domingo, 12 de febrero de 2017

Yidams – La Fuente de logros

Jamgon Kongtrul Rimpoche

Viena, Octubre de 1987



Los métodos especiales del Vajrayana apuntan a llevar las apariencias, que nosotros experimentamos generalmente como impuras, a un nivel puro. El punto central de esta transformación es la comprensión de que solamente en el nivel relativo aparecen todos los fenómenos como los experimentamos. En el nivel absoluto, no poseen ninguna existencia real – no son mas que un sueño, una ilusión.  Si uno comprende la verdadera esencia de todas las cosas, esto en sí mismo se vuelve la experiencia de su pureza.

            Uno no puede transformar las experiencias en puras solo por recitar un mantra con el fin de cambiar los fenómenos. Tampoco es a través de algunas substancias especiales poseyendo poderes tales, o a través de ofrecimientos a algunos dioses que a cambio nos ayudan. Todo esto no tiene nada que ver con lo que ocurre en el Vajrayana. Lo que se trata es de desarrollar la comprensión de que el mundo de las apariencias no se presenta a sí mismo como confusión; es nuestro apego a las cosas el que trae la confusión. Con el fin de experimentar la pureza de todas las cosas, no hay nada más que hacer que comprender que en el nivel relativo las cosas aparecen debido a varias condiciones y debido a acontecimientos dependientes, pero en el nivel absoluto no son verdaderamente existentes. Estos dos aspectos no están separados el uno del otro.

            ¿Que significa “apariencias impuras” o “apariencias puras”? “Impuras” se refiere a nuestra creencia de que las cosas son reales y existen independientemente unas de otras. La creencia de que las cosas son verdaderamente existentes es una visión extrema la cual no es correcta debido a que la verdadera naturaleza de las cosas es la vacuidad. Si uno quiere reconocer la vacuidad de todos los fenómenos uno no puede aceptar solo lo que se le dice. De hecho, sería muy difícil comprender la verdadera naturaleza de las cosas simplemente por hablar o escuchar acerca de ella.

            No es la mera apariencia de las cosas lo que trae la confusión, es la manera en que nos relacionamos con las cosas y nos aferrarnos a ellas como reales. Debido a que las cosas en sí mismas están vacías, están más allá de las categorías del surgir y el cesar. El hecho de que aparecen es el aspecto de una auto-expresión no obstruida.  Los diferentes métodos del Vajrayana son utilizados con el fin de comprender esto.

            Para la práctica del Vajrayana, uno necesita la visión de que las cosas solamente aparecen en el nivel relativo pero que en su verdadera naturaleza son realmente no existentes. No obstante, uno todavía cree que las cosas son reales. Estas son las dos perspectivas diferentes, y de lo que se trata es de conectar ambas de manera que no estén constantemente contradiciéndose una a otra. Los diferentes métodos Vajrayana, como por ejemplo la meditación en los aspectos de Buddha (Tib.: yidam, lit.: vínculo-mental) y los mantras son usados para llevar estas contradicciones aparentes a un final.

            De entre las “tres raíces” del Vajrayana – lama, yidam y protector – es el lama la que es mas importante; el yidam y los protectores son manifestaciones del lama. La mente del lama es el Dharmakaya, la vacuidad del espacio. Los yidams aparecen desde ella como una expresión de la compasión y claridad inherente de la mente. De este modo no poseen el tipo de existencia verdadera atribuida a los dioses mundanos.

            La razón de que los yidams aparezcan en multitud de formas, por ejemplo pacíficas o iracundas, es que los discípulos poseen diferentes actitudes, visiones y aspiraciones. Con el fin de encontrar estos diferentes deseos, existen diferentes apariencias de los yidams como expresión de la compasión del lama. Los yidams también aparecen de muchas maneras diferentes con el fin de simbolizar que el espectro completo de nuestro apego a las apariencias impuras es purificado.

Ahora, tenemos una percepción dualista y estamos siempre pensando en categorías dualistas. Por lo tanto, no somos capaces de relacionarnos con el yidam último y necesitamos algo que lo represente.  Las muchas formas de los yidams que conocemos por dibujos son en esta forma símbolos para el yidam último. La meditación en las deidades yidam esta dividida en dos fases, la llamada fase de desarrollo (Tib.: kjerim) y la fase de completación (Tib.: Dsogrim). El significado de ello es como sigue.

Todas las apariencias surgen en una dependencia mutua. Algo surge en un cierto momento, permanece por un tiempo y desaparece otra vez. Las dos fases de meditación son usadas con el fin de simbolizar que el principio de surgimiento y desaparición es llevado a un nivel puro. El surgimiento de una deidad simboliza que el apego al surgimiento de un mundo experimentado ordinariamente es purificado. Las fases de desarrollo poseen diferentes elementos: primero uno se visualiza a sí mismo como deidad, luego uno visualiza la deidad en el espacio en frente suyo, uno hace ofrecimientos y alabanzas, etc. La razón de que uno se visualice primero como yidam es la siguiente: todos nos consideramos como muy importantes. Si ahora alguien nos dice: “realmente eres no existente” entonces esto es difícil de comprender y aceptar para nosotros. En la fase de desarrollo uno trata con ello de una manera en que uno no piensa acerca de si existe o no, sino que uno simplemente ignora esta pregunta y se visualiza a sí mismo en la forma de la deidad. Si uno se visualiza a sí mismo como la deidad, mientras es consciente de que el yidam es una expresión de completa pureza, el apego a un ‘yo’ desaparece de forma natural.

La visualización del yidam en el espacio enfrente de uno mismo trabaja de manera similar. Ahora nos apegamos a todos los objetos externos que percibimos. En la fase de desarrollo uno imagina la totalidad del mundo externo como el palacio del yidam. El yidam está en medio del palacio, y todos los seres aparecen en la forma del yidam. Visualizando las apariencias impuras en su forma pura uno vence el apego a ellas.

Por lo tanto, es importante comprender que todos los elementos de la fase de desarrollo tienen un contenido simbólico. Sin esta comprensión, por ejemplo creyendo que la deidad existe verdaderamente, uno solo se confunde a sí mismo en la meditación e incrementa incluso la ilusión. Si uno utiliza las distintas fases de desarrollo y completación de los yidams, es importante conocer el significado de sus diferentes formas. ¿Porque, por ejemplo, visualiza uno 16 brazos, cuatro piernas, etc., si en realidad dos son suficientes? Creer que debemos visualizar esto porque los yidams en realidad tienen esta apariencia sería una equivocación. Creer en la verdadera existencia del yidam es un poco ridículo y muy confuso. En lugar de esto, uno debe comprender que existe algo que es purificado y algo que es un método de purificación. La visualización de un yidam con cuatro brazos, por ejemplo, es un símbolo de purificar nuestra manera general de experimentar las cosas en las así llamadas cuatro categorías. Por ejemplo los cuatro elementos y cualquier otra cosa que creamos que aparece de manera cuádruple. Los tres ojos del yidam simbolizan el vencer nuestra manera de pensar en tres categorías. Por ejemplo los tres tiempos. Lo mismo se aplica a todos los otros detalles de la deidad, todos ellos tienen el significado de purificar nuestro apego común al mundo de nuestras experiencias.

Sin esta comprensión, uno acaba en una meditación llena de falsas ideas.  Uno o sostiene que las cosas son verdaderas o que absolutamente no existen. Así es como uno entra en un camino totalmente erróneo, el cual no tiene nada que ver con el Vajrayana o el Budismo como tal. Creer que los yidams existen verdaderamente y no comprender que ellos son símbolos de la purificación de nuestras ideas conceptuales sobre el mundo experimentado tan solo incrementa más los conceptos. Tiene el efecto de que las ilusiones, que uno ya tiene, se vuelvan más fuertes, lo que conduce luego a la experiencia de miedo durante la meditación o a la aparición de pensamientos que uno no sabe como tratarlos. Por lo tanto, es muy importante en la práctica de meditación, especialmente en el Vajrayana el adquirir la visión correcta.

¿Que apariencia tiene esta visión correcta? Es la comprensión de que la apariencia relativa de las cosas y su realidad última son una unidad, que no están separadas la una de la otra y que no se contradicen entre sí.

Las fases de desarrollo de las deidades-yidam corresponden a la verdad relativa, la manera en que las cosas aparecen. Las fases de completación corresponden al principio de que en el estado último las cosas no existen verdaderamente. Al mismo tiempo uno necesita comprender que ambas forman una unidad.

Las fases de completación son utilizadas para evitar el caer en la visión extrema de creer que las cosas son verdaderamente existentes. Las fases de desarrollo impiden la visión extrema de que las cosas no existen absolutamente, que solo son vacío. La comprensión de que ambas forman una unidad da pie a la comprensión de que todas las cosas son la unión de la alegría y la vacuidad. Meditando de esta manera, a través de la aplicación de la práctica del yidam, pueden obtenerse los logros relativos y últimos. En este sentido, el yidam es llamado “la raíz de logros”.

Los protectores, “la raíz de la actividad”, pueden verse como la múltiple expresión de los yidams, que otra vez son la expresión de la mente del Dharmadatu del lama. El significado de los protectores, puesto que el Vajrayana en un camino muy profundo, es la de protegerle a uno de las muchas circunstancias conflictivas e impedimentos que puedan aparecer mientras se está en el camino. Uno depende de los protectores para pacificar y eliminar estos impedimentos. Los yidams y protectores son muy importantes en el Vajrayana; sin embargo, el lama, la raíz de bendición, es el elemento más importante. La razón es que solamente a través del lama pueden entrar la bendición y la inspiración en nuestro propio fluir mental.

Todos los elementos que son utilizados en el camino Vajrayana poseen un significado profundo. El cuerpo del yidam es la unión de la apariencia y la vacuidad, el mantra es la unión del sonido y la vacuidad, y la mente es la unión de la consciencia y la vacuidad. Si uno aplica estos elementos a la propia práctica, morando completamente en esta consciencia, uno puede dejar el orgullo de la deidad surgir en uno mismo. Pero con el fin de hacer esto uno tiene que comprender el significado real de estas cosas. No es simplemente visualizarse uno mismo como deidad, porque por la mera visualización uno no logra esta comprensión.

Los practicantes tienen que comprender tres cosas. La visión es que ambos tipos de realidad construyen una inseparable unión. Para el camino, la comprensión de que el método y la sabiduría son una unidad es importante. En cuanto al fruto, uno necesita la comprensión de que los dos kayas que son logrados son una unidad. Especialmente cuando se practica el Mahamudra o Maha Ati, la comprensión de estos tres elementos es muy importante. De lo contrario, uno no puede realizar el fruto a través de la práctica.

¿Que hay del llamado “yidam último”?. Chenrezig (Ojos Amorosos), por ejemplo, aparece en una forma muy especifica, con cuatro brazos, etc. No obstante, este no es el aspecto último de este yidam, es tan solo la manera en la que él aparece. El yidam último es la consciencia de que la expresión de Chenrezig es la compasión de todos los Budas.

La forma de Dorje Phagmo (Canal Diamantino) posee una forma simbólica. El Dorje Phagmo último es que el espacio de los fenómenos es la más alta sabiduría trascendente, la madre de todos los Budas, la cual da nacimiento a todos los Budas. Ella es el paramita de la sabiduría.

Tomada de: KAGYU LIFE International, No. 4, 1995 -
Copyright ©1995 Kamtsang Choling USA
Traducción del Ingles: Josep Ferrer – Blanes, Enero 1999 (versión ligeramente corregida para una mejor comprensión)  
Pueda esta traducción beneficiar a incontables seres
El perdón del Buddha


Ozmo Piedmont, Ph.D.


“Aferrare a la ira es como aferrarse a una brasa candente con el intento de tirársela a otro; tú eres el que se quema.”  Buddha, 563-483 B.C.E.

Cuando estamos manejando nuestra vida, ¿quién está conduciendo, nuestro karma o nuestra Naturaleza Búdica? En el Dhammapada se lee que el Buddha dijo: “Cuando un hombre gobierna el surgimiento de su ira como a un carruaje que se va de control, eso es lo que llamamos un conductor de carruaje.  El resto es sólo tener riendas.” (Curto, 2005, XVII, V. 222)  La ira es un aspecto de la aversión, uno de los tres venenos de la mente. Cuando la vida nos presenta situaciones que provocan la aversión, o sea, la ira, la irritación, la frustración, el enojo, la furia, la rabia, la molestia, la preocupación, o el miedo, son todas oportunidades para nuestra práctica espiritual. Estas sensaciones en sí no son el problema, sino nuestro apego a ellas, lo que reafirma patrones  y hábitos inconscientes basados en egoísmo e ignorancia.  Cuando esto pasa, estamos fuera de control y nuestras acciones pueden causar dolor, pena, y sufrimiento.  En otras palabras, hemos perdido las riendas del carruaje de nuestra mente.  En vez de adiestrar el cuerpo y la mente en cómo guiar el carruaje para resolver un problema con perspicacia, sabiduría, y compasión, de hecho estamos presos de tendencias negativas, las que se repiten miles de veces por nuestro karma negativo. Efectivamente, estamos causando sufrimiento tanto para nosotros como para los demás.  En cambio, cuando podemos practicar atención vigilante, como un buen conductor del carruaje, estamos en control de nuestras reacciones, absteniéndonos de las tendencias que nos desvían el carruaje con acciones erróneas, dándonos la oportunidad de guiarlo en la dirección apropiada.  

No nos desviamos ni en la dirección de la inactividad, ni en la dirección de emociones incontroladas.  Al notar el obstáculo en el camino, la situación nos exige actuar en el momento; nuestras sensaciones nos atraen la atención que deberíamos atender a algo.  Por ejemplo, si hay un bache en el camino, la sensación de preocupación, irritación, enojo, o miedo nos indica que hay peligro inminente.   Hay que evitar el bache.  Pero ¿cómo rodearlo?  Si estamos apegados a nuestra emoción de aversión, podríamos maldecir y soltar palabrotas al bache, lo que no sirve para nada.   Pero al notar la sensación surgiendo, la dejamos pasar, y en vez de dejar a la emoción dictar nuestro comportamiento, buscamos la forma más eficaz para evitar el bache.  Es el momento en nuestra práctica espiritual que preguntamos al Infinito “Qué es bueno hacer ahora?”, dándonos la oportunidad de considerar todas las opciones, mientras que ponemos fe en una sabiduría más profunda, con una perspectiva más amplia, para que  nos aconseje lo que pertenece a nuestra Naturaleza Búdica.  Al recibir su directiva, actuamos con pleno corazón.  En esta manera, evitamos el bache en el camino, igual como evitamos los choques interpersonales con el mundo de nuestras familias, el trabajo, o la sociedad.   

Es reconfortante recordar que no estamos solos en este camino de la vida, puesto que el consejo y la ayuda del Infinito son como tener estos sistemas de posicionamiento global en los automóviles.  Al apretar un botón, una voz computarizada  nos recomienda la ruta más directa para que lleguemos a la meta de nuestro viaje, diciéndonos “De vuelta a la derecha en la próxima esquina.”  Siempre se puede ignorar la voz, pero confiamos que está guiándonos para nuestro bien.  De igual forma, confiamos en el Infinito para guiarnos en la dirección más directa.  Por medio de la meditación, la práctica y la atención vigilante, estamos encendiendo el aparato de nuestra intuición espiritual, abriéndonos al consejo disponible en este momento.  Al preguntarle al Infinito, “¿Qué es bueno hacer ahora?” estamos apretando el botón que da lo Eterno la oportunidad para guiarnos en la vida cotidiana, ayudándonos para purificar nuestro karma y aliviar el  sufrimiento, así llegando por la ruta más directa en nuestras vidas a la meta divina: la paz.  Pero eso requiere nuestra capacidad para desapegarnos de los sentimientos negativos. 

Desde la perspectiva del Budismo, el perdón significa la habilidad de renunciar a la ira y el resentimiento, sin guardar rencor ni heridas, viviendo en el presente sin distracciones basadas en memorias del pasado ni proyecciones al futuro.  Si uno guarda ira, primero se hiere a sí mismo, y luego se crea sufrimiento para los demás por la violencia.  El Dalai Lama de Tíbet nos recuerda que la violencia solo genera violencia, y puede perjudicar nuestra salud:

“Con el perdón, hay dos niveles aquí.  Un nivel: el perdón significa que no deberías desarrollar sentimientos de venganza. Puesto que la venganza perjudica a la otra persona, por tanto es una forma de violencia. Con la violencia, hay normalmente contra violencia.  Esto genera más violencia aún – el problema nunca termina.  Esto es un nivel.  Otro nivel: el perdón significa que no deberías desarrollar sentimientos de ira hacia tu enemigo.  La ira no resuelve nada.  La ira sólo trae sentimientos incómodos a ti mismo.  La ira destruye tu paz mental.  No puedes sentir la felicidad mientras que mantengas la ira.  Creo que esto es la razón principal por la que debemos perdonar.  Con la mente tranquila, hay más paz mental, más salud para el cuerpo.  Una mente agitada nos destruye la salud, es muy dañino al cuerpo.  Este es lo que creo yo.”  (Lama, 2004, p. 234-235)

Entonces, en vez de fomentar más y más negatividad, perjudicando a nosotros y a los demás, hay que perdonar, incluso a nuestros enemigos, porque incluso los pensamientos crean mal karma.  De hecho, nuestros enemigos pueden enseñarnos las lecciones más importantes en como amar y perdonar.  El médico personal del Dalai Lama, Dr. Choedrak, fue encarcelado en 1959 por los chinos durante veintiún años.  Sobrevivió a la tortura y el abuso de una forma bien sana por practicar cuatro puntos de comprensión: 1.  Aunque tuvo que enfrentar gran sufrimiento e injusticia, podía responder con amor.  2. Sus captores estaban sufriendo en condiciones iguales a él, y por la ley de karma, iban a sufrir mucho más en el futuro, mereciendo su compasión por ellos como seres sufriendo más y más por su ignorancia y confusión.  3. Tuvo que aprender a como soltar los sentimientos de orgullo, auto-importancia, y soberbia falsa, puesto que todo ser humano ha hecho igual en el pasado basado en su ignorancia.  Si sus captores hubieran sabido mejor, habría hecho diferente. 4.  El odio, la ira, y el rencor no terminan nunca si reaccionamos con las mismas emociones.  Solo terminan siendo libre de ellas, o sea con amor. (Goldstein, pp. 125-126)  Como dijo el Buddha en la Dhammapada (Cap. 1, V. 5): “Las ocasiones de odio ciertamente nunca son apaciguadas mediante el odio.  Son apaciguadas estando libre de odio.  Esta es una ley eterna.” (Curto, p. 26)

El Buddha describió seis virtudes (paramitãs) de alguien en el camino espiritual llegando al Nirvana; una de ellas es la paciencia.  Tenemos que desapegarnos de la ira en nosotros, renunciando todo deseo de venganza o retribución.  Así, se puede liberar del dolor y el rencor, transformando lo que es negativo en algo positivo.  Eso no implica olvidarnos de lo que pasó.  Sólo se puede elegir no continuar con los sentimientos negativos, porque incluso los pensamientos pueden causar karma negativo, lastimando a los demás, y por tanto, lastimándonos a nosotros mismos.  El mero hecho de pensar en la venganza y retribución nos causa nuestro propio infierno de dolor y sufrimiento interior (Ratnaghosa, 2012).  Pero si podemos generar amor, compasión, y perdón, experimentamos la paz y la armonía, dos aspectos de la Naturaleza Búdica, lo más puro y libre en nosotros. 

Lo importante es resolvernos conscientemente a perdonar para quitarnos de las emociones y los sentimientos enfermos y venenosos, no para hacer el otro sentir culpable, sino para liberarnos de nuestro sufrimiento.  Cuando no sufrimos, estamos menos dispuestos a causar sufrimiento a los demás.  Se puede ayudar con la recitación de una frase positiva, pidiendo al otro que te perdone y perdonando al otro por el dolor y el daño causados. De hecho, el maestro budista Joseph Goldstein (2002) recomienda que se recite una frase de perdón antes o después de la meditación diaria en voz alta o en silencio en nuestros corazones como una limpieza continua del rencor y el resentimiento guardados en nuestro interior, repitiéndonos: “Si he herido o lastimado a cualquiera por mis pensamientos o palabras o acciones, pido perdón.  Y libremente perdono a cualquiera que me haya herido o lastimado.” (p. 110-111) 

Aprendiendo el perdón por los demás, se puede practicar paciencia con uno mismo, recordando que no somos malos por haber experimentado sentimientos negativos.  Incluso el Dalai Lama experimenta el enojo de vez en cuando.  Pero el punto es que no se apega a la emoción: “Por supuesto hay momentos cuando me enojo, pero en el fondo del corazón, no guardo rencor contra nadie.” Dalai Lama (Goldstein, p. 111) Cuando el veneno de la ira nos enferma, el perdón nos puede curar, revelándonos la paz y tranquilidad de nuestra Naturaleza Búdica.

Obras citadas:

Curto, Robert (Traductor). (2005). Dhammapada: Los Aforismos del Dharma.  Longseller: Buenos Aires.

Goldstein, Joseph. (2002) One Dharma.  Harper and Collins Publishers: N.Y., N.Y.

Lama, Dalai y Chan, Victor. (2004). The Wisdom of Forgiveness. Riverhead Books.
Citado en…
                >>http://en.wikiquote.org/wiki/Forgiveness

Ratnaghosa. (2012) The Helpful Enemy.
Transcribed Talks.