domingo, 23 de diciembre de 2018

EL DOMINIO OBSESIVO DE LA MENTE


EL DOMINIO OBSESIVO DE LA MENTE
DZIGAR KONGTRUL RINPOCHE| OCTOBER 5, 2017
El dominio obsesivo de la mente,
dice Dzigar Kongtrul Rinpoche, no es otra cosa que el dominio del auto aferramiento. Si nuestro objetivo es liberarnos de los miedos e inseguridades interminables que nos acechan, entonces hay que cortar a través del auto aferramiento, cultivando la visión de la vacuidad.


En el viejo Tíbet, los practicantes iban a los osarios, a manantiales, a casas encantadas, árboles embrujados, etc., para revelar cuán profundamente su práctica había cortado con el núcleo de sus temores y apegos. La práctica de cortar a través de su núcleo de apegos y temores más profundos se llama nyensa chödpa. Nyensa chödpa significa “cortar a través del dominio obsesivo de la mente”. No es que les estoy animando a ir a esos lugares encantados para probarse a sí mismo, pero es importante para todos los practicantes comprender la visión detrás de nyensa chödpa, porque solo hasta que somos desafiados no sabemos cuán profundo puede ir nuestra práctica.

Podemos ser practicantes establecidos; podemos estar cómodos con nuestra práctica y el trabajo con nuestra mente; todo podría ir sin problemas. Como mi maestro Dilgo Khyentse Rinpoche solía decir: «La práctica es fácil cuando el sol está en tu espalda y tu vientre está lleno». Pero cuando se presentan circunstancias difíciles y nos estamos totalmente sacudidos desde dentro, cuando hemos tocado fondo, o cuando algo nos está atormentando y nos sentimos totalmente vulnerables y expuestos a toda nuestra neurosis, entonces es otra la historia.

Las circunstancias difíciles nos revelan cuánto hemos aprendido del buddhadharma, cuánto hemos aprendido del tantra y cuánto hemos aprendido de nuestra práctica de meditación y de la experiencia de nuestra mente. Pero no necesitamos esperar circunstancias desafiantes para descubrir nuestros temores ocultos y apegos. No tenemos que esperar para que nuestra burbuja de felicidad estalle, para que alguien querido muera, o para saber que tenemos una enfermedad fatal. Hay un montón de oportunidades de practicar nyensa chödpa aquí en nuestra propia mente. Hay muchas oportunidades porque hay mucho auto aferramiento.

El dominio obsesionado de la mente es el dominio del auto aferramiento. Es el mundo del yo y de todas las esperanzas y temores que vienen de intentar fijarlo. Nuestros esfuerzos para garantizar al yo dan lugar a todas las emociones negativas. Si no estuviéramos tan preocupados con la actitud de apreciar y proveer al yo, no habría ninguna razón para el apego. La agresión, también, no tendría razón para surgir si no hubiera ningún ego para proteger. Y los celos, que se manifiestan cada vez que pensamos que el yo carece de algo, no tendrían ningún impulso para devorar nuestra paz interior porque estaríamos contentos con la riqueza y la confianza naturales de nuestra propia mente. Si no tuviéramos ninguna necesidad de proteger a todas las cosas embarazosas sobre el yo que nos hace tan inseguros, no tendríamos ninguna causa para la arrogancia. Finalmente, si no estuviéramos tan obsesionadas con el yo, podríamos confiar en nuestra inteligencia innata en lugar de dejar que nuestra estupidez nos acompañará a través de las actividades que nos traen tanto dolor una y otra vez.

Así las emociones mismas no son la causa del problema. Sin embargo hasta llegar a la raíz de nuestras emociones negativas, estarán allí, esperando en la cola para “salvarnos” de nuestras inseguridades fundamentales. A menos que dejemos de aferrarnos al yo con todas sus intrigas egoístas para salvarse a sí mismo de la manera habitual, sólo seguiremos imponiendo una más y más fuerte creencia en la solidez del yo. Si el objetivo de la práctica es liberarnos de nuestras inseguridades sin fin, nosotros debemos cortar a través del auto aferramiento. Hasta que lo hagamos, el auto aferramiento definirá nuestra relación con el mundo, ya sea el mundo interior de nuestra propia mente o en el mundo externo a nosotros.

Desde la perspectiva del yo, el mundo está o bien con nosotros o bien contra nosotros. Si está con nosotros, su propósito es alimentar nuestros apegos infinitos. Si está contra nosotros, debe ser rechazado y añadido a nuestra paranoia infinita. Es o bien nuestro amigo o bien nuestro enemigo, algo para atraer o rechazar. Cuanto más nos aferramos a un yo, más crece nuestra creencia en un mundo sólido, objetivo que existe independiente de nosotros. Cuanto más lo vemos como sólido y separado, más el mundo nos obsesiona: Estamos obsesionados por lo que queremos del mundo y estamos obsesionados por nuestra lucha para protegernos de él.

Los numerosos problemas que vemos en el mundo hoy y que también encontramos en nuestras propias vidas personales, surgen de la creencia de que el enemigo o la amenaza están “fuera” de nosotros. Esta fractura se produce cuando nos olvidamos de cuán profundamente conectados estamos a los demás y al mundo que nos rodea. Esto no es decir que la mente y el mundo fenoménico son uno y que todo lo que experimentamos es un mero producto de nuestra imaginación. Simplemente significa que lo que creemos que es un yo, y lo que creemos que es distinto del yo, están inextricablemente vinculados, y que, en verdad, el yo sólo puede existir en relación con el otro. Verlos como independientes es realmente la más primitiva forma de ver y participar de nuestras vidas.

Ver la conexión o interdependencia de todas las cosas es ver de un modo amplio. Se reduce la separación artificial que creamos entre el yo y todo lo demás. Por ejemplo, cuando sostenemos firmemente un yo, la ley natural de la no permanencia surge como una amenaza a nuestra existencia. Pero cuando aceptamos que somos parte de este flujo natural, empezamos a ver que la entidad a la que nos aferramos como si fuera un ser estático, inmutable e independiente es sólo un flujo continuo de experiencia compuesta de pensamientos, sensaciones, formas y percepciones que cambian de momento a momento. Cuando aceptamos esto, nos convertimos en parte de algo mucho mayor, el movimiento de todo el universo.

Lo que experimentamos como “nuestra vida” es resultado de la relación interdependiente entre el mundo “externo” — el mundo de color, forma, sonido, olor, gusto y tacto — y nuestra conciencia. No podemos separar la conciencia, el conocedor, de lo que es conocido. ¿Es posible, por ejemplo, ver sin un objeto visual u oír sin un sonido? Y ¿cómo podemos aislar el contenido de nuestros pensamientos de la información que recibimos de nuestro entorno, de nuestras relaciones y de las impresiones de nuestras percepciones sensoriales? ¿Cómo podemos separar nuestros cuerpos, de los elementos que los componen o de la comida que comemos para mantenernos vivos, o de las causas y condiciones que traen nuestros cuerpos a la existencia?

De hecho, hay poca consistencia en lo que consideramos ser yo y lo que consideramos que es el otro. A veces incluimos nuestras emociones como parte del yo. Otras veces, nuestro enojo o depresión parecen perseguirnos o incluso amenazarnos. Nuestros pensamientos también parecen definir quiénes somos como individuos, pero a menudo nos agitan o excitan como si existieran como otros. En general, identificamos el cuerpo con yo, sin embargo, cuando caemos enfermos, a menudo nos encontramos diciendo: “Mi estómago me está molestando” o “Mi hígado me está causando problemas”. Si investigamos cuidadosamente, inevitablemente concluiremos que no es realmente posible identificar donde el yo se va y donde el mundo comienza. Lo único que podemos observar es que todo lo que surge, tanto lo que consideramos que es el yo como lo que consideramos que no es el yo, lo hace a través de una relación de interdependencia.

Todos los fenómenos dependen de otros para surgir, expresarse y desaparecer. No hay nada que se pueda encontrar que exista por sí mismo, independiente y separado de todo lo demás. Ese yo y los otros al carecer de límites claramente definidos, no significa que nos arrojemos a un estado vago de no saber quiénes somos y cómo relacionarnos con el mundo, o de que perdamos nuestra inteligencia discernidora. Simplemente significa que, al aflojar el apego que tenemos a nuestra pequeña noción estrecha yo, comenzamos a relajarnos en la verdadera naturaleza de todos los fenómenos: el estado no dual de vacuidad, que trasciende tanto al yo y al otro.

Al haber ido más allá de la mente dualista, podemos disfrutar de la “unidad singular” de nuestra propia naturaleza dharmakaya profunda. La “singularidad” de la vacuidad no es única en oposición a muchos. Es un estado más allá de uno o dos, sujeto y objeto, y el yo y el mundo exterior; es la naturaleza singular de todas las cosas. Al reconocer la naturaleza de la vacuidad, nuestra propia ilusión – la falsa dualidad de sujeto y objeto – se separa y se disuelve. Esto nos alivia de la pesadez producida por la sutil creencia subyacente de que las cosas tienen una naturaleza separada o sólida. Al mismo tiempo, aprehendemos la interconexión de todo y esto trae una gran visión a nuestras vidas.

Cultivar una profunda convicción en la visión de la vacuidad es todo lo que trata la práctica de nyensa chödpa. Nyensa se refiere a lo que nos persigue: aferrarse al yo y a todos los temores y engaños que esto produce. Chödpa significa “atravesar”. ¿Qué es lo que corta nuestro aferramiento, nuestros miedos y nuestro engaño? Es la realización de la vacuidad, la realización de la verdad. Cuando la visión de la vaciedad surge en nuestra experiencia, aunque sea por un momento, el aferramiento al yo se disuelve naturalmente. Es entonces cuando comenzamos a desarrollar confianza en lo que es realmente posible.

Impresionada por la confianza inquebrantable del yogui Milarepa en la visión de la vacuidad, la Ogresa de la Peña, mientras intentaba atormentarlo y asustarlo, hizo esta famosa declaración, que ilustra muy bien la visión de nyensa chödpa. Ella dijo:

Este demonio de tus propias tendencias surge de tu mente, si no reconoces la naturaleza [vacua] de tu mente. No voy a irme solo porque me dices que me vaya. Si no te das cuenta de que tu mente es vacua, hay muchos más demonios además de mí. Pero si reconoces la naturaleza [vacua] de tu propia mente, las circunstancias adversas te servirán solo para mantenerte, e incluso yo, Ogresa de la Peña, estaré a tu disposición.

Comprender la vacuidad conceptualmente no es suficiente. Necesitamos entenderlo a través de la experiencia directa, de modo que cuando seamos sacudidos desde la profundidad de nuestro ser, cuando se desafíe todo el mecanismo del apego al yo, podamos descansar en esta visión con confianza. Cuando surgen circunstancias desafiantes, no podemos simplemente arreglar conceptualmente las cosas con las ideas que tenemos acerca de la vacuidad. Simple-mente pensar: “Todo es vacuo”, sirve de poco en esos momentos. Es como entrar en una habitación con poca luz, ver una cuerda en el suelo y confundirla con una serpiente. Podemos decirnos a nosotros mismos: “Es una cuerda, es una cuerda, es una cuerda”, todo lo que queramos, pero a menos que encendamos la luz y veamos por nosotros mismos, nunca nos convenceremos de que no es una serpiente, y nuestro miedo permanecerá. Cuando encendemos la luz, podemos ver a través de la experiencia directa que lo que confundimos con una serpiente era en realidad una cuerda, y nuestro miedo se disipa. De la misma manera, cuando nos damos cuenta de la naturaleza vacía del yo y del mundo que nos rodea, nos liberamos del aferramiento y del miedo que lo acompañan. Es esencial que tengamos una convicción basada en la experiencia, sin importar cuán grande o pequeña sea esa experiencia.

Sin esta convicción, cuando surgen circunstancias difíciles, podemos enfrentarnos a muchas dudas sobre nuestra práctica de meditación. Podemos preguntarnos por qué nuestra meditación no está funcionando. Si la meditación no nos sirve en tiempos difíciles, ¿qué más podemos hacer para rescatarnos del horror y el miedo que tenemos dentro? ¿Qué hay de todos los años de práctica que hemos hecho? ¿Nos estamos engañando a nosotros mismos? ¿Fue nuestra práctica alguna vez genuina?

En tiempos como estos, no debemos desanimarnos acerca de nuestra capacidad para practicar. Junto con el cuestionamiento de mente abierta, las circunstancias desafiantes pueden ayudar a profundizar y aclarar el propósito de nuestro camino, ya que exponen hasta qué punto nuestra práctica ha penetrado en el núcleo del aferramiento al yo. Aunque estas experiencias a menudo nos conmocionan o perturban, llaman nuestra atención sobre la experiencia inmediata de aferrarse y el dolor que genera, y comenzamos a pensar en dejarlo ir.

Muchas veces en el pasado, podemos haber tenido la experiencia de dejar de aferrarnos y descansar en la naturaleza del vacío, pero aún no hemos desarrollado confianza o convicción en esa experiencia. Podemos sentirnos seguros en el momento de ver cómo se derrumban nuestras percepciones comunes y confusas, pero a menos que confiemos en esa experiencia, no afectará el impulso de nuestros hábitos ordinarios y confusos. Rápidamente volveremos a creer en nuestra experiencia como sólida y real. Sin embargo, si somos capaces de confiar en la experiencia directa de la vacuidad, podemos, a través de la retrospectiva, unir esa comprensión con nuestra experiencia presente. Confiamos en el recuerdo de nuestro encuentro directo con la visión de cambiar la forma en que normalmente respondemos a situaciones difíciles.

Por otro lado, incluso si tenemos alguna convicción, no es como si porque lo hemos soltado una vez – "¡Eso es!" – ya lo dejamos ir por completo y nunca nos volveremos a aferrarnos. La mente habitual es como un rollo de papel: cuando lo desenrollas por primera vez, inmediatamente se enrosca hacia atrás. Debes aplanarlo continua-mente, y finalmente se mantendrá. Nuestro desafío constante como practicantes, el verdadero enfoque de nuestra práctica, es reducir el apego que tenemos en el centro de nuestra mente.

A medida que nos acercamos al dominio obsesionado con menos miedo, podemos encontrar algo de inteligencia en la experiencia de ser perseguido: aunque continuamente tratamos de protegernos, instintivamente sabemos que no podemos. Este conocimiento instintivo proviene de una inteligencia innata que ve la naturaleza dinámica e inasible de todas las cosas. Observa que las cosas surgen y desaparecen, tanto la felicidad como el sufrimiento y los cambios de nacimiento, vejez, enfermedad y muerte. Cuando nos aferramos al yo y a los demás, nuestra mente se siente profundamente conflictiva y temerosa porque aferrarse está en desacuerdo con nuestra inteligencia interna. Por supuesto, no nos estamos aferrando porque queremos sufrir; nos estamos aferrando porque queremos evitar el sufrimiento. Pero aferrarse por su naturaleza causa dolor. Cuando dejamos de aferrarnos y nos volvemos hacia nuestra inteligencia innata, comenzamos a experimentar una sensación de tranquilidad en nuestras mentes y comenzamos a desarrollar una nueva relación con lo que ordinariamente nos obsesiona.

Como practicantes interesados en ir más allá de la ilusión, podemos encontrarnos intrigados por el dominio obsesionado de la mente. Podemos encontrar que, en lugar de tratar de evitar el dolor, queremos acercarnos a lo que nos obsesiona. Envalentonados por la experiencia de la vacuidad, podemos cuestionar la solidez o la verdad de nuestros miedos: tal vez las cosas no existen tal como parecen. De hecho, cada vez que vemos a través del dominio obsesionado de la mente, cuando vemos su naturaleza ilusoria o vacía, experimentamos el sabor de la verdadera liberación. Esta es la razón por la cual los grandes yoguis del pasado practicaban en lugares embrujados como los osarios. Los lugares que provocan los aspectos ocultos de la mente están llenos de posibilidades de liberación. De esta manera, el dominio obsesionado, ya sea un terreno de batalla o el dominio del miedo que resulta de nuestro propio aferramiento, sirve como base de nuestra realización.

No necesitamos aferrarnos al yo para disfrutar de la vida. La vida es de manera natural rica y abundante. No hay nada más liberador y agradable que experimentar el mundo que nos rodea sin aferrarse. No nos privamos de la experiencia si abandonamos nuestros apegos. Aferrarse realmente nos inhibe de disfrutar la vida al máximo. Nos consumimos tratando de organizar el mundo de acuerdo con nuestras preferencias, en lugar de deleitarnos en la forma en que nuestra experiencia se desenvuelve de forma natural.

Podemos apreciar tanto la vida cuando nos liberamos de las esperanzas y los temores relacionados con el aferramiento al yo, incluso de todos los problemas que generalmente tratamos de evitar y temer, como la vejez, la enfermedad y la muerte. La capacidad de apreciar todos los aspectos de nuestra mente, realmente dice algo sobre el magnífico potencial de la mente. Nos muestra que la mente es mucho más grande que las confusiones, los temores y los disturbios que a menudo nos acechan. Nos muestra que nuestro sufrimiento personal y el mundo de sufrimiento “fuera” de nosotros no son más que el mundo interno y externo de nuestra propia ilusión: el samsara.

Nyensa chödpa es cortar a través de la mente del samsara. ¿Qué podría ser mucho más obsesionado y temeroso que el samsara? ¿Qué podría ser un beneficio mayor que ir más allá del samsara y de nuestro aferramiento al yo? ¿Qué podría ser más significativo que reconocer que el samsara, aquello que nos ha hecho tan temerosos y sacudidos, es por naturaleza la naturaleza no dual de la vacuidad misma? Si hacemos la práctica de nyensa chödpa en nuestra vida cotidiana, es una manera maravillosa de vivir esta vida, y el trabajo que hacemos se medirá al final.


Dzigar Kongtrül Rinpoche nació en el norte de la India y ahora vive en el sur de Colorado. Él es el fundador de Mangala Shri Bhuti, una organización dedicada al estudio y la práctica de las enseñanzas del linaje Longchen Nyingthik del budismo tibetano. Escribió It's Up to You: The Practice of Self-Reflection on the Buddhist Path [Depende de ti: la práctica de la autorreflexión en el camino budista], publicado por Shambhala Publications.



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