viernes, 14 de octubre de 2016

Renunciar a los cuatro apegos

Aclarando nuestras motivaciones para la práctica

Lama Jampa Thaye


Siempre es maravilloso ver gente que viene al budismo, pero es muy triste ver cuántos pierden su camino, se desilusionan y lo abandonan. Mis propios lamas me han mencionado con frecuencia cuánto los sorprende el número de estudiantes occidentales que se alejan. Por supuesto, hay que reconocer que el ambiente social de apoyo que existe en las culturas budistas asiáticas no está presente aquí en Norte América o Europa, donde no hay consenso o expectativa predominantes que las personas se mantendrán dentro del budismo.
Las causas del desencanto, sin embargo, pueden ir más allá de esto y derivan, en primer lugar, del conjunto de motivaciones que operan cuando las personas participan en el budismo. Renombrados maestros budistas han reconocido siempre la necesidad de instruir a los futuros practicantes sobre la importancia de cultivar la motivación apropiada para fundamentar su estudio y práctica del dharma.
Se puede ver este señalamiento subrayado una y otra vez, tanto por los maestros indios como Nagarjuna, Shantideva, Atisha; como por sus sucesores en las cuatro escuelas del budismo tibetano. Se hace sucintamente en el famoso ciclo de enseñanzas conocido como Renunciar a los cuatro apegos, expuesto por el bodhisattva Manjushri al maestro Sakya Sachen Kunga Nyingpo allá por el siglo XII EC, cuando declaró:
Si tienes apego a esta vida, del Dharma no eres practicante.
Si tienes apego al reino del samsara, renuncia no tienes.
La indicación es sencilla pero radical, y no debemos evadirla si queremos beneficiarnos de nuestro compromiso con el budismo. Significa que podemos comprar miles de libros budistas, unirnos a innumerables organizaciones, recibir iniciaciones, asistir a retiros y aún así no estar practicando el dharma.
Como dijo el Buddha Shakyamuni: "Todo descansa en el sentido de la intención." Lo que impide una realización del Dharma a partir de la práctica del Dharma es precisamente que nuestra intención o motivación para practicar está contaminada por las ocho preocupaciones mundanas, las metas efímeras que hacen imposible cualquier atisbo de la libertad trascendental que es la meta adecuada de la práctica budista. En este sentido, los ocho dharmas mundanos, como también se les conoce, son la real oposición al buddhadharma. Diferentes a este, comprende cuatro pares de factores de motivación: empeño en adquirir placer y no dolor, tener ganancia y no pérdida, conseguir fama y no falta de notoriedad; como esperar alabanza y no reproche.
El arrastre de las ocho preocupaciones mundanas nos impulsa a tratar de manipular nuestra experiencia del mundo, a buscar los placeres mundanos y evitar el dolor, nuestra mente avanza empujando continuamente el descontento. No debería ser ninguna sorpresa que cuando nos encontramos primero con el budismo, las ocho preocupaciones mundanas simplemente cambian su enfoque de objetos burdos, tal como la adquisición de bienes, a las recompensas mundanas más sutiles que se obtienen a través del budismo, como el aparente dominio sobre la inestabilidad emocional y el mayor poder de concentración.
Es por ello que otro gran maestro Sakya, Drakpa Gyaltsen, declaró: "Cuando uno se apega a esta vida, incluso su disciplina ética está contaminada por las ocho preocupaciones mundanas". También dijo: "El meditador que se enfoca en esta vida todavía está ocupado, incluso cuando está en retiro". En este sentido, entender la enseñanza del Buda como simplemente un método para mejorar nuestra situación samsárica, ya sea en esta vida o en la siguiente, todavía está lejos de la libertad a la que nos convoca el Dharma.
El remedio para las ocho preocupaciones mundanas, enseñada en Renunciar a los cuatro apegos y similares ciclos de instrucciones, es "volver la mente al Dharma" por contemplaciones sistemáticas de la preciosidad de nuestra vida humana, la no permanencia y la muerte, la acción (causa y efecto) y los defectos del samsara. Sin la transformación de nuestros valores provocada por estas cuatro contemplaciones, cualquier participación en las actividades dharmicas sólo servirá para fortalecer nuestro egocentrismo.
La primera contemplación nos exhorta no desperdiciar la oportunidad preciosa que nos ha sido dada. Ahora mismo, dispuestos entre nacimiento y muerte, poseemos una libertad para reflexionar, lo que es característico de la vida humana, y también la fortuna de haber encontrado el Dharma. Contamos así con una indispensable base de trabajo por la cual se puede satisfacer nuestro potencial de budeidad. Todavía la inspiración generada por la atención a este precioso momento de nuestra vida humana debe ser templada y consolidada al mismo tiempo al reconocer el hecho de la no permanencia, la segunda contemplación. No se trata de la aceptación ocasional de la no permanencia de las externalidades, tan útil a una sociedad que impulsa el consumo y en donde todo es desechable, sino de un reconocimiento desde nuestros huesos que no hay objeto condicionado, incluso y especialmente nuestra existencia presente, que escape a la muerte. Conocer esto a través de la contemplación profunda es despertar a las posibilidades inherentes en esta vida real, en este momento verdadero y no perderse en la búsqueda de lo efímero de las ocho preocupaciones mundanas.
En este punto, aunque podemos habernos comprometido en alguna medida con el Dharma, todavía podemos estar confundiéndolo como medio de cierta mejoría temporal, sea a un más refinado estado de conciencia o a un renacimiento superior. Para superar tal dilución del Dharma y su propósito, es necesario que analicemos todos los estados del samsara a nuestra disposición. De arriba (el reino de los dioses) a abajo (los reinos infernales), y en cualquier lado, el samsara es sufrimiento. Y lo que produce sus diversas formas de sufrimiento son nuestras decisiones y acciones consiguientes, es la tercera contemplación. Las dos contemplaciones finales que vuelven la mente hacia el Dharma se centran en los defectos del samsara (la cuarta) y las causas del samsara, es decir, nuestras acciones (la tercera).
Mientras nuestras intenciones de la práctica del Dharma sigan estando no transformadas, sólo permaneceremos más en el sufrimiento del samsara, viviendo en la misma jaula antigua. A través de la atención a estos temas llegamos a entender que practicar el Dharma con una mente que no está impregnada de los valores del Dharma es vender el dharma corto y conformarse con menos libertad.

Lama Jampa Thaye es un estudioso, autor y maestro de meditación del Reino Unido.
Imagen: Manjushri (deidad budista & Bodhisattva) - Arapachana. Cortesía del Rubin Museum of Art.

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