El arte de liberarse
S.E. Gyalwa Dokhampa en Recife, PE, en su primera gira en Brasil en octubre
de 2013.
S.E. Gyalwa Dokhampa
Una cosa es aceptar la idea de que tenemos que dejar ir algo, un dolor
que sigue al impacto de nuestras emociones o de nuestra vida y que, de alguna
manera, no nos ayuda, una etiqueta a la que nos prendemos, o incluso a una
persona que, en el fondo, sabemos que es una influencia negativa. Otra cosa
completamente distinta es seguir adelante y realmente liberarnos.
Comenzar a entender que no todos los hábitos emocionales nos ayudan, ya
es dar el primer paso. Con esto, vamos a escuchar nuestra sabiduría interior,
en lugar de permitir a la mente egoica dirigir el espectáculo. Esto no quiere
decir que las emociones propias son de alguna manera "malas"; ya
hemos visto que todas las emociones son maestros y que colorean y profundizan
nuestra vida. Pero la forma con que reaccionamos ante nuestros sentimientos
puede arruinar nuestro día o incluso largos períodos de nuestras vidas. ¿Qué
sentido les atribuimos a ellos? ¿Por cuánto tiempo nos aferramos a ellos,
aunque para todos alrededor está bastante claro que ya pasaron?
En la medida que la consciencia se desarrolla como la experiencia
cotidiana y también con las prácticas de meditación y presencia mental,
comenzamos a reconocer un espacio entre las emociones y las reacciones.
Necesitamos tener mucha paciencia con nosotros al comenzar este proceso de
perfeccionamiento de la consciencia. Al inicio es apenas una cuestión de
percibir las emociones aflictivas que surgen, tanto aquellas que surgen
rápidamente, como burbujas, en reacción a una situación o persona, como las que
silenciosamente devoran nuestra confianza y autoestima. Para algunos, puede
aparecer como rabia o como demasiada sensibilidad, o como una ola de envidia
hacia algún amigo que cuenta algún éxito, tal vez celos cuando su amor mira
fijamente a otra persona que está al otro lado del recinto. Para otras personas
puede surgir como una sensación de no ser amadas, o de siempre haber sido
“buenas”, no importa lo que hayamos hecho, pero eso hace surgir una intensa
ansiedad sobre la posibilidad de fracaso. En las siguientes páginas
examinaremos esas emociones en detalle.
No paramos inmediatamente de tener emociones o reacciones negativas, sino que conseguimos comenzar a observarlas; al inicio, después que surgen y, poco a poco, en la medida que aparecen, o por lo menos cuando el cuerpo y la mente muestran síntomas de que las emociones están prestas a abrirse camino. Pregúntese, sin ningún juzgamiento, ¿de dónde vienen ellas? Tal vez haya otros gatillos que, al principio, no consideramos; por ejemplo, estar cansados o con hambre. Pregúntese si el ego no está involucrado en la emoción; ¿No será que estamos tomando las cosas de manera muy personal o nos estamos colocando en el centro del universo?
Cuando debatimos o discutimos ideas con otras personas, no siempre
aceptamos sin cuestionar lo que dicen. En este caso, exploramos y pedimos más
informaciones para ser capaces de ver las cosas bajo otro punto de vista. Y
podemos hacer lo mismo con nuestras propias mentes. El simple acto de
ofrecernos algunas preguntas, muchas veces ayuda a aliviar la intensidad de los
sentimientos y el proceso de soltarnos comienza sin que siquiera nos demos
cuenta.
También es posible sentir que la reacción original fue comprensible,
dadas las circunstancias, pero, al encarar las emociones, aceptamos que
sostener aquella sensación nos deja incómodos, arruinando nuestro día. Aquí recordamos
las meditaciones de la contemplación del cambio y la apreciación y pensamos:
esa no fue una buena experiencia, pero no necesitamos quedar apresados en ese
sentimiento doloroso; tenemos otros sentimientos buenos a los que podemos
acceder.
A veces tenemos miedo de soltarnos de algo; por ejemplo, cuando nos
encontramos con un dilema o una elección difícil en la vida. Podemos evitar
tomar esa decisión hasta ser demasiado tarde; ya que estamos muy distraídos,
preocupados en las consecuencias. En otros momentos, estamos demasiado apegados
a las propias emociones o a las etiquetas (es decir, a las proyecciones de la
mente).
Creemos fuertemente que ciertas características o debilidades son una parte inherente de nuestras personalidades: son lo que somos. Por ejemplo, si alguien muy explosivo es descrito como pasional o intenso, él no puede querer soltar la cólera porque eso implica perder una parte de sí, sin aquel sentimiento no sabe quién es. Pero el punto principal no es soltarse de la rabia, sino de la reacción de la ira; la parte de “es ahora, lo que hago enseguida”. Las emociones son efectivamente parte de nosotros, de nuestra humanidad, pero no precisamos aferrarnos a ellas para ser lo que somos.
Creemos fuertemente que ciertas características o debilidades son una parte inherente de nuestras personalidades: son lo que somos. Por ejemplo, si alguien muy explosivo es descrito como pasional o intenso, él no puede querer soltar la cólera porque eso implica perder una parte de sí, sin aquel sentimiento no sabe quién es. Pero el punto principal no es soltarse de la rabia, sino de la reacción de la ira; la parte de “es ahora, lo que hago enseguida”. Las emociones son efectivamente parte de nosotros, de nuestra humanidad, pero no precisamos aferrarnos a ellas para ser lo que somos.
Liberarnos de las penas profundas o de las etiquetas con que convivimos
casi la vida entera no es fácil y, muchas veces, puede exigir terapia o
consejos profesionales. Pero intentar entender el funcionamiento de la mente
también puede resultar útil. Es posible que, a partir de ese entendimiento, nos
liberemos de los patrones y hábitos emocionales contraproducentes, a la vez que
mantenemos lo que es valioso en nuestras vidas. Una mente egoica, por cierto,
va a sentir la falta de comportarse de la misma vieja forma familiar, pudiendo,
algunas veces, dar lugar a la rabia o al descontento. Pero, lentamente,
sentimos menos aquel nudo en el estómago o al constante zumbido del análisis
obsesivo de la mente, aliviando la carga sobre nuestros hombros. De esa forma,
la vida se vuelve ligera, abriendo una oportunidad para seguir alegremente con
las cosas que hacen la diferencia, o lo que realmente importa, recordando lo
que es realmente la vida.
Liberándose de la rabia
El enojo es un buen ejemplo para que comencemos, en tanto es una emoción
muy fuerte y las personas, efectivamente, no gustan de su presencia por mucho
tiempo. El Buddha dice que la ira es como coger una brasa ardiente con la
intención de tirarla a otra persona, sólo que quien se quema realmente es quien
lanza la brasa. Hay momentos en que es muy natural quedarnos muy molestos,
resultando insano no expresarnos o no permitirnos sentir esta emoción fuerte.
Pero de la misma forma que es natural para la mente pasar por la experiencia de
la cólera, es bueno que tomemos consciencia sobre la real utilidad de ella, preguntándonos,
también, si en algún momento trae buenas sensaciones o, por el contrario,
siempre causa dolor, tristeza e inquietud.
En la medida que comenzamos a desarrollar una concentración mental y nos
capacitamos para una introspección que permite contemplar el tipo de persona
que somos, comenzamos a distanciarnos y a encontrar el espacio necesario para
observar la ira, en vez de ser tomados inmediatamente por ella como así ocurre.
Si no aprendemos a entrenar la mente, una emoción como la rabia nos controla
fácilmente, principalmente cuando estamos distraídos. Podemos hasta saber que
reaccionamos mal a ciertos acontecimientos, pero nos sentimos impotentes cuando
surge la cólera; en el calor de la reacción ante una situación específica no
hay tiempo para verificar de donde realmente sale. Por eso, al comienzo, no
debemos intentar suprimir la cólera cuando surge, sino solo a reconocerla y
observar sus fuentes y características. ¿Por qué ciertos acontecimientos
parecen apretar nuestros botones, en tanto otros no lo hacen? ¿O es que da
igual lo que nos afecta? ¿Una grosería, por ejemplo? ¿O será que cuando alguien
actúa mal, nos sentimos confrontados por sus palabras o acciones? ¿Cómo es que
hizo eso? ¿Cómo es que me dijo aquello? O tal vez sea porque nos sentimos
impotentes en ciertas situaciones: cuando el conductor del ómnibus se va
enseguida que llegamos al paradero; cuando el jefe nos olvida a la hora de dar
una promoción para la que nos hemos esforzado tanto; cuando el banco envía una
carta para informar que los intereses del préstamo van a subir; o, aún, cuando
estamos cansados y nuestro hijo adolescente decide salir a una cita hasta altas
horas de la madrugada y lo esperamos despiertos, muy preocupados. Todos estos
factores pueden disparar la cólera.
Esta es la vida del mundo real y no siempre sigue nuestros planes.
Algunos días parece que el mundo entero está contra nosotros. Pero es lo que
hacemos con nuestra cólera lo que hace la diferencia entre coger la brasa
ardiente y quemarnos o permitir que ella se enfríe. Así, si un compañero de
trabajo o nuestra pareja hace algo que vuelve nuestro día mucho más difícil,
quedamos furiosos, y podemos gritar y
patalear de rabia. ¿Pero qué respuesta enseña normalmente esto? Es posible que
también queden con la rabia o se sientan mal y avergonzados por lo que hicieron
al punto de quedar tristes y retirarse. Por otro lado, podemos quedar en
silencio, aunque la cólera se mantenga tan evidente que cualquiera la perciba.
Seguimos agarrando la brasa caliente. Cuando la sentimos quemar, tal vez sea
posible dejarla, en vez de lanzarla contra alguien; sólo entonces será posible
examinarla e intentar articular su existencia. Ese es el momento de
preguntarnos por qué sentimos rabia y de dónde sale. Tal vez haya una
combinación de factores externos y, posiblemente, condiciones internas que
formen parte, tales como el cansancio o exigir patrones muy perfeccionistas,
querer que las cosas sean exactamente a nuestro modo.
Encontrar un equilibrio entre hablar de forma útil y asertiva o usar las
palabras como cuchillos contra la otra persona no siempre es útil, pero vale la
pena practicar en nombre de nuestras propias mentes serenas y de la felicidad
de los cercanos a nosotros. Al inicio puede resultar muy difícil controlar el
temperamento, pero cuando comenzamos a ver los resultados – la paz mental
conseguida, como nos llevamos mejor con la familia, amigos y colegas y hasta
con los extraños en la calle – queda claro que vale la pena practicarlo.
Algunas prácticas explicadas en este libro son particularmente útiles
para liberarnos de la ira. Simplemente nos enfocamos en la respiración cuando
sentimos la rabia quemándonos; esta práctica puede enfriar las llamas,
reduciendo los latidos cardíacos y calmando el cuerpo para aquietar la mente.
La meditación de la Apreciación nos ayuda a reestructurar la mente con
una perspectiva más positiva ante la vida; al no enfocarnos en los puntos
altos, tenemos más resiliencia ante los bajos y, así, tal vez quedemos menos
propensos a aferrarnos tan rápidamente a la cólera.
La contemplación del Cambio también es muy útil ya que, en la medida que seguimos con el movimiento de la corriente, pasamos más a lo largo de los obstáculos o los encaramos a nuestro ritmo, en vez de chocarnos contra las piedras.
También es bueno apresurarnos menos durante el día, de manera que
tengamos más tiempo y espacio para dejar enfriar la cólera. Una sugerencia para
levantarnos temprano por la mañana es hacerlo gradualmente, cada día algo más
temprano, en vez de intentar levantarse de una vez más temprano. Dormir una buena noche de sueño también nos
deja revitalizados y, muchas veces, menos agitados.
Pasar algún tiempo mirando hacia adentro, contemplando nuestra
identidad, nos ayuda a explorar la cólera de acuerdo con su origen interno, en
vez de simplemente colocarnos etiquetas en las diferentes condiciones externas
que nos “dejan” con ira. ¿Será que somos personas que gustan de las cosas a
nuestro modo? Si fuera el caso, observar las situaciones bajo diversas
perspectivas puede ser de gran utilidad. ¿O será que nuestras frustraciones nos
dejan más susceptibles a la cólera? Por ejemplo, podemos percibir por qué
estamos siempre reclamando por nuestra labor: o si tenemos ansiedad en relación
a nuestras finanzas, quedamos desproporcionadamente molestos cuando nuestra
compañera compra un nuevo par de zapatos.
Liberándose del miedo
Todos nuestros miedos se resumen en tres categorías: tememos a otras
personas, a la muerte y a nuestras propias mentes. Tenemos recelo de lo que los
demás puedan hacer – de cómo nos sentimos con sus palabras o acciones, sus
elogios o críticas; tenemos miedo de ser abandonados, de no merecer amor – y el
miedo de lo que nos puede pasar, de lo que pueden decir cuando no estamos
presentes.
El miedo a la muerte es algo con lo que las personas nunca lidian,
aunque sea la única certeza que tenemos en la vida. Nuestra mente egoica busca
seguridad, por tanto tiene sentido que la muerte sea vista con mucha frecuencia
como el mayor miedo de todos, pero hacemos tan poco para prepararnos para ella.
En el budismo se pone mucho énfasis en términos de una buena vida, de forma que
podamos tener una buena muerte. Para hacer eso, necesitamos aceptar la muerte,
emplear esa certeza como motivación a lo largo de esta vida.
Ya el miedo que tenemos de nuestras propias mentes es el tema central de
este libro. Es importante establecer amistad con nuestra mente, percibiremos
que es nuestra aliada y no nuestra enemiga. No necesitamos tener miedo de
enfrentar a nuestra mente, de lo que podemos descubrir. Cuando esto ocurre, es
por qué el ego está en el control. Igual que encontremos sufrimiento en la
mente, a largo plazo es mejor saber dónde se encuentra para poder cambiarnos en
quien realmente queremos ser. Necesitamos ser pacientes con la mente cuando se
distrae al intentar meditar. Es necesario tener paciencia con nuestros miedos,
no nos avergoncemos de ellos, reconocerlos por lo que son.
Muchas personas creen que serían capaces de realizar mucho más en la vida si pudiesen librarse de los miedos y ansiedades. Pero para que esto suceda, en vez de ignorar nuestros miedos, lo mejor sería mirar su núcleo, aceptarlos y superarlos. Si miramos los miedos o preocupaciones desde otra perspectiva, podemos encontrar algo inspirador, alguna cosa que realmente establezca la diferencia en nuestras vidas. Esto es porque nuestros miedos están muy ligados a nuestras esperanzas; tememos algún resultado negativo de la misma forma que esperamos un resultado positivo: alguien que teme casarse también conoce la felicidad potencial de una relación amorosa, con todas las barreras superadas erigidas en nuestras relaciones anteriores; en el lugar exacto donde imaginamos el fracaso también existe el potencial para el éxito; tememos perder las cosas buenas que tenemos hoy y, a veces, el miedo es tanto que nos olvidamos de aprovecharlas.
Si a veces decidimos huir de nuestros miedos, no debemos arrepentirnos o
avergonzarnos, sino ¿por qué no experimentar saltar dentro de ellos y
utilizarlos como inspiración? Ellos tienen gran potencial para nuestro
crecimiento y, muchas veces, no son tan aterradores como imaginamos. Por eso es
importante recordarnos la naturaleza mutable de la vida; no somos capaces de
controlar cada pequeño detalle ni debemos intentarlo. Si, por ejemplo,
intentamos controlar a nuestra pareja con el miedo de que se desinterese por la
relación, estaremos únicamente solidificando un temor, amenazando algo que
puede ser bueno en nuestras vidas, pero que debe estar abierto al cambio y al
crecimiento.
Vamos a pensar en nuestros “tres puntos” nuevamente a ver si alguna de las meditaciones puede ayudarnos a enfrentar como a liberarnos de nuestros miedos. Debemos recordar que somos nosotros mismos la única fuente de nuestra felicidad y sufrimiento. La manera como vemos las situaciones hace toda la diferencia; con nuestra mente creamos un mundo. De hecho no podemos controlar todo a nuestro alrededor, pues el mundo es incierto y sujeto a cambio. Aceptando esta incertidumbre podemos decidir: “¿Por qué no miramos el lado positivo”? ¿Por qué no intentamos cosas nuevas, pues igual estamos con un poco de miedo? Normalmente nadie se arrepiente de intentar, ya que las cosas no suceden exactamente como se espera, pues el “fracaso” es algo que podemos encarar bajo otra perspectiva.
Si practicamos las meditaciones de Apreciación o Contemplación del
Cambio, podemos cultivar confianza en frente de nuestros miedos. Podemos
percibir que no vale la pena pasar todo el tiempo torturados, pensando sobre
las preocupaciones y miedos, ¡en tanto tenemos tantas cosas buenas en la vida a
las que debemos dar mayor preeminencia mental! Y con las meditaciones de
contemplación podemos observar nuestros miedos sin sentirnos oprimidos por
ellos. Podemos mantener una pequeña distancia mental y mirarlos bajo
perspectivas diferentes. Podemos aceptarlos y, a su debido tiempo, percibir que
nos aferramos más a ellos.
“Cuando nosotros, seres humanos,
nos sentamos a conversar, la mayor parte del tiempo consideramos muy fácil
reclamar o criticar. Es muy raro que hagamos esto para elogiar a otros, mucho
menos a aquellos que no nos gustan. El ego toma tanto tiempo de conversa que
olvidamos de atreverse a ser diferente, atreverse a ser positivo, osar ser
bondadoso y comprensivo.
Siempre digo a mis amigos y alumnos que es
fácil reclamar, porque eso deja al ego feliz, especialmente cuando arrastra a
otras personas hacia su propia historia. Alimentamos el ego para temporalmente
sentirnos bien, pero después que este momento pasa, no nos sentimos muy bien.
Un héroe es alguien que se atreve a tener una vida feliz, conquistar su
ego y controlar las emociones celosas, inseguras u orgullosas que nos hacen
hacer o decir cosas que lastiman a otros.
Por tanto, siempre examínese con osadía e intente parar. Es preciso
mucho coraje para admitir que estamos errados y que necesitamos cambiar y
mejorar. No hay problema en cometer errores, pero es necesario tener coraje
para aprender de ellos, desear ser una persona mejor. Como la disposición de
mejorar, poco a poco usted va a seguir su camino. Un día, sin que se dé cuenta,
usted se volverá una persona bondadosa y admirable.”
~Su Santidad Gyalwang Drukpa
Liberándose de
las actitudes
Cuando el hombre se inclina
en reverencia, el cielo perdona.
Proverbio tibetano
Proverbio tibetano
Como humanos, tenemos la buena fortuna de tener cinco o tal vez seis
sentidos con los cuales entramos en contacto con el mundo que nos rodea. Aun
así, algunas veces, desarrollamos actitudes fijas y no quedamos abiertos a lo
que el día o el momento nos traen. Quedamos sujetos a viejos patrones y formas
de pensar que, al principio, podemos parecer más felices y más cómodos que
intentar observar los hechos bajo puntos de vista diferentes. Pero el problema
es que la mente queda como una caja sellada, nuevas ideas se desbordan por los
costados porque sentimos la mente abarrotada.
Con esta perspectiva rígida, podemos desarrollar un sentido de
arrogancia o perfeccionismo, llegando al fanatismo. Asociamos la palabra “ego”
a la arrogancia; las personas que describimos como teniendo un ego grande,
generalmente son descaradas y arrogantes, en tanto asociamos a humildes a las
personas más tranquilas. Pero el ego también puede ser bien fuerte en una
persona tranquila y hasta muy sensible. Si llevamos todo hacia el lado
personal, nuevamente percibimos el ego asumiendo el control, exactamente como
el que grita y hace escándalo es una persona arrogante. En ambos casos el
orgullo es fácilmente herido. El mismo motivo que lleva a alguien atacar, hace
al otro sentirse profundamente herido.
Hay muchas personas que externamente parecen calmas, pero que,
interiormente, están inquietas debido a la búsqueda imposible de siempre tener
razón o de hacer las cosas de forma perfecta. La menor crítica o broma hiere su
sensibilidad, haciendo que se sientan destruidas por dentro. Las cosas
necesitan ocurrir exactamente de una determinada forma, sino un sentimiento de
frustración o ansiedad comienza a bullir, surgiendo un sentido muy fuerte de
“correcto e incorrecto”, donde no hay espacio para la movilidad. Y de la misma
forma que asume todo de manera tan personal, una persona presa del
perfeccionismo muchas veces acaba juzgando a los demás excesivamente. La mente
no tiene un flujo natural, está siempre luchando contra los obstáculos, siempre
señalando las debilidades en los demás, al mismo tiempo en que es
extremadamente sensible en cuanto a las propias.
Usted tiene razón.
Al final de una enseñanza, dos monjes comenzaron a debatir lo que habían
acabado de escuchar. Cada uno insistía que su propio entendimiento era el
correcto. Para resolver la disputa, fueron a pedir al maestro que evaluase la
cuestión.
Después de oír el argumento presentado por el primer monje, el maestro
dijo que él estaba en lo cierto, lo que dejo al monje muy feliz. Fijándose en
el otro con una mirada de vencedor, se fue.
El segundo monje quedó molesto y comenzó a presentar sus propias ideas
sobre lo que entendió de la enseñanza. Cuando acabo de hablar, el maestro miro
hacia el monje y le dijo que también tenía razón. Al oír eso, el segundo monje
se sintió animado y se fue.
Un tercer monje, que también estaba en el recinto, quedó muy perplejo
con lo que acababa de ver. “¡Estoy confundido, maestro!”, le dijo. “Las
respectivas posiciones en cuanto a la cuestión son totalmente opuestas. ¡No
pueden ambas ser correctas!”
El maestro sonrío en tanto miraba bien en los ojos al tercer monje:
“¡Usted también tiene razón!”
En el budismo, se habla mucho respecto al fanatismo. Mi guru, el XII
Gyalwang Drukpa, gusta de abordar el budismo como espiritualidad y no como
religión, esto porque sabe bien como el fanatismo puede inmiscuirse, aun cuando
comenzamos con las mejores intenciones. Es una gran tristeza que la religión
sea llevada a extremos fanáticos al punto de matarse unos a otros en nombre de
la fe. Intentamos no enfocarnos mucho en los rituales budistas propios de
nuestras enseñanzas porque ellos pueden suplantar la motivación principal de
nuestra espiritualidad. Es fácil vernos involucrados en la recitación perfecta
de las oraciones en términos de pronunciación, en vez de enfocarnos en su
significado.
Encontrar comodidad en nuestro día o en nuestra fe no es algo malo. No
hay una línea establecida entre lo que es bueno y útil y entre lo que es malo o
inútil, no hay una definición universal. Por tanto, debemos, como individuos,
encontrar el punto en que nuestra mente se sienta más relajada y confortable.
Cuando sentimos que está surgiendo el perfeccionismo, debemos distanciarnos un
poco de nosotros mismos y observar como los pensamientos se ponen rígidos,
dejándonos infelices. Necesitamos reconocer el perfeccionismo por lo que es;
algo que no necesita ser atado a la mente con tanta fuerza. La flexibilidad es
importante para una mente feliz. No debemos exponer nuestra opinión de forma
muy rápida, sea para estar de acuerdo o disentir. Dejemos a los pensamientos
asentarse. Hagamos las cosas de una forma cómoda para nosotros, sin intromisión
en la manera de ser de los demás. Pensar o hablar mal de otras personas es
fuente de mucha negatividad en este mundo. En vez de eso, vamos a concentrarnos
en la investigación de nosotros mismos con un corazón abierto al mundo.
Liberándose de la crítica y de la alabanza
En cuanto seguimos la vida, nos gusta recibir, de los cercanos a
nosotros, algún tipo de devolución, y, en particular, de vez en cuando gustamos
de recibir una palmada de aprobación en nuestras espaldas. Es completamente
natural quedar felices cuando los demás quedan satisfechos con nuestras
acciones; la habilidad mental a ser desarrollada, en este caso, es no quedar
demasiados apegados al elogio con el propósito de no necesitar de ellos para
desarrollar nuestra estima. Esto porque, cuando es retirado, nos sentimos
perdidos y nuestra confianza se despeña. Por tanto, si hiciéramos algo muy
positivo que provoque elogios, los debemos apreciar y agradecer. Pero no nos
apeguemos a ellos, no permitamos que alimenten nuestro orgullo.
En cuanto a la crítica, también no necesitamos apegarnos a ella, haya
sido dirigida a nosotros mismos o cuando ha sido hecha a varias personas por
situaciones que no anduvieron muy bien. Si nos sentimos muy afectados, es
interesante investigar de forma gentil, teniendo autocompasión. Cargar la
crítica en el corazón puede desviarnos por más tiempo que el necesario para
aprender la lección: puede enraizarse en la mente y alimentar los pensamientos
negativos que acaso tengamos con relación a nosotros mismos. Es por eso que la
meditación de Apreciación es tan útil en lo que respecta a los altibajos de la
vida. Al agradecer, en primer lugar, todo lo que nos sucede de bueno, podemos
explorar la crítica, sin ser arrastrados por los pensamientos negativos.
Podemos aprender con la crítica para actuar de modo diferente en el futuro. Si, por otro lado, no hay nada que podamos
hacer, la preocupación excesiva no será de mucha ayuda.
Cuando somos muy sensibles a las críticas o a
los elogios, o cuando nos sentimos con culpa, consideramos nuestras acciones
muy importantes, dejándonos vulnerables a la mente intranquila. La búsqueda
incesante de la perfección es agotadora. Podemos ser personas muy
perfeccionistas, para los que cada tarea es tan importante que, si no somos los
mejores en todo o si decepcionamos a los demás, nunca nos perdonaremos; por eso
en algún momento esa decepción aparece, por más fantásticos que sean nuestros
esfuerzos.
Así, si fuera posible liberarnos de nuestro apego al elogio y a la
crítica, lo mejor es quedar equilibrados en nuestras emociones. Cuando
reconocemos que nadie es perfecto, un gran fardo es retirado de nuestros
hombros. Seamos menos perfeccionistas y tendremos una oportunidad de mejorar y
crecer. La vida se abre y sentimos menos
miedo y ansiedad, menos presión en hacer todo seguro, relajados en el
conocimiento de que haremos lo mejor que podamos.
Utilizar la
generosidad para liberarse
No importa a lo que nos aferremos en la vida. Igual de importante es
liberarnos de esa presión que nos incomoda y aliviar nuestra carga emocional o
mental. No importa que sea nuestro objeto de apego, necesitamos ofrecerlo,
aunque sea solo mentalmente. El ejemplo más simple es el dinero. Si somos muy
apegados al dinero, practiquemos dar un poco (no estamos hablando de grandes
gestos), pero hagamos esto desde el fondo del corazón, sin ninguna condición y
sin exigir nada a cambio. Si estuviéramos con mucha envidia a un colega de
trabajo, podemos practicar la celebración de los esfuerzos de esa persona,
ofreciéndole buenos sentimientos. Podemos pensar creativamente, explorando
todas las formas por las que podemos dar en vez de apegarnos a alguna cosa.
Liberándose de
las influencias negativas
Hay algunas cosas o personas en nuestras vidas que, en el fondo, sabemos
no serán buenas para nosotros. Algunas veces son las cosas o personas que más
deseamos, o que son parte intrínseca de nuestras vidas; nuestra familia, por
ejemplo, o colegas de trabajo. Considerar y aceptar la impermanencia de la
vida, con sus altibajos, parece siempre
algo vinculado a la resignación con situaciones o personas con las que no nos
llevamos bien; cosas que debemos aprender a “aguantar”, reclamar menos, tener
menos pensamientos negativos. Pero si aprendemos a elevar nuestra consciencia
personal, desarrollando algunas prácticas incluidas en este libro, comenzaremos
a comprender que hay momentos en que es más saludable eliminar las influencias
negativas de ciertas situaciones, cosas y personas, y concentrarnos en cultivar
las influencias positivas en nosotros.
Hay momentos en que necesitamos solo respirar a fondo, reconociendo la
influencia negativa tal como es; pues no es posible repararla o cambiarla. Por
ejemplo, es posible que tengamos una relación difícil con nuestro jefe, pero,
por otros motivos, queremos mantener este empleo. El acto de aceptación y
reconocimiento pueden ser suficientes para terminar con el peor lado de esa
relación negativa.
En algunos casos, puede ser necesario dejar alguna cosa o alguien una
vez que esa influencia negativa causa estragos en la mente serena. También
podemos fijarnos en algunas situaciones, pensando constantemente en cosas que
no son buenas para nuestra tranquilidad o felicidad. Esas situaciones pueden
involucrar personas muy cercanas, tal vez un compañero o familiar. Pese a todos
los esfuerzos para mantener una relación positiva, reconocemos que están
teniendo un impacto negativo en nuestra mente y en nuestra vida. Podemos hasta
considerar una actitud egoísta el desistir, considerando seguir con esa
situación, pero, algunas veces, los momentos más fuertes de nuestras vidas
implican en nosotros librarnos de un ciclo o patrón negativo porque es con esta
actitud que realmente mejoramos.
Versión al español del original en
portugués (brasilero), el editor.
Este Blogg es maravilloso. Muchas gracias por todo este gran trabajo recopilatorio de tan preciada información.
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