domingo, 12 de febrero de 2017

El perdón del Buddha


Ozmo Piedmont, Ph.D.


“Aferrare a la ira es como aferrarse a una brasa candente con el intento de tirársela a otro; tú eres el que se quema.”  Buddha, 563-483 B.C.E.

Cuando estamos manejando nuestra vida, ¿quién está conduciendo, nuestro karma o nuestra Naturaleza Búdica? En el Dhammapada se lee que el Buddha dijo: “Cuando un hombre gobierna el surgimiento de su ira como a un carruaje que se va de control, eso es lo que llamamos un conductor de carruaje.  El resto es sólo tener riendas.” (Curto, 2005, XVII, V. 222)  La ira es un aspecto de la aversión, uno de los tres venenos de la mente. Cuando la vida nos presenta situaciones que provocan la aversión, o sea, la ira, la irritación, la frustración, el enojo, la furia, la rabia, la molestia, la preocupación, o el miedo, son todas oportunidades para nuestra práctica espiritual. Estas sensaciones en sí no son el problema, sino nuestro apego a ellas, lo que reafirma patrones  y hábitos inconscientes basados en egoísmo e ignorancia.  Cuando esto pasa, estamos fuera de control y nuestras acciones pueden causar dolor, pena, y sufrimiento.  En otras palabras, hemos perdido las riendas del carruaje de nuestra mente.  En vez de adiestrar el cuerpo y la mente en cómo guiar el carruaje para resolver un problema con perspicacia, sabiduría, y compasión, de hecho estamos presos de tendencias negativas, las que se repiten miles de veces por nuestro karma negativo. Efectivamente, estamos causando sufrimiento tanto para nosotros como para los demás.  En cambio, cuando podemos practicar atención vigilante, como un buen conductor del carruaje, estamos en control de nuestras reacciones, absteniéndonos de las tendencias que nos desvían el carruaje con acciones erróneas, dándonos la oportunidad de guiarlo en la dirección apropiada.  

No nos desviamos ni en la dirección de la inactividad, ni en la dirección de emociones incontroladas.  Al notar el obstáculo en el camino, la situación nos exige actuar en el momento; nuestras sensaciones nos atraen la atención que deberíamos atender a algo.  Por ejemplo, si hay un bache en el camino, la sensación de preocupación, irritación, enojo, o miedo nos indica que hay peligro inminente.   Hay que evitar el bache.  Pero ¿cómo rodearlo?  Si estamos apegados a nuestra emoción de aversión, podríamos maldecir y soltar palabrotas al bache, lo que no sirve para nada.   Pero al notar la sensación surgiendo, la dejamos pasar, y en vez de dejar a la emoción dictar nuestro comportamiento, buscamos la forma más eficaz para evitar el bache.  Es el momento en nuestra práctica espiritual que preguntamos al Infinito “Qué es bueno hacer ahora?”, dándonos la oportunidad de considerar todas las opciones, mientras que ponemos fe en una sabiduría más profunda, con una perspectiva más amplia, para que  nos aconseje lo que pertenece a nuestra Naturaleza Búdica.  Al recibir su directiva, actuamos con pleno corazón.  En esta manera, evitamos el bache en el camino, igual como evitamos los choques interpersonales con el mundo de nuestras familias, el trabajo, o la sociedad.   

Es reconfortante recordar que no estamos solos en este camino de la vida, puesto que el consejo y la ayuda del Infinito son como tener estos sistemas de posicionamiento global en los automóviles.  Al apretar un botón, una voz computarizada  nos recomienda la ruta más directa para que lleguemos a la meta de nuestro viaje, diciéndonos “De vuelta a la derecha en la próxima esquina.”  Siempre se puede ignorar la voz, pero confiamos que está guiándonos para nuestro bien.  De igual forma, confiamos en el Infinito para guiarnos en la dirección más directa.  Por medio de la meditación, la práctica y la atención vigilante, estamos encendiendo el aparato de nuestra intuición espiritual, abriéndonos al consejo disponible en este momento.  Al preguntarle al Infinito, “¿Qué es bueno hacer ahora?” estamos apretando el botón que da lo Eterno la oportunidad para guiarnos en la vida cotidiana, ayudándonos para purificar nuestro karma y aliviar el  sufrimiento, así llegando por la ruta más directa en nuestras vidas a la meta divina: la paz.  Pero eso requiere nuestra capacidad para desapegarnos de los sentimientos negativos. 

Desde la perspectiva del Budismo, el perdón significa la habilidad de renunciar a la ira y el resentimiento, sin guardar rencor ni heridas, viviendo en el presente sin distracciones basadas en memorias del pasado ni proyecciones al futuro.  Si uno guarda ira, primero se hiere a sí mismo, y luego se crea sufrimiento para los demás por la violencia.  El Dalai Lama de Tíbet nos recuerda que la violencia solo genera violencia, y puede perjudicar nuestra salud:

“Con el perdón, hay dos niveles aquí.  Un nivel: el perdón significa que no deberías desarrollar sentimientos de venganza. Puesto que la venganza perjudica a la otra persona, por tanto es una forma de violencia. Con la violencia, hay normalmente contra violencia.  Esto genera más violencia aún – el problema nunca termina.  Esto es un nivel.  Otro nivel: el perdón significa que no deberías desarrollar sentimientos de ira hacia tu enemigo.  La ira no resuelve nada.  La ira sólo trae sentimientos incómodos a ti mismo.  La ira destruye tu paz mental.  No puedes sentir la felicidad mientras que mantengas la ira.  Creo que esto es la razón principal por la que debemos perdonar.  Con la mente tranquila, hay más paz mental, más salud para el cuerpo.  Una mente agitada nos destruye la salud, es muy dañino al cuerpo.  Este es lo que creo yo.”  (Lama, 2004, p. 234-235)

Entonces, en vez de fomentar más y más negatividad, perjudicando a nosotros y a los demás, hay que perdonar, incluso a nuestros enemigos, porque incluso los pensamientos crean mal karma.  De hecho, nuestros enemigos pueden enseñarnos las lecciones más importantes en como amar y perdonar.  El médico personal del Dalai Lama, Dr. Choedrak, fue encarcelado en 1959 por los chinos durante veintiún años.  Sobrevivió a la tortura y el abuso de una forma bien sana por practicar cuatro puntos de comprensión: 1.  Aunque tuvo que enfrentar gran sufrimiento e injusticia, podía responder con amor.  2. Sus captores estaban sufriendo en condiciones iguales a él, y por la ley de karma, iban a sufrir mucho más en el futuro, mereciendo su compasión por ellos como seres sufriendo más y más por su ignorancia y confusión.  3. Tuvo que aprender a como soltar los sentimientos de orgullo, auto-importancia, y soberbia falsa, puesto que todo ser humano ha hecho igual en el pasado basado en su ignorancia.  Si sus captores hubieran sabido mejor, habría hecho diferente. 4.  El odio, la ira, y el rencor no terminan nunca si reaccionamos con las mismas emociones.  Solo terminan siendo libre de ellas, o sea con amor. (Goldstein, pp. 125-126)  Como dijo el Buddha en la Dhammapada (Cap. 1, V. 5): “Las ocasiones de odio ciertamente nunca son apaciguadas mediante el odio.  Son apaciguadas estando libre de odio.  Esta es una ley eterna.” (Curto, p. 26)

El Buddha describió seis virtudes (paramitãs) de alguien en el camino espiritual llegando al Nirvana; una de ellas es la paciencia.  Tenemos que desapegarnos de la ira en nosotros, renunciando todo deseo de venganza o retribución.  Así, se puede liberar del dolor y el rencor, transformando lo que es negativo en algo positivo.  Eso no implica olvidarnos de lo que pasó.  Sólo se puede elegir no continuar con los sentimientos negativos, porque incluso los pensamientos pueden causar karma negativo, lastimando a los demás, y por tanto, lastimándonos a nosotros mismos.  El mero hecho de pensar en la venganza y retribución nos causa nuestro propio infierno de dolor y sufrimiento interior (Ratnaghosa, 2012).  Pero si podemos generar amor, compasión, y perdón, experimentamos la paz y la armonía, dos aspectos de la Naturaleza Búdica, lo más puro y libre en nosotros. 

Lo importante es resolvernos conscientemente a perdonar para quitarnos de las emociones y los sentimientos enfermos y venenosos, no para hacer el otro sentir culpable, sino para liberarnos de nuestro sufrimiento.  Cuando no sufrimos, estamos menos dispuestos a causar sufrimiento a los demás.  Se puede ayudar con la recitación de una frase positiva, pidiendo al otro que te perdone y perdonando al otro por el dolor y el daño causados. De hecho, el maestro budista Joseph Goldstein (2002) recomienda que se recite una frase de perdón antes o después de la meditación diaria en voz alta o en silencio en nuestros corazones como una limpieza continua del rencor y el resentimiento guardados en nuestro interior, repitiéndonos: “Si he herido o lastimado a cualquiera por mis pensamientos o palabras o acciones, pido perdón.  Y libremente perdono a cualquiera que me haya herido o lastimado.” (p. 110-111) 

Aprendiendo el perdón por los demás, se puede practicar paciencia con uno mismo, recordando que no somos malos por haber experimentado sentimientos negativos.  Incluso el Dalai Lama experimenta el enojo de vez en cuando.  Pero el punto es que no se apega a la emoción: “Por supuesto hay momentos cuando me enojo, pero en el fondo del corazón, no guardo rencor contra nadie.” Dalai Lama (Goldstein, p. 111) Cuando el veneno de la ira nos enferma, el perdón nos puede curar, revelándonos la paz y tranquilidad de nuestra Naturaleza Búdica.

Obras citadas:

Curto, Robert (Traductor). (2005). Dhammapada: Los Aforismos del Dharma.  Longseller: Buenos Aires.

Goldstein, Joseph. (2002) One Dharma.  Harper and Collins Publishers: N.Y., N.Y.

Lama, Dalai y Chan, Victor. (2004). The Wisdom of Forgiveness. Riverhead Books.
Citado en…
                >>http://en.wikiquote.org/wiki/Forgiveness

Ratnaghosa. (2012) The Helpful Enemy.
Transcribed Talks. 

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