lunes, 14 de diciembre de 2015

Renunciar a los cuatro apegos 
Aclarando nuestras motivaciones para la práctica 

Lama Jampa Thaye 



SIEMPRE ES MARAVILLOSO VER GENTE QUE VIENE AL BUDISMO, pero es muy triste ver cuántos pierden su camino, se desilusionan y lo abandonan. Mis propios lamas me han mencionado con frecuencia cuánto los sorprende el número de estudiantes occidentales que se alejan. Por supuesto, hay que reconocer que el ambiente social de apoyo que existe en las culturas budistas asiáticas no está presente  aquí  en  Norte  América  o  Europa,  donde  no  hay  consenso  o expectativa  predominantes  que  las  personas  se  mantendrán  dentro  del budismo.

Las causas del desencanto, sin embargo, pueden ir más allá de esto y derivan, en primer lugar, del conjunto de motivaciones que operan cuando las personas participan en el budismo. Renombrados maestros budistas han reconocido siempre  la  necesidad  de  instruir  a  los  futuros  practicantes sobre  la importancia de cultivar la motivación apropiada para fundamentar su estudio y práctica del dharma. Se  puede  ver  este  señalamiento  subrayado  una  y  otra  vez,  tanto  por  los maestros indios como Nagarjuna, Shantideva, Atisha; como por sus sucesores en  las  cuatro  escuelas  del  budismo  tibetano.  Se  hace  sucintamente  en  el famoso ciclo de enseñanzas conocido como Renunciar a los cuatro apegos, expuesto  por  el  bodhisattva  Manjushri  al  maestro  Sakya  Sachen  Kunga Nyingpo allá por el siglo XII EC, cuando declaró: 

            Si tienes apego a esta vida, del Dharma no eres practicante.  
            Si tienes apego al reino del samsara, renuncia no tienes. 

La  indicación  es  sencilla  pero  radical,  y  no  debemos  evadirla  si  queremos beneficiarnos de nuestro compromiso con el budismo. Significa que podemos comprar  miles  de  libros  budistas,  unirnos  a  innumerables  organizaciones, recibir iniciaciones, asistir a retiros y aún así no estar practicando el dharma. 

Como  dijo  el  Buddha  Shakyamuni:  "Todo  descansa  en  el  sentido  de  la intención." Lo que impide una realización del Dharma a partir de la práctica del  Dharma  es  precisamente  que  nuestra  intención  o  motivación  para practicar está contaminada por las ocho preocupaciones mundanas, las metas efímeras que hacen imposible cualquier atisbo de la libertad trascendental que es la meta adecuada de la práctica budista. En este sentido, los ocho dharmas mundanos,  como  también  se  les conoce,  son  la  real  oposición  al buddhadharma. Diferentes a este, comprenden cuatro pares de factores de motivación:  empeño  en  adquirir  placer  y  no  dolor,  tener  ganancia  y  no pérdida, conseguir fama y no falta de notoriedad; como esperar alabanza y no reproche. 

El  arrastre  de  las  ocho  preocupaciones  mundanas  nos  impulsa  a  tratar  de manipular nuestra experiencia del mundo, a buscar los placeres mundanos y evitar  el  dolor,  nuestra  mente  avanza empujando  continuamente  el descontento. No debería ser ninguna sorpresa que cuando nos encontramos primero  con  el  budismo,  las  ocho  preocupaciones  mundanas  simplemente cambian su enfoque de objetos burdos, tal como la adquisición de bienes, a las recompensas mundanas más sutiles  que  se obtienen  a  través del budismo, como el aparente dominio sobre la inestabilidad emocional y el mayor poder de concentración. 

Es por ello que otro gran maestro Sakya, Drakpa Gyaltsen, declaró: "Cuando uno se apega a esta vida, incluso su disciplina ética está contaminada por las ocho preocupaciones mundanas". También dijo: "El meditador que se enfoca en  esta  vida  todavía  está  ocupado,  incluso  cuando  está  en retiro".  En  este sentido, entender la enseñanza del Buda como simplemente un método para mejorar nuestra  situación  samsárica,  ya  sea  en  esta  vida  o  en  la  siguiente, todavía está lejos de la libertad a la que nos convoca el Dharma. 

El remedio para las ocho preocupaciones mundanas, enseñada en Renunciar a los cuatro apegos y similares ciclos de instrucciones, es "volver la mente al Dharma" por contemplaciones sistemáticas de la preciosidad de nuestra vida humana,  la  no  permanencia  y  la  muerte,  la  acción  (causa  y efecto)  y  los defectos del samsara. Sin la transformación de nuestros valores provocada por estas cuatro  contemplaciones,  cualquier  participación  en  las  actividades dharmicas sólo servirá para fortalecer nuestro egocentrismo. 

La  primera  contemplación  nos  exhorta  no  a  desperdiciar  la  oportunidad preciosa que nos ha sido dada. Ahora mismo, dispuestos entre nacimiento y muerte, poseemos una libertad para reflexionar, lo que es característico de la vida humana, y también la fortuna de haber encontrado el Dharma. Contamos así  con  una  indispensable  base  de  trabajo  por  la  cual  se  puede  satisfacer nuestro  potencial  de  budeidad.  Todavía  la  inspiración  generada  por  la atención a este precioso momento de nuestra vida humana debe ser templada y consolidada al mismo tiempo al reconocer el hecho de la no permanencia, la segunda  contemplación.  No  se  trata  de  la  aceptación  ocasional de la  no permanencia  de  las  externalidades,  tan  útil  a  una  sociedad  que  impulsa  el consumo y en donde todo es desechable, sino de un reconocimiento desde nuestros huesos que no hay objeto condicionado, incluyendo y especialmente nuestra existencia presente, que escape a la muerte. Conocer esto a través de la contemplación profunda es despertar a las posibilidades inherentes en esta vida  real,  en  este  momento  verdadero  y  no  perderse  en  la  búsqueda  de  lo efímero de las ocho preocupaciones mundanas. 

En este punto, aunque podemos habernos comprometido de alguna medida con el Dharma, podemos todavía estar confundiéndolo como medio de cierta mejoría  temporal,  sea  a  un  más  refinado estado  de  conciencia  o  a  un renacimiento superior. Para superar tal dilución del Dharma y su propósito, requiere que analicemos todos los estados del samsara a nuestra disposición. De arriba (el reino de los dioses) a abajo (los reinos infernales), y en cualquier lado,  el  samsara  es  sufrimiento. Y  lo  que  produce  sus  diversas  formas  de sufrimiento  son  nuestras  decisiones  y  acciones consiguientes,  es  la  tercera contemplación. Las dos contemplaciones finales que vuelven la mente hacia el Dharma se centran en los defectos del samsara (la cuarta) y las causas del samsara, es decir, nuestras acciones (la tercera). 

Mientras  nuestras  intenciones  de  la  práctica  del  Darma  sigan  estando  no transformadas,  sólo permaneceremos  más  en  el  sufrimiento  del  samsara, viviendo  en  la  misma  jaula  antigua.  A través  de  la  atención  a  estos  temas llegamos  a  entender  que  practicar  el  Dharma  con  una mente  que  no  está impregnada  de  los  valores  del  Dharma  es  vender  el  dharma  corto  y conformarse con menos libertad. 

Lama Jampa Thaye es un estudioso, autor y maestro de meditación del Reino Unido.  



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