Como la disposición de mejorar, poco a poco usted va a seguir su camino. Un día, sin que se dé cuenta, usted se volverá una persona bondadosa y admirable.”

~Su Santidad Gyalwang Drukpa

Liberándose de las actitudes

Cuando el hombre se inclina en reverencia, el cielo perdona.
Proverbio tibetano

Como humanos, tenemos la buena fortuna de tener cinco o tal vez seis sentidos con los cuales entramos en contacto con el mundo que nos rodea. Aun así, algunas veces, desarrollamos actitudes fijas y no quedamos abiertos a lo que el día o el momento nos traen. Quedamos sujetos a viejos patrones y formas de pensar que, al principio, podemos parecer más felices y más cómodos que intentar observar los hechos bajo puntos de vista diferentes. Pero el problema es que la mente queda como una caja sellada, nuevas ideas se desbordan por los costados porque sentimos la mente abarrotada.

Con esta perspectiva rígida, podemos desarrollar un sentido de arrogancia o perfeccionismo, llegando al fanatismo. Asociamos la palabra “ego” a la arrogancia; las personas que describimos como teniendo un ego grande, generalmente son descaradas y arrogantes, en tanto asociamos a humildes a las personas más tranquilas. Pero el ego también puede ser bien fuerte en una persona tranquila y hasta muy sensible. Si llevamos todo hacia el lado personal, nuevamente percibimos el ego asumiendo el control, exactamente como el que grita y hace escándalo es una persona arrogante. En ambos casos el orgullo es fácilmente herido. El mismo motivo que lleva a alguien atacar, hace al otro sentirse profundamente herido.

Hay muchas personas que externamente parecen calmas, pero que, interiormente, están inquietas debido a la búsqueda imposible de siempre tener razón o de hacer las cosas de forma perfecta. La menor crítica o broma hiere su sensibilidad, haciendo que se sientan destruidas por dentro. Las cosas necesitan ocurrir exactamente de una determinada forma, sino un sentimiento de frustración o ansiedad comienza a bullir, surgiendo un sentido muy fuerte de “correcto e incorrecto”, donde no hay espacio para la movilidad. Y de la misma forma que asume todo de manera tan personal, una persona presa del perfeccionismo muchas veces acaba juzgando a los demás excesivamente. La mente no tiene un flujo natural, está siempre luchando contra los obstáculos, siempre señalando las debilidades en los demás, al mismo tiempo en que es extremadamente sensible en cuanto a las propias. 

Usted tiene razón.

Al final de una enseñanza, dos monjes comenzaron a debatir lo que habían acabado de escuchar. Cada uno insistía que su propio entendimiento era el correcto. Para resolver la disputa, fueron a pedir al maestro que evaluase la cuestión.

Después de oír el argumento presentado por el primer monje, el maestro dijo que él estaba en lo cierto, lo que dejo al monje muy feliz. Fijándose en el otro con una mirada de vencedor, se fue.

El segundo monje quedó molesto y comenzó a presentar sus propias ideas sobre lo que entendió de la enseñanza. Cuando acabo de hablar, el maestro miro hacia el monje y le dijo que también tenía razón. Al oír eso, el segundo monje se sintió animado y se fue.

Un tercer monje, que también estaba en el recinto, quedó muy perplejo con lo que acababa de ver. “¡Estoy confundido, maestro!”, le dijo. “Las respectivas posiciones en cuanto a la cuestión son totalmente opuestas. ¡No pueden ambas ser correctas!”

El maestro sonrío en tanto miraba bien en los ojos al tercer monje: “¡Usted también tiene razón!”

En el budismo, se habla mucho respecto al fanatismo. Mi guru, el XII Gyalwang Drukpa, gusta de abordar el budismo como espiritualidad y no como religión, esto porque sabe bien como el fanatismo puede inmiscuirse, aun cuando comenzamos con las mejores intenciones. Es una gran tristeza que la religión sea llevada a extremos fanáticos al punto de matarse unos a otros en nombre de la fe. Intentamos no enfocarnos mucho en los rituales budistas propios de nuestras enseñanzas porque ellos pueden suplantar la motivación principal de nuestra espiritualidad. Es fácil vernos involucrados en la recitación perfecta de las oraciones en términos de pronunciación, en vez de enfocarnos en su significado.

Encontrar comodidad en nuestro día o en nuestra fe no es algo malo. No hay una línea establecida entre lo que es bueno y útil y entre lo que es malo o inútil, no hay una definición universal. Por tanto, debemos, como individuos, encontrar el punto en que nuestra mente se sienta más relajada y confortable. Cuando sentimos que está surgiendo el perfeccionismo, debemos distanciarnos un poco de nosotros mismos y observar como los pensamientos se ponen rígidos, dejándonos infelices. Necesitamos reconocer el perfeccionismo por lo que es; algo que no necesita ser atado a la mente con tanta fuerza. La flexibilidad es importante para una mente feliz. No debemos exponer nuestra opinión de forma muy rápida, sea para estar de acuerdo o disentir. Dejemos a los pensamientos asentarse. Hagamos las cosas de una forma cómoda para nosotros, sin intromisión en la manera de ser de los demás. Pensar o hablar mal de otras personas es fuente de mucha negatividad en este mundo. En vez de eso, vamos a concentrarnos en la investigación de nosotros mismos con un corazón abierto al mundo.

Liberándose de la crítica y de la alabanza
En cuanto seguimos la vida, nos gusta recibir, de los cercanos a nosotros, algún tipo de devolución, y, en particular, de vez en cuando gustamos de recibir una palmada de aprobación en nuestras espaldas. Es completamente natural quedar felices cuando los demás quedan satisfechos con nuestras acciones; la habilidad mental a ser desarrollada, en este caso, es no quedar demasiados apegados al elogio con el propósito de no necesitar de ellos para desarrollar nuestra estima. Esto porque, cuando es retirado, nos sentimos perdidos y nuestra confianza se despeña. Por tanto, si hiciéramos algo muy positivo que provoque elogios, los debemos apreciar y agradecer. Pero no nos apeguemos a ellos, no permitamos que alimenten nuestro orgullo.

En cuanto a la crítica, también no necesitamos apegarnos a ella, haya sido dirigida a nosotros mismos o cuando ha sido hecha a varias personas por situaciones que no anduvieron muy bien. Si nos sentimos muy afectados, es interesante investigar de forma gentil, teniendo autocompasión. Cargar la crítica en el corazón puede desviarnos por más tiempo que el necesario para aprender la lección: puede enraizarse en la mente y alimentar los pensamientos negativos que acaso tengamos con relación a nosotros mismos. Es por eso que la meditación de Apreciación es tan útil en lo que respecta a los altibajos de la vida. Al agradecer, en primer lugar, todo lo que nos sucede de bueno, podemos explorar la crítica, sin ser arrastrados por los pensamientos negativos. Podemos aprender con la crítica para actuar de modo diferente en el futuro.   Si, por otro lado, no hay nada que podamos hacer, la preocupación excesiva no será de mucha ayuda.

Cuando somos muy sensibles a las críticas o a los elogios, o cuando nos sentimos con culpa, consideramos nuestras acciones muy importantes, dejándonos vulnerables a la mente intranquila. La búsqueda incesante de la perfección es agotadora. Podemos ser personas muy perfeccionistas, para los que cada tarea es tan importante que, si no somos los mejores en todo o si decepcionamos a los demás, nunca nos perdonaremos; por eso en algún momento esa decepción aparece, por más fantásticos que sean nuestros esfuerzos.

Así, si fuera posible liberarnos de nuestro apego al elogio y a la crítica, lo mejor es quedar equilibrados en nuestras emociones. Cuando reconocemos que nadie es perfecto, un gran fardo es retirado de nuestros hombros. Seamos menos perfeccionistas y tendremos una oportunidad de mejorar y crecer. La vida se  abre y sentimos menos miedo y ansiedad, menos presión en hacer todo seguro, relajados en el conocimiento de que haremos lo mejor que podamos.

Utilizar  la generosidad para liberarse
No importa a lo que nos aferremos en la vida. Igual de importante es liberarnos de esa presión que nos incomoda y aliviar nuestra carga emocional o mental. No importa que sea nuestro objeto de apego, necesitamos ofrecerlo, aunque sea solo mentalmente. El ejemplo más simple es el dinero. Si somos muy apegados al dinero, practiquemos dar un poco (no estamos hablando de grandes gestos), pero hagamos esto desde el fondo del corazón, sin ninguna condición y sin exigir nada a cambio. Si estuviéramos con mucha envidia a un colega de trabajo, podemos practicar la celebración de los esfuerzos de esa persona, ofreciéndole buenos sentimientos. Podemos pensar creativamente, explorando todas las formas por las que podemos dar en vez de apegarnos a alguna cosa.

Liberándose de las influencias negativas
Hay algunas cosas o personas en nuestras vidas que, en el fondo, sabemos no serán buenas para nosotros. Algunas veces son las cosas o personas que más deseamos, o que son parte intrínseca de nuestras vidas; nuestra familia, por ejemplo, o colegas de trabajo. Considerar y aceptar la impermanencia de la vida, con sus altibajos,  parece siempre algo vinculado a la resignación con situaciones o personas con las que no nos llevamos bien; cosas que debemos aprender a “aguantar”, reclamar menos, tener menos pensamientos negativos. Pero si aprendemos a elevar nuestra consciencia personal, desarrollando algunas prácticas incluidas en este libro, comenzaremos a comprender que hay momentos en que es más saludable eliminar las influencias negativas de ciertas situaciones, cosas y personas, y concentrarnos en cultivar las influencias positivas en nosotros.

Hay momentos en que necesitamos solo respirar a fondo, reconociendo la influencia negativa tal como es; pues no es posible repararla o cambiarla. Por ejemplo, es posible que tengamos una relación difícil con nuestro jefe, pero, por otros motivos, queremos mantener este empleo. El acto de aceptación y reconocimiento pueden ser suficientes para terminar con el peor lado de esa relación negativa.

En algunos casos, puede ser necesario dejar alguna cosa o alguien una vez que esa influencia negativa causa estragos en la mente serena. También podemos fijarnos en algunas situaciones, pensando constantemente en cosas que no son buenas para nuestra tranquilidad o felicidad. Esas situaciones pueden involucrar personas muy cercanas, tal vez un compañero o familiar. Pese a todos los esfuerzos para mantener una relación positiva, reconocemos que están teniendo un impacto negativo en nuestra mente y en nuestra vida. Podemos hasta considerar una actitud egoísta el desistir, considerando seguir con esa situación, pero, algunas veces, los momentos más fuertes de nuestras vidas implican en nosotros librarnos de un ciclo o patrón negativo porque es con esta actitud que realmente mejoramos.

Extraído del libro “A Mente Serena”, de S.E. Gyalwa Dokhampa, ed. Lúcida Letra.


Versión al español del original en portugués (brasilero), el editor.