lunes, 16 de agosto de 2010

MEDITACIÓN Y DEPRESIÓN (1)

Meditación y depresión
Venerable Traleg Kyabgon Rinpoche
Charla dada en E-Vam Buddhist Institute, Melbourne 2002


La depresión es algo que todos nosotros experimentamos. No existe ninguna diferencia en cuanto a la gente --joven o vieja, rica o pobre-- y traspasa los límites culturales y raciales. La depresión también es algo que afecta tanto a las personas creyentes como a los no creyentes. Prácticamente cada uno de nosotros, en cierto punto, ha tenido que vérselas con ella. Podemos experimentar la depresión de muy diversas maneras. Con algunas personas la depresión será suave, mientras que con otras será muy intensa y agotadora. Para alguna gente le ocurre por un corto plazo y después desaparece, mientras que para otros puede persistir por muchos años o de vez en cuando en el curso de toda su vida.

Las modernas psicología y psiquiatría occidentales hacen una distinción entre lo que se llama “depresión endógena” y “depresión reactiva.” La depresión endógena se trata médicamente, mientras que el tipo de depresión reactiva se trata con sicoterapia y similares. No voy a entrar en eso, sin embargo, pues hay gente más calificada que yo para hablar de la depresión desde los puntos de vista médicos y terapéuticos. En su lugar, hablaré de la depresión en el contexto de la práctica de la meditación y en el contexto de la espiritualidad budista.

Pensamos generalmente en la depresión como un estado terrible para permanecer en él. Pensamos que es algo que tenemos que superar y alejarnos para ocultarlo a los otros. Esto sugiere que la depresión es vista como algo vergonzoso y estigmatizado. Es probablemente porque cuando sufrimos de depresión, nuestros niveles de energía y de motivación caen y nos aislamos, nos volvemos incomunicativos, irritables, resentidos y básicamente muy difíciles de estar con uno. También hay a menudo, mezclado con la depresión, mucho de cólera, celos o envidia, porque cuando vemos a alguien que es feliz, empeora nuestra depresión. No deseamos salir y encontrar a la gente feliz porque la gente contenta hace relucir nuestra miseria; por lo menos en nuestras propias mentes. Cuando nos deprimimos, también caen nuestra autoestima y autoconfianza. Comenzamos a dudar de nosotros mismos y a pensar que fallamos en todo.

Por estas razones, tampoco resulta infrecuente que una persona depresiva sufra realmente de delusiones, pensando que la gente tiene una muy mala opinión de ellos. Cuando la depresión llega a ser muy intensa, comenzamos a actuar un poco enojados debido a nuestros delusiones y también podemos sufrir alucinaciones. Todo esto ocurre porque la depresión en sí misma llega muy mezclada con todas las formas de otras emociones --cólera, ansiedad, culpabilidad, tristeza, vergüenza, envidia, celos-- que se mantienen revueltas en nosotros. Una vez que este patrón comienza a adquirir su propio impulso resulta muy difícil pararlo; llega a ser muy difícil para nosotros abandonarlo.

La depresión era llamada “melancolía” por el médico griego Hipócrates. La “depresión” viene del latín deprimere, que significa ‘aplastado’, ‘de-presionado’. En  tibetano se dice zhum pa, que también significa algo similar: falta de valor, abatido, sintiéndose como si llevara el mundo sobre sus hombros. Eso es justo una descripción general del ánimo deprimido; la depresión es el estado de estar de un humor particular.

Tres maneras de relacionarse con la depresión

Tenemos que darnos cuenta que necesitamos poder relacionarnos con la depresión. Para esto, la primera cosa que tenemos que entender es que el estado depresivo de la mente es provocado por nuestras interpretaciones de las experiencias de uno. La depresión no es solo algo que surge de la tristeza, aun cuando puede aparecer de esa manera. Los sicoterapeutas occidentales dicen que usted puede aprender sobre las razones de una persona para experimentar depresión si se mira la historia biográfica o biológica de una persona deprimida, en términos de genes y similares. Desde el punto de vista budista, sin embargo, la comprensión fundamental que necesitamos tener es que la depresión está basada en las interpretaciones que hacemos de nuestras situaciones de vida, de nuestras circunstancias, de nuestros auto-conceptos, de nuestras ideas de quién y qué pensamos que somos. Conseguimos deprimirnos por no ser la persona que deseamos ser. Conseguimos deprimirnos con el pensamiento de que no hemos podido alcanzar las cosas que deseamos alcanzar en esta vida. Esta historia puede ayudar a ilustrar este punto:
“Estoy enojada contigo”, dijo una hermana a otra hermana cuando ambas volvían del entierro de su madre.
‘¿Por qué?
 ‘Porque no te portaste adecuadamente en el funeral.’
 ‘¿Qué quieres decir?’, contestó su hermana.
 ‘Parecía que te sobraba el tiempo’
Así fue
 ‘¿Cómo puedes decir eso con tu madre muerta solo hace cinco días?’
 ‘Pienso que la pena y la alegría corren en caminos paralelos como dos caballos que tiran del mismo carro; la cosa importante es reconocer a cada uno en su lugar y a su turno.’
 ‘Pero estabas sonriendo y…’
'Seguro, me alegré ver a viejos amigos. Amé hablar de la madre y revivir recuerdos felices. El llanto está en mí misma. Si parecía feliz, lo estaba en ese momento. Y me nutría.'
 ‘¿Pero qué de las apariencias?’
‘Las apariencias son tus problemas, no los míos.’
 ‘Sin embargo, tienes razón sobre la nutrición.’
 ‘También tengo razón sobre la alegría.’

La segunda cosa que tenemos que entender es que esa depresión no es necesariamente siempre un mal estado en sí. Uno puede ver la depresión como ofreciéndonos otra ventana en nuestra vida. El estar en un estado deprimido también puede revelar lo que, en el budismo, se llama “el mundo del samsara,” o el mundo de la vida diaria. Simplemente porque estamos en un estado de depresión no significa automáticamente que la manera que vemos las cosas es totalmente irreal e ilusoria. Cuando estamos depresivos, realmente podemos ser capaces de ver a través de la falsedad y de la naturaleza engañosa del mundo samsárico. Es decir, no debemos pensar: “cuando no estoy deprimido, veo todo claramente; mientras que cuando me deprimo, mi mente se distorsiona y se desordena y veo todo de una manera totalmente lateralizada.” En y con depresión, vemos el mundo a través de una ventana alternativa, de una forma de discurso.

En ese sentido, puede ser valiosa nuestra experiencia de depresión. No estamos hablando de la depresión crónica aquí o de la depresión que tienen la salida a la mano. Estamos hablando de la clase de depresión que nos haga parar, pensar y reevaluar --la clase de depresión que haga que consideramos todo en lo que pensamos como valioso, importante, significativo y con sentido. Así, podemos ver la depresión con una claridad totalmente distinta. Esa clase de depresión puede ayudarnos en términos de nuestro crecimiento espiritual, porque hace que comencemos a preguntarnos. Por todos estos años que pudimos haber pensado, “yo soy tal y cual clase de persona,” “yo soy esta clase de persona,” “yo soy esa clase de persona,” “yo soy una madre,” “yo soy un padre,” “yo soy ingeniero,” o lo que diga. Entonces, repentinamente, ese mundo familiar se desmenuza; la alfombra es jalada por debajo de nuestros pies, como decimos, y quedamos más o menos trastabillando.

Tenemos que tener experiencias como esta para que nuestro viaje espiritual sea significativo; de lo contrario no nos convenceremos de lo que llamamos la naturaleza no-substancial del mundo samsárico, el mundo de la vida cotidiana. En su lugar, lo tomaremos como verdadero. Según el budismo, el mundo que percibimos --el mundo con que interactuamos y vivimos en él-- es insubstancial. Con la experiencia de la depresión y de la desesperación podemos, de hecho, comenzar a ver las cosas de manera más clara antes que confusamente. Se dice que normalmente nos encantamos o encandilamos con el mundo; es como si un encanto ha sido puesto en nosotros para ser atraídos por las excitaciones y el entretenimiento samsáricos. Cuando nos deprimimos, comenzamos a ver a través de eso y podemos cortar a través de las ilusiones del samsara. Si lo miramos de esta manera, podemos trabajar con la depresión.

El tercer punto que tenemos que entender es que si dejamos de ver nuestra experiencia de depresión como algo que resulta malo, podemos cambiar algo fundamental en nuestras vidas. No podemos renacer sin perder nuestras ilusiones. En vez de ver la depresión como una cosa negativa, como algo oscuro, siniestro y destructivo que va a tragarnos o aspirarnos por un hoyo oscuro, podemos ver que realmente hay algo luminoso dentro de la misma depresión. De hecho, la depresión puede enseñarnos cómo considerar las cosas más claramente. Según el budismo, este es el punto de partida de nuestro viaje espiritual. Cuando observamos esto, es como si nosotros viéramos que la depresión es algo con lo que se puede trabajar.

Depresión y camino espiritual

Son muchas las diversas clases de depresión, hay depresiones que son liberadoras y hay depresiones que pueden conducir a una crisis mental o a episodios sicóticos y cosas parecidas. Hay también un tipo de depresión que es intuitiva, que en absoluto es contraria a la creatividad, a la percepción, a un mayor sentido de la intuición, donde uno puede lograr un conocimiento no racional en uno mismo y en otros. La depresión, cuando trabajamos con ella, también puede ser como una señal, algo que pone freno a nuestros excesos y nos recuerda la banalidad de la condición samsárica, de modo de no engañarse y nuevamente caer una vez más en los viejos hábitos. Nos recordará constantemente la futilidad, la insignificancia y la no-substancialidad de la condición samsarica.

Con una forma genuinamente constructiva de depresión, nos contactamos sin impedimentos con nuestras emociones y sensaciones. Hay una necesidad de sentir todo, pero de nuevos modos, antes que de las maneras habituales, porque sentir todo desde el punto de vista samsárico no funciona. Todas las viejas creencias, actitudes y maneras de tratar las cosas no han funcionado. Uno tiene que reevaluar, decir y hacer las cosas diferentemente, experimentar las cosas de diferente modo. Esto es cambiar usando la depresión de una manera constructiva.

La depresión se puede utilizar para frenar nuestros impulsos naturales de perder el control, para distraerse y dirigirse hacia lo externo, dispersando nuestra energía en todas las direcciones hasta que nada quede adentro. La sensación de la depresión nos recuerda siempre a nosotros mismos, nos detiene de perdernos en nuestras actividades, en nuestras experiencias de esto y de aquello. Una forma genuina de depresión constructiva nos mantiene vívidamente en contacto con nuestras emociones, sentimientos y varios aspectos de nosotros mismos. En ese sentido, una forma intermedia de depresión es como un estado del equilibrio mental.

Todo lo que experimentamos normalmente lo hacemos con auto-indulgencia, desde un punto de vista egoísta o narcisista. Pero una forma constructiva de depresión quita la impetuosidad, la seguridad y las formas ilusorias de auto confianza que tenemos, de modo que tener siempre que reevaluar y comprobar. En vez del pensamiento, “sé qué me está pasando, sé en donde están las cosas,” con mucha confianza, nos esforzamos constantemente por estar más atentos y cuestionar nuestras suposiciones, actitudes y conductas, relacionadas con nuestras interacciones con otros y con el mundo en general. Tiene que ser así si queremos progresar en el camino espiritual.

Esto significa, entonces, que el individuo está abierto a nuevas maneras de hacer las cosas, a nuevas y creativas formas de pensar. En las enseñanzas budistas se dice: tenemos que ir con la vida, tenemos que evolucionar. La vida en sí misma es un proceso de aprendizaje y podemos desarrollarnos y aprender solo cuando estamos abiertos. Estamos abiertos cuando preguntamos cosas y preguntamos cosas solo cuando somos concientes tanto de nuestras carencias como de nuestras capacidades. Estar concientes de lo que no sabemos, es más importante que estar claro de lo que sabemos, porque si nos concentramos en lo que no sabemos, seremos siempre inquisitivos y deseosos de aprender. Deseamos aprender si en esa leve experiencia de depresión, que en tibetano también es llamada yid tang skyo pa y tiene también la connotación de estar cansado de todo lo que es irreal,  de todo lo que es falso e ilusorio. El estado de ánimo de la depresión puede, de hecho, impulsarnos a avanzar.

A pesar que mucha gente que experimenta la depresión dice sentirse atrapada, la sensación de la depresión puede ser una fuerza motivadora para seguir adelante. Los místicos cristianos utilizaron la expresión, “la noche oscura del alma,” que significa que tiene que experimentar la oscuridad para continuar hacia adelante. No puede emprender el viaje místico y esperar que haya luz y que todo sea delicioso. Tiene que tener la experiencia de la alfombra que es sacada de debajo de sus pies y queda desequilibrado y cuestionándose; experimentar por sí mismo, lleno de dudas e incertidumbres, sin saber qué diablos está pasando. Como  dice Lao Tze en el clásico taoísta Tao Teh Ching (El camino de Chuang Tzu), “los que dicen que saben, no saben y los que dicen que no saben, conocen.” Supongo que está refiriéndose a algo similar, en que el necesario conocimiento intuitivo verdadero en el camino espiritual surge de la duda, de la incertidumbre y del no saber, para expiar la arrogancia del conocimiento.

El punto es que la depresión, en términos de sus síntomas, puede ser debilitante como paralizante, debido a lo que los budistas llaman “emociones encontradas” asociadas a ella. Sin embargo, no todas las formas de depresión son debilitantes. Existen las clases de depresión que realmente pueden ayudar al individuo en el camino espiritual. Para progresar en el camino espiritual, uno tiene que mirar la depresión con una luz mucho más positiva, porque la depresión tiene el potencial que puede darnos una idea de nosotros mismos y del mundo que vivimos. En cuanto estamos acostumbrados con un mundo que tomamos por establecido. El inicio de la depresión puede trastornar todo y volver todo al revés, entonces se convierte en un impulso para buscar y explorar. Comenzamos a pensar, “tiene que haber más por vivir de que lo que he estado haciendo, o de lo que he sido, hasta hoy.”

Eso es muy importante, según el budismo, porque si no estamos convencidos de la naturaleza ilusoria de la condición samsárica, siempre estaremos con una mente dual. Tendremos un pie en el reino espiritual y el otro en el reino samsárico, nunca estar plenamente en condiciones de hacer este esfuerzo adicional. Como dijo Shantideva: “esta clase de experiencia puede inyectar muchos miedo y ansiedad en una persona, porque esa persona se siente totalmente desarraigada y todo se vuelve incierto.” Sin embargo, si nos mantenemos en esa sensación de desarraigo, es una experiencia valiosa y que es esencial para recorrer el camino espiritual. Es decir, el sendero espiritual no solo consiste en las cosas que dan masajes al ego o hacen sentir bien y cómodo al ego. El ego tiene que ser continua y repetidamente refutado para nosotros crecer espiritualmente. Una de las primeras cosas que el ego tiene que aprender es que nada en este mundo es estable o absolutamente verdadero. (Continúa...)


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