viernes, 14 de diciembre de 2018

Viviendo solo la meditación


Viviendo solo la meditación

Lama Jampa Thaye


Una de las tendencias más insistentes en la oferta del mercado espiritual ha sido el culto de la meditación, lo cual ha tenido implica-ciones importantes para el budismo. El mindfulness secular ha en-contrado un lugar en la sociedad, pero ocupando un espacio cultural y espiritual algo diferente, un nuevo budismo ha surgido junto a este. Sus adherentes reclaman que los frutos de la tradición budista pueden ser adquiridos a través de sentarse solo en meditación. Los practicantes contemporáneos, en otras palabras, no necesitan ocu-parse del estudio, los preceptos éticos, la práctica ritual (aparte de la meditación) o el hacer mérito. Los proponentes de la tendencia de “solo sentarse” con frecuencia demandan el manto de los sistemas tradicionales, sea Vipassana Thera-vada, Zen japonés o Dzogchen tibetano. Todos comparten que la meditación en contenido debe ser no conceptual como sea posible, y que todas las demás formas de actividad sean en gran parte, si no totalmente, ignoradas.

Aunque estos nuevos programas de meditación son llamados budis-tas, sus presentaciones de meditación van en contra de las del Dhar-ma de todos los periodos de la historia budista. De hecho, el estado de meditación muy claramente definido y citado en la doctrina y práctica budistas lo coloca como una de las tres preparaciones, sien-do las otras dos la ética y la sabiduría. Como el gran antiguo pen-sador budista indio, Nagarjuna, declaró en su Carta a un amigo:

En la disciplina de la moral suprema, de la sabiduría suprema
Y de la contemplación superior, uno debe entrenarse sin cesar.
Más de ciento cincuenta preparaciones
Están en verdad incluidas en estas tres.

Sin un desarrollo ético facilitado por la preparación en la ética – “el fundamento de todas las cualidades”, según Nagarjuna – la meditación es un callejón sin salida espiritual.

Cuando uno examina el lugar de la meditación en el Vajrayana en particular, encuentra de nuevo que no se considera un medio auto-suficiente de realización espiritual. Está en se-gundo lugar en la tríada visión, meditación y acción. Visión significa la visión correcta de la realidad que el maestro Vajra-yana imparte al estudiante, y medita-ción significa el posterior desarrollo y estabilización de la mirada que brinda esta introducción. Por lo tanto, es solo a través de la visión y la meditación, junto con ejecutarlas y probarlas en la acción, que uno podría incluso acercarse a la realización espiritual.

Como expresó en el siglo 14 el lama Karmapa Rangjung Dorje:

La certeza en la visión surge de cortar las dudas en la base.
El punto esencial de la meditación es mantener esto sin distracción.
La actividad suprema es el dominio de esta meditación.

Reaccionando a la demanda de una forma de meditación completamente no conceptual, los reformadores budistas han clamado por volver a imaginar la sentada esencial como el núcleo o la totalidad del budismo, un impulso que anima una parte considerable de la remodelación moderna del dharma. Si bien sentarse puramente pue-de producir ciertos efectos mentales, uno debe preguntarse: ¿Para qué? Sin estar unida a ningún imperativo ético y dirigida por suposiciones no examinadas, la meditación se convierte en una tecnología mental puramente interna. En otras palabras, dicha meditación supuestamente no conceptual será, en el mejor de los casos, una actividad neutral. Sin sujeción a las enseñanzas del Buddha, no puede llevar a la compasión y la sabiduría particulares que él enseñó.

Como explica el maestro Nyingma, Mipham Rinpoche:
La mayoría de las meditaciones de asentamiento sin análisis
Pueden producir un simple morar en calma
Pero desde esta meditación, la certeza no surgirá.
Si la certeza, el ojo único del camino de la liberación,
Se abandona, los oscurecimientos no se pueden disipar.

Es la ignorancia de este punto vital la que con frecuencia lleva a los neófitos a sobrevalorar sus experiencias de meditación, ocasionalmente con resultados catastróficos. Las experiencias de no conceptualidad, dicha o claridad, que son comunes pero fugaces, dejan a algunos individuos imaginándose que están iluminados.

Los más afortunados descubren posteriormente que se han enga-ñado a sí mismos. Los menos afortunados, aunque tal vez más ambi-ciosos, simplemente proceden a redefinir la naturaleza real de la iluminación a fin de preservar su estatus. La iluminación se con-vierte simplemente en un término para una experiencia de medita-ción transitoria. Esto evita la incomodidad del hecho de que tales meditadores iluminados siguen siendo, después de todo, seres sujetos a las emociones perturbadoras y a la ignorancia.

Muy en serio, esa meditación de flotación libre es propicia para la subversión de los fines políticos o económicos que sus defensores prefieran. Absorbe fácilmente los valores de los elementos más desagradables de nuestra cultura. Peor aún, muchos meditadores, pen-sando que están practicando la esencia del dharma, permanecen completamente ignorantes de los compromisos ideológicos que podrían sustentar la meditación que practican. En nuestra sociedad, es probable que este sea un individualismo despiadado, agradable tanto para el mercado como para el Estado.

Para compensar esto, la meditación en Occidente se fundamenta en una mezcla de autocomplacencia y de gesto político disfrazada de compasión, una compasión, debe decirse, que no puede ver más allá del egoísmo. El resultado es la misma postura insípida que domina gran parte de la cultura contemporánea.

Si las tendencias actuales continúan, la meditación se convertirá en una mera aplicación [app] para vivir sin estrés. En otras palabras, simplemente se adaptará a los estilos de vida perjudiciales basados en el consumo que todavía caracterizan gran parte de la vida en los países occidentales ricos. En tal escenario, la meditación serviría como un agente de refuerzo para estabilizar la ilusión.

Lamentablemente, hemos estado antes en este camino. Aquellos que aprendieron en la historia budista japonesa tal vez podrían citar como ejemplo la subversión de la meditación zen por parte del samurai y su horrible resurgimiento en el militarismo e imperialismo japonés de la primera mitad del siglo XX.

En cualquier caso, parece tonto negar que separar la meditación de la ética y de la sabiduría puede producir consecuencias indeseables. Dado que muchos de nosotros tenemos poca educación en el dharma, son enormes las posibilidades de la apropiación indebida y el descarrilamiento del budismo.

Uno de los principales problemas es lo difícil de convencer a las personas a que se formen seriamente en la ética budista. Sabiendo tan poco sobre el dharma, muchos no tienen una cosmovisión que apoye tal preparación.

Una posible solución para este dilema es enseñar inicialmente solo meditación para cumplir con lo que parece ser una demanda popular y sólo más tarde introducir las dimensiones éticas y filosóficas del dharma. Pero a menos que la vinculación con los otros dos entrenamientos se haga rápidamente y con autoridad, lo más probable es un resultado negativo para el desarrollo de esta estrategia que alcanzar el verdadero progreso espiritual.

Quizás la mejor respuesta para nuestro dilema es enseñar los tres entrenamientos más o menos al mismo tiempo, aunque siendo conscientes de la lógica de su desarrollo secuencial. El progreso de un estudiante en un entrenamiento permitirá su progreso en los demás. Como el reordenamiento de nuestra vida, suscitado por el entrenamiento moral, crea el ambiente para la meditación, la quietud de la mente creada por la meditación hará posible el examen de la realidad que es el sello distintivo de la sabiduría.

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