EL DOMINIO OBSESIVO DE LA MENTE
DZIGAR KONGTRUL
RINPOCHE| OCTOBER 5, 2017
El dominio obsesivo de la mente,
dice Dzigar Kongtrul Rinpoche,
no es otra cosa que el dominio del auto aferramiento. Si nuestro objetivo es
liberarnos de los miedos e inseguridades interminables que nos acechan,
entonces hay que cortar a través del auto aferramiento, cultivando la visión de
la vacuidad.
En el viejo Tíbet, los practicantes iban a los osarios, a manantiales, a casas encantadas, árboles embrujados, etc., para revelar cuán profundamente su práctica había cortado con el núcleo de sus temores y apegos. La práctica de cortar a través de su núcleo de apegos y temores más profundos se llama nyensa chödpa. Nyensa chödpa significa “cortar a través del dominio obsesivo de la mente”. No es que les estoy animando a ir a esos lugares encantados para probarse a sí mismo, pero es importante para todos los practicantes comprender la visión detrás de nyensa chödpa, porque solo hasta que somos desafiados no sabemos cuán profundo puede ir nuestra práctica.
Podemos
ser practicantes establecidos; podemos estar cómodos con nuestra práctica y el
trabajo con nuestra mente; todo podría ir sin problemas. Como mi maestro Dilgo
Khyentse Rinpoche solía decir: «La práctica es fácil cuando el sol está en tu
espalda y tu vientre está lleno». Pero cuando se presentan circunstancias
difíciles y nos estamos totalmente sacudidos desde dentro, cuando hemos tocado
fondo, o cuando algo nos está atormentando y nos sentimos totalmente
vulnerables y expuestos a toda nuestra neurosis, entonces es otra la historia.
Las
circunstancias difíciles nos revelan cuánto hemos aprendido del buddhadharma,
cuánto hemos aprendido del tantra y cuánto hemos aprendido de nuestra práctica
de meditación y de la experiencia de nuestra mente. Pero no necesitamos esperar
circunstancias desafiantes para descubrir nuestros temores ocultos y apegos. No
tenemos que esperar para que nuestra burbuja de felicidad estalle, para que alguien
querido muera, o para saber que tenemos una enfermedad fatal. Hay un montón de
oportunidades de practicar nyensa chödpa
aquí en nuestra propia mente. Hay muchas oportunidades porque hay mucho auto
aferramiento.
El
dominio obsesionado de la mente es el dominio del auto aferramiento. Es el
mundo del yo y de todas las esperanzas y temores que vienen de intentar
fijarlo. Nuestros esfuerzos para garantizar al yo dan lugar a todas las
emociones negativas. Si no estuviéramos tan preocupados con la actitud de
apreciar y proveer al yo, no habría ninguna razón para el apego. La agresión,
también, no tendría razón para surgir si no hubiera ningún ego para proteger. Y
los celos, que se manifiestan cada vez que pensamos que el yo carece de algo,
no tendrían ningún impulso para devorar nuestra paz interior porque estaríamos
contentos con la riqueza y la confianza naturales de nuestra propia mente. Si
no tuviéramos ninguna necesidad de proteger a todas las cosas embarazosas sobre
el yo que nos hace tan inseguros, no tendríamos ninguna causa para la
arrogancia. Finalmente, si no estuviéramos tan obsesionadas con el yo,
podríamos confiar en nuestra inteligencia innata en lugar de dejar que nuestra
estupidez nos acompañará a través de las actividades que nos traen tanto dolor
una y otra vez.
Así las
emociones mismas no son la causa del problema. Sin embargo hasta llegar a la
raíz de nuestras emociones negativas, estarán allí, esperando en la cola para
“salvarnos” de nuestras inseguridades fundamentales. A menos que dejemos de
aferrarnos al yo con todas sus intrigas egoístas para salvarse a sí mismo de la
manera habitual, sólo seguiremos imponiendo una más y más fuerte creencia en la
solidez del yo. Si el objetivo de la práctica es liberarnos de nuestras
inseguridades sin fin, nosotros debemos cortar a través del auto aferramiento.
Hasta que lo hagamos, el auto aferramiento definirá nuestra relación con el
mundo, ya sea el mundo interior de nuestra propia mente o en el mundo externo a
nosotros.
Desde la
perspectiva del yo, el mundo está o bien con nosotros o bien contra nosotros.
Si está con nosotros, su propósito es alimentar nuestros apegos infinitos. Si
está contra nosotros, debe ser rechazado y añadido a nuestra paranoia infinita.
Es o bien nuestro amigo o bien nuestro enemigo, algo para atraer o rechazar.
Cuanto más nos aferramos a un yo, más crece nuestra creencia en un mundo
sólido, objetivo que existe independiente de nosotros. Cuanto más lo vemos como
sólido y separado, más el mundo nos obsesiona: Estamos obsesionados por lo que
queremos del mundo y estamos obsesionados por nuestra lucha para protegernos de
él.
Los
numerosos problemas que vemos en el mundo hoy y que también encontramos en
nuestras propias vidas personales, surgen de la creencia de que el enemigo o la
amenaza están “fuera” de nosotros. Esta fractura se produce cuando nos
olvidamos de cuán profundamente conectados estamos a los demás y al mundo que
nos rodea. Esto no es decir que la mente y el mundo fenoménico son uno y que todo lo que experimentamos es
un mero producto de nuestra imaginación. Simplemente significa que lo que
creemos que es un yo, y lo que creemos que es distinto del yo, están
inextricablemente vinculados, y que, en verdad, el yo sólo puede existir en
relación con el otro. Verlos como independientes es realmente la más primitiva
forma de ver y participar de nuestras vidas.
Ver la
conexión o interdependencia de todas las cosas es ver de un modo amplio. Se
reduce la separación artificial que creamos entre el yo y todo lo demás. Por
ejemplo, cuando sostenemos firmemente un yo, la ley natural de la no
permanencia surge como una amenaza a nuestra existencia. Pero cuando aceptamos
que somos parte de este flujo natural, empezamos a ver que la entidad a la que
nos aferramos como si fuera un ser estático, inmutable e independiente es sólo
un flujo continuo de experiencia compuesta de pensamientos, sensaciones, formas
y percepciones que cambian de momento a momento. Cuando aceptamos esto, nos
convertimos en parte de algo mucho mayor, el movimiento de todo el universo.
Lo que
experimentamos como “nuestra vida” es resultado de la relación interdependiente
entre el mundo “externo” — el mundo de color, forma, sonido, olor, gusto y
tacto — y nuestra conciencia. No podemos separar la conciencia, el conocedor, de lo que es conocido. ¿Es posible, por ejemplo, ver
sin un objeto visual u oír sin un sonido? Y ¿cómo podemos aislar el contenido
de nuestros pensamientos de la información que recibimos de nuestro entorno, de
nuestras relaciones y de las impresiones de nuestras percepciones sensoriales?
¿Cómo podemos separar nuestros cuerpos, de los elementos que los componen o de
la comida que comemos para mantenernos vivos, o de las causas y condiciones que
traen nuestros cuerpos a la existencia?
De hecho,
hay poca consistencia en lo que consideramos ser yo y lo que consideramos que
es el otro. A veces incluimos nuestras emociones como parte del yo. Otras
veces, nuestro enojo o depresión parecen perseguirnos o incluso amenazarnos.
Nuestros pensamientos también parecen definir quiénes somos como individuos,
pero a menudo nos agitan o excitan como si existieran como otros. En general,
identificamos el cuerpo con yo, sin embargo, cuando caemos enfermos, a menudo
nos encontramos diciendo: “Mi estómago me está molestando” o “Mi hígado me está
causando problemas”. Si investigamos cuidadosamente, inevitablemente
concluiremos que no es realmente posible identificar donde el yo se va y donde el
mundo comienza. Lo único que podemos observar es que todo lo que surge, tanto
lo que consideramos que es el yo como lo que consideramos que no es el yo, lo
hace a través de una relación de interdependencia.
Todos los
fenómenos dependen de otros para surgir, expresarse y desaparecer. No hay nada
que se pueda encontrar que exista por sí mismo, independiente y separado de
todo lo demás. Ese yo y los otros al carecer de límites claramente definidos,
no significa que nos arrojemos a un estado vago de no saber quiénes somos y
cómo relacionarnos con el mundo, o de que perdamos nuestra inteligencia
discernidora. Simplemente significa que, al aflojar el apego que tenemos a
nuestra pequeña noción estrecha yo, comenzamos a relajarnos en la verdadera
naturaleza de todos los fenómenos: el estado no dual de vacuidad, que trasciende tanto al yo y al otro.
Al haber
ido más allá de la mente dualista, podemos disfrutar de la “unidad singular” de
nuestra propia naturaleza dharmakaya
profunda. La “singularidad” de la vacuidad no es única en oposición a muchos.
Es un estado más allá de uno o dos, sujeto y objeto, y el yo y el mundo
exterior; es la naturaleza singular de todas las cosas. Al reconocer la
naturaleza de la vacuidad, nuestra propia ilusión – la falsa dualidad de sujeto
y objeto – se separa y se disuelve. Esto nos alivia de la pesadez producida por
la sutil creencia subyacente de que las cosas tienen una naturaleza separada o
sólida. Al mismo tiempo, aprehendemos la interconexión de todo y esto trae una
gran visión a nuestras vidas.
Cultivar
una profunda convicción en la visión de la vacuidad es todo lo que trata la
práctica de nyensa chödpa. Nyensa se refiere a lo que nos persigue:
aferrarse al yo y a todos los temores y engaños que esto produce. Chödpa significa “atravesar”. ¿Qué es lo
que corta nuestro aferramiento, nuestros miedos y nuestro engaño? Es la
realización de la vacuidad, la realización de la verdad. Cuando la visión de la
vaciedad surge en nuestra experiencia, aunque sea por un momento, el
aferramiento al yo se disuelve naturalmente. Es entonces cuando comenzamos a
desarrollar confianza en lo que es realmente posible.
Impresionada
por la confianza inquebrantable del yogui Milarepa en la visión de la vacuidad,
la Ogresa de la Peña, mientras intentaba atormentarlo y asustarlo, hizo esta
famosa declaración, que ilustra muy bien la visión de nyensa chödpa. Ella dijo:
Este demonio de tus propias
tendencias surge de tu mente, si no reconoces la naturaleza [vacua] de tu
mente. No voy a irme solo porque me dices que me vaya. Si no te das cuenta de
que tu mente es vacua, hay muchos más demonios además de mí. Pero si reconoces
la naturaleza [vacua] de tu propia mente, las circunstancias adversas te
servirán solo para mantenerte, e incluso yo, Ogresa de la Peña, estaré a tu
disposición.
Comprender
la vacuidad conceptualmente no es suficiente. Necesitamos entenderlo a través
de la experiencia directa, de modo que cuando seamos sacudidos desde la
profundidad de nuestro ser, cuando se desafíe todo el mecanismo del apego al
yo, podamos descansar en esta visión con confianza. Cuando surgen
circunstancias desafiantes, no podemos simplemente arreglar conceptualmente las
cosas con las ideas que tenemos acerca
de la vacuidad. Simple-mente pensar: “Todo es vacuo”, sirve de poco en esos
momentos. Es como entrar en una habitación con poca luz, ver una cuerda en el
suelo y confundirla con una serpiente. Podemos
decirnos a nosotros mismos: “Es una cuerda, es una cuerda, es una cuerda”, todo
lo que queramos, pero a menos que encendamos la luz y veamos por nosotros
mismos, nunca nos convenceremos de que no es una serpiente, y nuestro miedo
permanecerá. Cuando encendemos la luz, podemos ver a través de la experiencia
directa que lo que confundimos con una serpiente era en realidad una cuerda, y
nuestro miedo se disipa. De la misma manera, cuando nos damos cuenta de la
naturaleza vacía del yo y del mundo que nos rodea, nos liberamos del
aferramiento y del miedo que lo acompañan. Es esencial que tengamos una
convicción basada en la experiencia, sin importar cuán grande o pequeña sea esa
experiencia.
Sin esta
convicción, cuando surgen circunstancias difíciles, podemos enfrentarnos a
muchas dudas sobre nuestra práctica de meditación. Podemos preguntarnos por qué
nuestra meditación no está funcionando. Si la meditación no nos sirve en
tiempos difíciles, ¿qué más podemos hacer para rescatarnos del horror y el
miedo que tenemos dentro? ¿Qué hay de todos los años de práctica que hemos
hecho? ¿Nos estamos engañando a nosotros mismos? ¿Fue nuestra práctica alguna
vez genuina?
En
tiempos como estos, no debemos desanimarnos acerca de nuestra capacidad para
practicar. Junto con el cuestionamiento de mente abierta, las circunstancias
desafiantes pueden ayudar a profundizar y aclarar el propósito de nuestro
camino, ya que exponen hasta qué punto nuestra práctica ha penetrado en el
núcleo del aferramiento al yo. Aunque estas experiencias a menudo nos
conmocionan o perturban, llaman nuestra atención sobre la experiencia inmediata
de aferrarse y el dolor que genera, y comenzamos a pensar en dejarlo ir.
Muchas
veces en el pasado, podemos haber tenido la experiencia de dejar de aferrarnos
y descansar en la naturaleza del vacío, pero aún no hemos desarrollado
confianza o convicción en esa experiencia. Podemos sentirnos seguros en el
momento de ver cómo se derrumban nuestras percepciones comunes y confusas, pero
a menos que confiemos en esa experiencia, no afectará el impulso de nuestros
hábitos ordinarios y confusos. Rápidamente volveremos a creer en nuestra
experiencia como sólida y real. Sin embargo, si somos capaces de confiar en la
experiencia directa de la vacuidad, podemos, a través de la retrospectiva, unir
esa comprensión con nuestra experiencia presente. Confiamos en el recuerdo de nuestro
encuentro directo con la visión de cambiar la forma en que normalmente
respondemos a situaciones difíciles.
Por otro
lado, incluso si tenemos alguna convicción, no es como si porque lo hemos
soltado una vez – "¡Eso es!" – ya lo dejamos ir por completo y nunca
nos volveremos a aferrarnos. La mente habitual es como un rollo de papel:
cuando lo desenrollas por primera vez, inmediatamente se enrosca hacia atrás.
Debes aplanarlo continua-mente, y finalmente se mantendrá. Nuestro desafío
constante como practicantes, el verdadero enfoque de nuestra práctica, es
reducir el apego que tenemos en el centro de nuestra mente.
A medida
que nos acercamos al dominio obsesionado con menos miedo, podemos encontrar
algo de inteligencia en la experiencia de ser perseguido: aunque continuamente
tratamos de protegernos, instintivamente sabemos que no podemos. Este
conocimiento instintivo proviene de una inteligencia innata que ve la
naturaleza dinámica e inasible de todas las cosas. Observa que las cosas surgen
y desaparecen, tanto la felicidad como el sufrimiento y los cambios de
nacimiento, vejez, enfermedad y muerte. Cuando nos aferramos al yo y a los
demás, nuestra mente se siente profundamente conflictiva y temerosa porque
aferrarse está en desacuerdo con nuestra inteligencia interna. Por supuesto, no
nos estamos aferrando porque queremos sufrir; nos estamos aferrando porque
queremos evitar el sufrimiento. Pero aferrarse por su naturaleza causa dolor.
Cuando dejamos de aferrarnos y nos volvemos hacia nuestra inteligencia innata,
comenzamos a experimentar una sensación de tranquilidad en nuestras mentes y
comenzamos a desarrollar una nueva relación con lo que ordinariamente nos obsesiona.
Como
practicantes interesados en ir más allá de la ilusión, podemos encontrarnos
intrigados por el dominio obsesionado de la mente. Podemos encontrar que, en
lugar de tratar de evitar el dolor, queremos acercarnos a lo que nos obsesiona.
Envalentonados por la experiencia de la vacuidad, podemos cuestionar la solidez
o la verdad de nuestros miedos: tal vez las cosas no existen tal como parecen.
De hecho, cada vez que vemos a través del dominio obsesionado de la mente,
cuando vemos su naturaleza ilusoria o vacía, experimentamos el sabor de la
verdadera liberación. Esta es la razón por la cual los grandes yoguis del
pasado practicaban en lugares embrujados como los osarios. Los lugares que
provocan los aspectos ocultos de la mente están llenos de posibilidades de
liberación. De esta manera, el dominio obsesionado, ya sea un terreno de
batalla o el dominio del miedo que resulta de nuestro propio aferramiento,
sirve como base de nuestra realización.
No
necesitamos aferrarnos al yo para disfrutar de la vida. La vida es de manera natural
rica y abundante. No hay nada más liberador y agradable que experimentar el
mundo que nos rodea sin aferrarse. No nos privamos de la experiencia si
abandonamos nuestros apegos. Aferrarse realmente nos inhibe de disfrutar la
vida al máximo. Nos consumimos tratando de organizar el mundo de acuerdo con
nuestras preferencias, en lugar de deleitarnos en la forma en que nuestra
experiencia se desenvuelve de forma natural.
Podemos
apreciar tanto la vida cuando nos liberamos de las esperanzas y los temores
relacionados con el aferramiento al yo, incluso de todos los problemas que
generalmente tratamos de evitar y temer, como la vejez, la enfermedad y la
muerte. La capacidad de apreciar todos los aspectos de nuestra mente, realmente
dice algo sobre el magnífico potencial de la mente. Nos muestra que la mente es
mucho más grande que las confusiones, los temores y los disturbios que a menudo
nos acechan. Nos muestra que nuestro sufrimiento personal y el mundo de
sufrimiento “fuera” de nosotros no son más que el mundo interno y externo de
nuestra propia ilusión: el samsara.
Nyensa chödpa es
cortar a través de la mente del samsara. ¿Qué podría ser mucho más obsesionado
y temeroso que el samsara? ¿Qué podría ser un beneficio mayor que ir más allá
del samsara y de nuestro aferramiento al yo? ¿Qué podría ser más significativo
que reconocer que el samsara, aquello que nos ha hecho tan temerosos y
sacudidos, es por naturaleza la naturaleza no dual de la vacuidad misma? Si
hacemos la práctica de nyensa chödpa
en nuestra vida cotidiana, es una manera maravillosa de vivir esta vida, y el
trabajo que hacemos se medirá al final.
Dzigar Kongtrül Rinpoche nació en el norte de la India y ahora vive en
el sur de Colorado. Él es el fundador de Mangala
Shri Bhuti, una organización dedicada al estudio y la práctica de las
enseñanzas del linaje Longchen Nyingthik
del budismo tibetano. Escribió It's Up to
You: The Practice of Self-Reflection on the Buddhist Path [Depende de ti:
la práctica de la autorreflexión en el camino budista], publicado por Shambhala
Publications.
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