viernes, 23 de mayo de 2008

MALENTENDIMIENTO

Malentendidos
Sogyal Rinpoche
Artículo publicado en View Magazine, 1994

Muy a menudo convertimos un simple problema en algo grande y fuera de toda proporción. Cuantas de nuestras dificultades empiezan con un pequeño malentendimiento: alguien no nos dio su sonrisa habitual hoy día, o nuestro amigo nos criticó... eso es todo lo que se requiere para arruinar nuestro día! Podemos ver que somos tan frágiles, inseguros y vulnerables que cualquier comentario fuera de lugar, cualquier reacción no amable o un chiste con doble sentido puede perforar nuestra confianza completamente. Si no agarramos el malentendido en ese mismo momento, entonces puede actuar como una semilla que germinará y crecerá más y más. Problemas pequeños se transforman en grandes catástrofes emocionales y todos la pasamos mal.

Tal vez al comienzo no logramos identificar exactamente qué está sucediendo –puede manifestarse como un ligero mal humor o ligera depresión. Pero sobre todo, sentimos que no podemos sacárnoslo de encima.

Luego llegan nuestras emociones y nuestra mente comienza a esculpir ideas, creando situaciones, construyendo teorías y extendiendo el problema hasta llegar a las mejores razones del por qué nos estamos sintiendo mal. Lo que se nos escapa es el hecho de que nuestro problema no es tan serio y que en el fondo es una simple construcción mental que, en último término, proviene de la nada, y que en realidad no existe.

En unas enseñanzas de Padmasambhava existen unas instrucciones para transformar los engaños entendiendo el sistema de interdependencia que gobierna nuestras vidas.

La raíz de todos los engaños no es otra que la ignorancia (la falta de visión clara). Esta ignorancia es como confundir una pila de piedras en el horizonte por una figura humana; lo que significa que la fuente de las faltas en realidad no existe por si misma.

Todos nuestros problemas, en otras palabras, vienen de la nada; todos están basados en equivocaciones en el entendimiento. Malentendidos que no tienen existencia real.

Con todas nuestras ideas, con todos nuestros malentendidos, ¿cuán a menudo nos aferramos a una distorsionada y parcial versión de cómo son las cosas? Nuestra total visión de la realidad es fabricada, exagerada y editada fantásticamente por nuestra mente bajo la influencia de nuestro deseo, nuestro enojo y nuestra falta de visión clara (ignorancia).

Una vez que hemos creado algo basado en nuestro malentendido, lo cual es una ilusión, contemplamos la ilusión y la tomamos como verdadera, y con ella llegan las complicaciones, miedos, enfados y demás emociones negativas.

Nos procuramos sufrimiento y problemas que son absolutamente innecesarios. En el fondo es simple, todo lo que tenemos que hacer es darnos cuenta (verlo claramente). Y cuando eventualmente ves la verdad, tu corazón siente compasión por cualquiera que esté sufriendo de esta manera.

¿Por qué tenemos que pasar por todo esto? Sucede que nos resulta difícil ver la verdadera realidad porque todo se presenta muy personal para nosotros. Fallamos en ver cualquier otra perspectiva o darnos cuenta de cómo nuestra mente exagera. La falta de visión clara es uno de los síntomas del samsara, el incontable ciclo de vida y muerte al que estamos suscritos.

Si las examinamos, todas las apariencias, todas nuestras percepciones que tomamos como tan reales, se revelan como completamente inexistentes. Sólo necesitamos un chispazo de la naturaleza más interna de la mente para ver esta falsa realidad como tal: son una manera de sabotearnos y debemos ver que todas nuestras esperanzas, expectativas y miedos son los agentes del samsara.

Incluso si escuchamos enseñanzas espirituales, y escuchamos una y otra vez la verdad de que todo es similar a una ilusión en la mente, aun así, cuando la perturbación mental de la ignorancia entra en juego, emplea un sofisticado sistema que nos hace fallar en reconocer o ver lo que está sucediendo en nuestra mente. (La ignorancia nos hace resistirnos a ver con claridad).

Cuando seguimos un camino espiritual es muy importante estudiar la mente y sus engaños, y tener claro hasta que punto los mal-entendimientos dominan nuestras vidas. Para un practicante espiritual es crucial estar por encima de las cosas.

Estar por encima de las cosas puede ser tomado en diferentes contextos, uno es que necesitamos reconocer la raíz de nuestros problemas. Sabemos que cuando alguien empieza a reconocer sus bloqueos fundamentales es a menudo cuando se inicia la curación. Pero identificar la fuente de nuestras dificultades y confusiones puede parecer tan difícil y tomarnos tanto tiempo. Incluso si ocasionalmente tenemos una breve realización de la realidad de nuestra situación, nuestros viejos patrones conspiran para hacernos olvidar.

También puede suceder que la raíz de nuestros problemas se encuentre oscurecida por nuestro karma, lo que hace imposible para nostros el ver lo que nos bloquea, hasta que el karma sea purificado no estamos listos para realizar qué nos sucede. También es posible que nuestro orgullo simplemente se niegue a darse cuenta, prefiriendo tomar nuestro entendimiento errado como la verdad, y aferrarse fuertemente pues no queremos enfrentar la secreta sospecha de que estamos equivocados.

Entonces, cuando no podemos ver o nos rehusamos a enfrentar honestamente nuestro problema principal, éste se transferirá a otros aspectos de nuestra mente y nuestra vida. Tan pronto como resolvamos un asunto, surgirá otro y se convertirá en una recurrente calamidad.

En cambio, si tenemos la apertura y voluntad de identificar la raíz de nuestra mayor dificultad personal, y de verla claramente tal como es, nos encontraremos sorprendidos de ver que no es un problema gigante y que todo lo que requiere es un sutil cambio.

Todos nosotros, en algún momento, experimentamos momento de repentina realización, cuando todas nuestras ideas preconcebidas acerca de algo cambian hacia una nueva perspectiva de la realidad, completamente diferente, algunas veces sorprendente pero siempre más auténtica. Momentos como este deben de ser contemplados pues en ellos podemos, por un instante, ver el samsara, el vicioso ciclo en que perdemos nuestras vidas, revelado como una fabricación colosal, nada más que ignorancia, no existente en si mismo sino construido en un tortuoso laberinto de perturbaciones mentales.

Cuando repentinamente realicemos algo, algo profundo y liberador que nos muestre cómo se manifiestan los engaños de nuestra mente, la enseñanza es mantener la realización, así la próxima vez que surja una situación similar, al menos será menos intensa. Una cosa de la que podemos estar seguros: si no hacemos un esfuerzo por mantener viva la memoria de la verdad realizada, en poco tiempo la mente encontrará la manera de olvidarla.

Estar por encima de las cosas también significa ser capaz de reconocer esos momentos especiales de claridad y realización, esos repentinos despertares liberadores.

Si no hacemos un esfuerzo consciente en anotar y recordar nuestras realizaciones estas se desvanecerán al cambiar el entorno. ¿Por qué? Porque la realidad diaria de nuestra ordinaria existencia es simplemente más fuerte; el samsara tiene su propio ambiente, su propio soporte, comunidad e influencia. Está tan poderosamente bien establecido, y la negatividad resultante nos ofrece argumentos tan seductores y persuasivos que, a menos que hagamos un esfuerzo determinante, será difícil mantener nuestra inspiración en el camino espiritual.

¿Cómo evitamos quedarnos atrapados en nuestros viejos hábitos y patrones mentales? Tomando el camino que nos libera. No nos olvidemos de la primera enseñanza de Buda sobre las cuatro nobles verdades, que nos dicen que hay un final al sufrimiento. Buda nos muestra la salida y si algo tenemos que reconocer es eso. Debemos rehusarnos a quedarnos atrapados en nuestros hábitos y dar un paso adelante siguiendo el camino para romper con ellos.

Cuando nos encontramos atrapados negativamente en nuestras mentes, tratando de encontrar la razón y el culpable de nuestro tormento, todo lo que estamos haciendo es dándole poder a una falsa realidad de la que queremos liberarnos. Nunca lograremos cambiar si seguimos indefinidamente jugando ese mismo juego. En vez de eso preguntemos ¿Por qué?

Si continuamos alimentando nuestro problema no hay límite de hasta cuánto lo podemos inflar y todo el asunto se convertirá en una nube de complicaciones. Al final quedaremos a la merced de las explicaciones que podamos encontrar, teorías de todo tipo sobre a quién culpar: nuestra infancia, nuestro padre, nuestra madre, nuestro hermano, nuestra hermana, Buda, Jesús o Dios.

Entonces, no nos quedemos buscando patrones, atormentándonos buscando qué está mal en nosotros: lo cual podría tratarse justamente de otro patrón. No nos atormentemos y no nos identifiquemos con los errores que hayamos cometido, y menos pensar que simplemente porque nos hemos equivocado somos fundamentalmente malos o que así seremos siempre.

Mucho más importante es fortalecer los buenos aspectos en nosotros mismos, realizar y recordar qué sucede en esos hermosos momentos cuando sentimos confianza en nosotros mismos, cuando nos sentimos tan bien que es casi como si el ego no existiese, como si todo sentimiento de “yo” se hubiese disuelto completamente, revelando así nuestra esencia, y es allí donde encontramos compasión, generosidad y ausencia de miedo.

En el fondo de nuestro corazón todos queremos hacer un progreso, un cambio, acercarnos a la iluminación. Pero no tenemos que esperar la situación perfecta en que todo esté bien para dejar ir y cambiar. Podemos empezar ahora mismo. Además, la vida es un constante cambio y no tenemos otra alternativa que la de cambiar, y esa falta de alternativa es una bendición ya que nos brinda continuamente la oportunidad de florecer, de ser libres.

Y no tratemos de cambiar todo de golpe, en cambio, asegurémonos de cambiar algo fundamental. El cambio debe de crecer en nosotros, entonces será mucho más estable. Cambios repentinos son como promesas que no podemos mantener. Trabajemos el cambio lentamente y con la confianza de que se está dando, porque cuando te entregas al cambio y realmente dejas ir, lo que estamos pidiendo sucede. Pero “dejar ir” (letting go) no significa abandonar; son dos cosas diferentes. Nunca abandones, pero en todo sentido deja ir, suelta, entrégate al cambio.

Acá es donde la práctica de la meditación puede ser tan poderosa porque puede inspirar en nosotros la realización de que efectivamente podemos dejar ir, y que si dejamos ir, nos liberamos. Cuando somos verdaderamente capaces de dejar ir algunos bloqueos o patrones u obsesiones, entonces se manifiesta el resultado real de la práctica.

Entonces todo se volverá más fácil para nosotros, pues ya lo hemos experimentado. Descubriremos una confianza en nosotros: una auténtica, natural, indestructible confianza que nos traerá ausencia de miedo. Cualquier cosa que tengamos que enfrentar, sabemos que seremos capaces de manejarla. Nuestro miedo, incertidumbre y duda acerca de si podremos cambiar, o de si realmente deseamos cambiar, es lo que nos impide tomar las riendas y esconde nuestra confianza en el falso refugio de nuestros viejos y bien conocidos patrones familiares de sufrimiento.

Cuando pasamos por los momentos más difíciles de nuestras vidas, como perdiendo a un ser que amamos, cuando no hay otra alternativa que dejar ir, veremos que si lo hacemos bajo la luz de nuestra práctica, de la inspiración de las enseñanzas y el proceso de dejar ir, gradualmente a través del tiempo una profunda confianza nace en nosotros. Los maestros Dzogchen dicen que mientras peores sean las circunstancias mejor es para nosotros. Ellos no quieren decir que las más grandes catástrofes sean bendiciones para nosotros, sino que con la visión correcta y dejando ir (soltando) podemos transformar cualquier adversidad en una bendición.

Hay una hermosa figura de Buda en la que está sentado en meditación en las primeras horas de la noche en que alcanzó la iluminación. Mara, la personificación de las perturbaciones mentales, ordenó a su ejército que atacara a Buda, cuando sus armas tocaban su radiante cuerpo se transformaban en ofrendas de adoración. Las espadas, flechas y aceite hirviendo se volvían una lluvia de suaves y fragantes flores.

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