miércoles, 9 de marzo de 2016

Sin aliento

Tarde o temprano, ya sea en pánico o en la hora final, cada uno de nosotros nos encontraremos sin aliento. Un antiguo neuropsicólogo ofrece tres consejos para cuando la conciencia de la respiración se torna difícil o incluso imposible.

Meikyo Robert Rosenbaum



Muchos meditadores primero aprenden a concentrarse en la respiración, siguiéndola concientemente en la forma descrita en el Satipatthana Sutta; contando las respiraciones con frecuencia de la manera enseñada en los centros Zen; o usando uno de los muchos métodos de pranayama del yoga. Ninguna de estas maneras funciona muy bien cuando la respiración se ve comprometida. Recientemente me he recuperado de un brote de tos ferina ("tos convulsiva”); lo que los chinos llaman la tos de cien días. Durante tres meses mi meditación estuvo marcada por un pecho pesado y bronquiolos congestionados, y las respiraciones hondas podían convertirse en paroxismos de tos.
Recordando esta y otras ocasiones cuando he tenido problemas respiratorios, creo que más adelante, al final de mi vida, estaré afectado por la neumonía que tan a menudo es la causa de muerte en los ancianos, lo que los médicos llaman a veces "amigo de las personas viejas". Neumonía o no, muchos enfrentan la muerte literalmente jadeando, y estos últimos momentos de nuestras vidas son importantes: no tiene que ser un creyente en el bardo o en la reencarnación para saber que el modo en que enfrenta vuestra muerte será significativo para usted y para los que le rodean. El punto es, finalmente, aun si es sólo en la hora final, en que cada uno de nosotros nos encontraremos sin aliento. Sería horrible que, habiendo confiado en las misericordias de vuestro aliento como la base para la meditación, se sientan abandonados por vuestra práctica en vuestros últimos momentos, el último encuentro con la Gran Cuestión. La disnea puede interferir con cualquier tipo de meditación, incluyendo aquellas que involucran imágenes mentales, las técnicas mente-conciencia o koanes. Incluso una pequeña disminución de oxígeno en el cerebro puede causar que la atención y la concentración se tornen borrosas. Por esta razón, es importante tener un sentido de cómo practicar cuando la respiración trae sensaciones de asfixia y tensión en lugar de apertura y calma.
Por lo que aquí están algunas sugerencias para cuando se encuentre sofocándose. También podrían ser valiosas para los meditadores principiantes que se desaniman porque tienen dificultades con la concienciación del respirar, o para cualquiera que haya experimentado una persistente sensación de preocupación, duda o ansiedad autoconsciente sobre respirar "correctamente" durante la meditación.

Capturando la catastrofización. Cuando tenemos problemas para respirar, fácilmente se entra en pánico. Fisiológicamente, cuanto más nos asustamos, más se contraen nuestras vías respiratorias, llegando a un círculo vicioso. Debido a que la respiración está tan íntimamente conectada tanto al sistema nervioso vegetativo o autónomo como al sistema voluntario o somático, nuestros esfuerzos conscientes para respirar pueden interferir con su función natural autonóma. (Por cierto, debido a esto, he encontrado que las personas con dificultades para respirar a menudo lo hacen mejor con formas de qigong u otras prácticas de movimiento que no impliquen manipulación consciente de la respiración).

Los pacientes que sufren ataques de pánico generalmente se quejan de la falta de aliento acompañada por pensamientos de que van a morir de un ataque al corazón o a desmayarse. Esto les ayuda a ser plenamente conscientes de que estos pensamientos son sólo pensamientos. La realidad es que si las funciones de su corazón están saludables, la sofocación no es un presagio de un paro cardíaco y aunque se desmayen, vuestro aliento continuará.

Ampliar el campo de la consciencia. Cuando trabajaba con pacientes que acudían a la sala de emergencias con ataques de pánico, que a menudo temían morir, encontré que la única intervención muy útil era dirigirlos a estar conscientes de la sensación de sus pies en el suelo. Esto no sólo mueve la atención hacia otras sensaciones físicas lejos de las zonas de angustia, sino que también tiene el efecto literal de "hacer tierra". Estar conscientes de la planta del pie es especialmente útil, abriéndola para recibir la compasión de la tierra, que soporta todo y a todos sin discriminación.

Si está gravemente enfermo, será incapaz de estar de pie, así que esto de enfocarse en los pies no puede ser posible. En tal caso, vuelva su atención a cualquier parte del cuerpo que esté saludable. Al sentarte, sea conciente del soporte de los huesos de la pelvis. Tocar lo que está debajo de usted puede traer una sensación de solidez.

Utilice el sufrimiento para la visión penetrante en la no permanencia y la vida y la muerte. Esto, por supuesto, es un principio básico de la meditación budista. Puede ser especialmente útil cuando la dificultad en respirar actúa como recordatorio de nuestra mortalidad. Todos sabemos que moriremos, pero este conocimiento existe principalmente como una idea abstracta. La dificultad para respirar puede enfrentarnos con la muerte y suprimir nuestra negación. Asustados, instintivamente nos agarramos a nuestra vida tan preciosa. Sin embargo, el budismo (junto con muchas otras religiones) insiste en que tenemos que enfrentarnos a esta gran cuestión. Un profundo despertar espiritual así es a veces llamado "muriendo la gran muerte".

Trayendo el pensamiento: "Algún día cesará mi aliento" puede ayudarnos a afrontar la inevitabilidad de la muerte. Una forma tradicional de hacer esto era practicar la meditación en los osarios, pero ahora en las sociedades modernas estos son un poco difícil de encontrar. Cuando tengamos dificultades de respirar, traigamos el osario al cuerpo. Esto puede ser una práctica excelente, pero si la muerte es todavía un miedo desconocido para usted, la ansiedad resultante puede temporalmente generar sus peores problemas de respiración.

Encontrar lo fundamental. Cuando no podemos respirar, nos sentimos enfermos de una manera fundamental que es difícil de tolerar. Pero la práctica budista implica encontrar liberación precisamente por enfrentarse a la enfermedad y al sufrimiento.

Hay un koan Zen:
La salud y la enfermedad se subsumen mutuamente.
El mundo entero es medicina.
¿Cuál es vuestro yo original?

En el Zen, a veces pedimos a las personas que nos muestre su rostro original antes de que nacieran, su verdadero rostro a lo largo de la vida y después de la muerte. Incondicionado, no viene ni va. El Sutra del corazón nos recuerda: en la vacuidad no hay ni nacimiento, ni muerte, ni sufrimiento, ni creación, ni camino. Pero, ¿cómo puede esto ayudarnos cuando sentimos que no podremos respirar, cuando el dolor es tan malo que las lágrimas corren por la cara, cuando estamos vomitando con tan grave intoxicación alimentaria que nos parece que mejor sería estar muertos que continuar sufriendo?

Cuando meditamos, nos encargamos del Yo original. Es fácil cometer el error, sin embargo, de pensar que este yo es saludable y esperamos que cuide de nosotros. Ver el Yo Original como separado de uno mismo que está sofocándose y muriendo es la fuente de todo sufrimiento. Es la separación la que nos estrangula, no la enfermedad; ni hasta la muerte.

Cuando no puede respirar, se presenta una fuerte sensación del "yo", y con esto, un sentido de que algo es diferente de lo que "debería" ser. Con frecuencia, esto da lugar a la sensación de que este Yo Original “me” hace sentir bien.

A veces, sin embargo, no hay nada que pueda hacerse. Más de lo que podríamos pensar, no hay nada que podamos hacer más allá de llegar a un acuerdo con nuestra experiencia, no como queremos que sea, sino tal como es. Como enseña Dogen en el Genjokoan, si tratamos de agarrar algo — incluida la respiración — las flores se marchitan y nos ahogamos en nuestros esfuerzos; si somos reacios a algo — incluso a las dificultades de respiración — las malas hierbas crecen y se contraen los pulmones de nuestra mente.

Podemos encontrar inspiración en medio de la disnea si no agarramos oxígeno. Cuando no somos reacios a perder el aliento, podemos encontrar liberación mientras se exhala y dejamos ir. Podemos respirar tranquilos aun cuando nosotros no podamos recuperar el aliento, porque la quietud es inasible, siempre fluyendo sin principio ni fin.
Mientras vivimos, seamos capaces de vivir. Cuando es hora de morir, seamos capaces de morir. Este es el orden natural de las cosas, y en la medida en que nos alineemos con esto, experimentaremos paz incluso en medio de la angustia.
Hay una historia real. Hace unos años un hombre me dijo de cómo mi maestro, Sojun Mel Weitsman, había salvado su vida. Había encontrado a Sojun una sola vez, en una sola sesión de instrucción de meditación enseñada como parte de un curso universitario. Cinco años más tarde, él estaba surfeando en una bahía, cuando una fuerte resaca los tiró a él y a los demás nadadores y botes fuera del mar. Él miró detrás de él y vio un maremoto. Se estrelló sobre él y lo empujó hacia el fondo del mar, cayendo una y otra vez hasta que él no sabía dónde estaba.
Después de un rato, sintió que tenía que respirar, pero sabía que si lo hacía, respiraría agua y se ahogaría. En ese momento, recordó las palabras de Sojun: Abrir y dejar ir. Aceptar si él vivía o moría podría ser determinante en los siguientes escasos momentos y esto simplemente no dependía de él, por lo que se relajó un poco, y la sensación de necesidad de respirar se retiró en cuanto sintió las corrientes de agua. Como se alivió, su flotabilidad natural lo trajo a la superficie. Expiró y vio que la ola lo había traído cerca a la costa por lo que pudo nadar hacía ella.

Él miró a su alrededor. Todo el mundo se había ahogado.

Meikyo Robert Rosenbaum es maestro residente en la Meadowmont Zen Community en las estribaciones de las Sierras. Anteriormente neurosicólogo y psicoterapista, ahora dedica todo su tiempo al Zen y al Qigong Dayan.


Versión al español, Terapias Dakini

No hay comentarios:

Publicar un comentario