jueves, 14 de enero de 2016

Una visión budista del Islam 
Alexander Berzin
Noviembre 2006

Originalment publicada con amplios notas de pie en
Islam and Inter-faith Relations: The Gerald Weisfeld Lectures 2006,
eds. Lloyd Ridgeon and Perry Schmidt-Leukel. London: SCM Press, 2007, p. 225-51


Con preocupación por los problemas de la globalización y el calentamiento global que se vuelven cada vez más amplios, la importancia de lo que su Santidad el decimocuarto Dalai Lama llama "responsabilidad universal" se está volviendo cada vez más evidente. El desarrollo sustentable e incluso la supervivencia, depende de las naciones, culturas, religiones y personas individuales tomando responsabilidad compartida para intentar solucionar estos problemas universales. Una de las bases esenciales para dicha cooperación es el entendimiento mutuo. Mediante la educación acerca de otras culturas con suerte podremos evitar los desastrosos efectos de cualquier posible futuro "choque de civilizaciones".

Dos de estas civilizaciones son los mundos islámico y budista. Sobre la historia, las dos civilizaciones han interactuado de manera constructiva y problemática. Cuando se han enfrentado, la doctrina religiosa se han utilizado para reunir las tropas. Pero el más profundo análisis demuestra que los motivos detrás de los conflictos se han centrado principalmente en temas económicos, políticos y estratégicos militares.

En la actualidad, hay muy pocas zonas del mundo donde los budistas tradicionales y los grupos islámicos están viviendo juntos. En algunas de esas regiones donde entremezclan – como el Tíbet, Ladakh y el sur de Tailandia – la interacción es tan fuertemente afectada por las acciones de otros grupos culturales y nacionales que uno no puede aislar significativamente cuestiones específicas budistas - musulmanas fuera de su más amplio contexto. En otros, como Malasia e Indonesia, la población budista consta de chinos de ultramar, y la interacción entre ellos y los musulmanes nativos está determinada principalmente por factores económicos. En definitiva, las diferencias doctrinales religiosas parecen jugar poco papel en las actuales relaciones budista-islámica.

¿Cuál es, entonces, el propósito de fomentar el diálogo entre budistas y musulmanes? Las diferencias doctrinales entre las dos religiones siempre estará ahí y, por supuesto, estas deben ser conocidas y reconocidas para no causar ofensa involuntaria. Sin embargo, descubriendo y afirmando los valores humanos básicos compartidos, tales como los hechos de que todo el mundo quiere ser feliz y no sufrir, y que todos estamos interconectados – los miembros de todas las comunidades, no sólo los budistas y los musulmanes, pueden aunar sus recursos y centrar sus esfuerzos en tratar de resolver los problemas de interés mundial.

Aquí, vamos a revisar brevemente la historia de la interacción budista-musulmana durante el primer milenio después del Profeta, centrándonos en el nivel de conocimiento que ha tenido la tradición budista indo-tibetana del Islam y los puntos que ha identificado como siendo armoniosos o problemáticos. Los puntos problemáticos indican algunas de las cuestiones que requieren tolerancia mutua con el fin de evitar cualquier rechazo de cooperación. Los puntos comunes, por el contrario, sugieren algunos de los fundamentos positivos que pueden fortalecerse para la construcción del respeto mutuo y la coordinación de esfuerzos. Está fuera del alcance de este artículo incluir un recuento de la interacción entre las dos religiones durante el período Ilkanato en Irán cuando, entre 1256 y 1295 CE, los gobernantes mongoles patrocinaron y propagaron allí el budismo tibetano antes de la conversión de Irán al Islam. También es omitido un análisis de la respuesta budista uigur al progreso del Islam en su dominio en el Turquestán Oriental (actual Xinjiang, China) entre los siglos xi y xiv de nuestra era.


Estudio histórico de la interacción entre el mundo islámico y el budista
El Buddha Shakyamuni vivió en norte central de la India de 566 a 485 a.E.C., mientras Muhammad vivió en Arabia de 570 a 632 E.C. Por lo tanto, en la mayoría de sus años formativos en la India, la literatura budista no contiene referencias al Islam o a sus enseñanzas. Sin embargo, incluso después de la época del Profeta, las fuentes budistas sólo hacen escasa referencia a los principios de la fe islámica. Cualquier interacción que ocurrió entre los dos pueblos se basó en el muy poco conocimiento de las creencias del otro.

Los budistas bajo el régimen omeya y abbasí
Durante los primeros siglos después de la época del Buddha, las enseñanzas budistas se habían extendido en el subcontinente indio en el actual Afganistán, Irán oriental, Uzbekistán, Turkmenistán y Tayikistán. Comunidades budistas tanto laicas y monásticas florecieron allí. Cuando, a partir de tres décadas después de la época del Profeta, estas regiones estuvieron bajo el gobierno islámico árabe con los califatos Omeyas y luego los califatos Abasí, los budistas recibieron allí  el estatus dhimmi. Esto significaba que, como no musulmanes, se les permitió seguir su propia religión, pero los laicos entre ellos estaban obligados a pagar un impuesto individual adicional. Las pocas persecuciones que ocurrieron fueron de breve duración, y a los budistas les fue permitido reconstruir algunos de sus monasterios que habían sido destruidos. Sin embargo, la comunidad budista que vivía con el estatus dhimmi, no parece haber tenido interés en o haber escrito sobre el Islam.

Muchos budistas en estas áreas también se convirtieron al Islam durante este período. Las razones para su conversión varían de región a región y de una persona a otra. Parece, sin embargo, que los principales factores fueron los incentivos económicos y políticos, más que por convicción religiosa o conversión por la espada. Allí no parecen haber relatos escritos de estos conversos explicando las razones – doctrinales u otras – para su conversión.

El más temprano contacto serio entre los eruditos budistas y musulmanes comenzó a mediados del siglo octavo, durante el período Abasí. En aquel momento, el califa al-Mansur había construido en Bagdad una Casa del Conocimiento (ár. Bayt al-Hikmat) para el estudio y la traducción de la literatura de los mundos culturales griegos e indios, especialmente sobre temas científicos. Como parte de este programa, su hijo, el califa al-Mahdi, invitó a los eruditos budistas de la India y del enorme monasterio Nava Vihara en Balkh, Afganistán.

Es difícil decir que los monjes budistas en Bagdad estuvieron en realidad formalmente asociados con la Casa del Conocimiento. Sin embargo, parece que tuvieron discusiones en aquel momento con los eruditos islámicos. La evidencia para esto viene desde el Libro de las religiones y credos (ár. Kitab al-Milal wa al-Nihal), un tratado sobre las herejías islámicas, en el que el teólogo Isma'ili del siglo XII, al-Shahrastani, da un breve relato de la imagen que los eruditos islámicos de aquella época tenían del budismo. Como su principal interés estaba puesto en el pensamiento griego, sin embargo, su estudio del budismo no fue en profundidad.
En consecuencia, los eruditos budistas en Bagdad parecen que mostraron poco interés en las doctrinas islámicas. Aunque los monjes en las universidades monásticas budistas en ese momento, del actual Afganistán y el subcontinente indio, debatieron vigorosamente las afirmaciones de los diversos sistemas de principio no budistas indios, no existe evidencia que haya tenido lugar cualquier debate con los eruditos musulmanes. Ninguna mención de las creencias islámicas aparece en cualquiera de los tratados filosóficos budistas sánscritos, ni entonces ni después.

Muchos monasterios budistas fueron destruidos durante las distintas invasiones del subcontinente indio, primero por las fuerzas Omayas en la primera mitad del siglo VIII y luego por los ejércitos de los diferentes estados vasallos turcos islámicos bajo los abásidas desde principios del siglo XI a mediados del siglo XIII. Los monasterios no se recuperaron de esta destrucción y, aunque muchos budistas en el subcontinente posteriormente se convirtieron al Islam, la mayoría llegó a ser absorbida por la población hindú.

Las invasiones turcas parecen haber sido motivadas principalmente por consideraciones de ganancia económica, política y militar, en lugar de por celo religioso. Sin embargo, uno no puede descartar las descripciones, encontrados en relatos históricos musulmanes, budistas y occidentales, de las atrocidades y los fanatismos religiosos que se produjeron durante las campañas. Independiente-mente de lo que podrían haber sido los motivos de la destrucción, la literatura budista de la época no revela más información sobre la visión budista de las enseñanzas islámicas.

Debido a una hambruna generalizada en su patria a mediados del siglo XVII, un grupo de inmigrantes musulmanes cachemires se estableció en Lhasa, Tíbet, durante el reinado político del quinto Dalai Lama. Como parte de su política de tolerancia religiosa, el quinto Dalai Lama otorgó privilegios especiales a los musulmanes. Les concedió terrenos para una mezquita y un cementerio, permitiéndoles elegir un comité de cinco miembros para supervisar sus asuntos internos, como resolver independientemente sus propios conflictos según las leyes de la Sharia y los dispensó del pago de impuestos. Aunque estos privilegios indican el respeto budista por la autonomía de la comunidad musulmana en el Tíbet, no dan ninguna indicación de que tuvo lugar cualquier diálogo interreligioso en esos momentos.


La conclusión que podemos extraer de esta revisión es que, aunque el mundo budista indo-tibetano tuvo contacto tanto pacífico como problemático con el mundo islámico durante muchas ocasiones en el primer milenio después del Profeta, fue escaso el interés budista por aprender acerca de las enseñanzas del Islam.

Continúa...

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