El perdón del Buddha
Ozmo Piedmont, Ph.D.
“Aferrare a la ira es como
aferrarse a una brasa candente con el intento de tirársela a otro; tú eres el
que se quema.” Buddha, 563-483 B.C.E.
Cuando
estamos manejando nuestra vida, ¿quién está conduciendo, nuestro karma o
nuestra Naturaleza Búdica? En el Dhammapada se lee que el Buddha dijo: “Cuando
un hombre gobierna el surgimiento de su ira como a un carruaje que se va de
control, eso es lo que llamamos un conductor de carruaje. El resto
es sólo tener riendas.” (Curto, 2005, XVII, V. 222) La ira
es un aspecto de la aversión, uno de los tres venenos de la mente. Cuando
la vida nos presenta situaciones que provocan la aversión, o sea, la ira, la
irritación, la frustración, el enojo, la furia, la rabia, la molestia, la
preocupación, o el miedo, son todas oportunidades para nuestra práctica espiritual. Estas
sensaciones en sí no son el problema, sino nuestro apego a ellas, lo que
reafirma patrones y hábitos inconscientes basados en egoísmo e
ignorancia. Cuando esto pasa, estamos fuera de control y nuestras
acciones pueden causar dolor, pena, y sufrimiento. En otras
palabras, hemos perdido las riendas del carruaje de nuestra
mente. En vez de adiestrar el cuerpo y la mente en cómo guiar el
carruaje para resolver un problema con perspicacia, sabiduría, y compasión, de
hecho estamos presos de tendencias negativas, las que se repiten miles de veces
por nuestro karma negativo. Efectivamente, estamos causando sufrimiento
tanto para nosotros como para los demás. En cambio, cuando podemos
practicar atención vigilante, como un buen conductor del carruaje, estamos en
control de nuestras reacciones, absteniéndonos de las tendencias que nos
desvían el carruaje con acciones erróneas, dándonos la oportunidad de guiarlo
en la dirección apropiada.
No
nos desviamos ni en la dirección de la inactividad, ni en la dirección de
emociones incontroladas. Al notar el obstáculo en el camino, la
situación nos exige actuar en el momento; nuestras sensaciones nos atraen la
atención que deberíamos atender a algo. Por ejemplo, si hay un bache
en el camino, la sensación de preocupación, irritación, enojo, o miedo nos
indica que hay peligro inminente. Hay que evitar el
bache. Pero ¿cómo rodearlo? Si estamos apegados a nuestra
emoción de aversión, podríamos maldecir y soltar palabrotas al bache, lo que no
sirve para nada. Pero al notar la sensación surgiendo, la
dejamos pasar, y en vez de dejar a la emoción dictar nuestro comportamiento,
buscamos la forma más eficaz para evitar el bache. Es el momento en
nuestra práctica espiritual que preguntamos al Infinito “Qué es bueno hacer
ahora?”, dándonos la oportunidad de considerar todas las opciones, mientras que
ponemos fe en una sabiduría más profunda, con una perspectiva más amplia, para
que nos aconseje lo que pertenece a nuestra Naturaleza Búdica. Al
recibir su directiva, actuamos con pleno corazón. En esta manera,
evitamos el bache en el camino, igual como evitamos los choques interpersonales
con el mundo de nuestras familias, el trabajo, o la sociedad.
Es
reconfortante recordar que no estamos solos en este camino de la vida, puesto
que el consejo y la ayuda del Infinito son como tener estos sistemas de
posicionamiento global en los automóviles. Al apretar un botón, una
voz computarizada nos recomienda la ruta más directa para que
lleguemos a la meta de nuestro viaje, diciéndonos “De vuelta a la derecha en la
próxima esquina.” Siempre se puede ignorar la voz, pero confiamos
que está guiándonos para nuestro bien. De igual forma, confiamos en
el Infinito para guiarnos en la dirección más directa. Por medio de
la meditación, la práctica y la atención vigilante, estamos encendiendo el
aparato de nuestra intuición espiritual, abriéndonos al consejo disponible en
este momento. Al preguntarle al Infinito, “¿Qué es bueno hacer
ahora?” estamos apretando el botón que da lo Eterno la oportunidad para
guiarnos en la vida cotidiana, ayudándonos para purificar nuestro karma y
aliviar el sufrimiento, así llegando por la ruta más directa en
nuestras vidas a la meta divina: la paz. Pero eso requiere nuestra
capacidad para desapegarnos de los sentimientos negativos.
Desde la perspectiva del
Budismo, el perdón significa la habilidad de renunciar a la ira y el
resentimiento, sin guardar rencor ni heridas, viviendo en el presente sin
distracciones basadas en memorias del pasado ni proyecciones al
futuro. Si uno guarda ira, primero se hiere a sí mismo, y luego se
crea sufrimiento para los demás por la violencia. El Dalai Lama de
Tíbet nos recuerda que la violencia solo genera violencia, y puede perjudicar nuestra
salud:
“Con el perdón, hay dos
niveles aquí. Un nivel: el perdón significa que no deberías
desarrollar sentimientos de venganza. Puesto que la venganza perjudica a
la otra persona, por tanto es una forma de violencia. Con la violencia, hay
normalmente contra violencia. Esto genera más violencia aún – el
problema nunca termina. Esto es un nivel. Otro nivel: el
perdón significa que no deberías desarrollar sentimientos de ira hacia tu
enemigo. La ira no resuelve nada. La ira sólo trae
sentimientos incómodos a ti mismo. La ira destruye tu paz
mental. No puedes sentir la felicidad mientras que mantengas la
ira. Creo que esto es la razón principal por la que debemos
perdonar. Con la mente tranquila, hay más paz mental, más salud para
el cuerpo. Una mente agitada nos destruye la salud, es muy dañino al
cuerpo. Este es lo que creo yo.” (Lama, 2004, p. 234-235)
Entonces, en vez de fomentar más y más negatividad, perjudicando a
nosotros y a los demás, hay que perdonar, incluso a nuestros enemigos, porque
incluso los pensamientos crean mal karma. De hecho, nuestros
enemigos pueden enseñarnos las lecciones más importantes en como amar y
perdonar. El médico personal del Dalai Lama, Dr. Choedrak, fue
encarcelado en 1959 por los chinos durante veintiún años. Sobrevivió a la tortura y el abuso de una forma bien sana por practicar cuatro puntos de
comprensión: 1. Aunque tuvo que enfrentar gran sufrimiento e
injusticia, podía responder con amor. 2. Sus captores estaban
sufriendo en condiciones iguales a él, y por la ley de karma, iban a sufrir
mucho más en el futuro, mereciendo su compasión por ellos como seres sufriendo
más y más por su ignorancia y confusión. 3. Tuvo que aprender a como
soltar los sentimientos de orgullo, auto-importancia, y soberbia falsa, puesto
que todo ser humano ha hecho igual en el pasado basado en su
ignorancia. Si sus captores hubieran sabido mejor, habría hecho
diferente. 4. El odio, la ira, y el rencor no terminan nunca si
reaccionamos con las mismas emociones. Solo terminan siendo libre de
ellas, o sea con amor. (Goldstein, pp. 125-126) Como dijo el Buddha
en la Dhammapada (Cap. 1, V. 5): “Las ocasiones de odio ciertamente nunca son
apaciguadas mediante el odio. Son apaciguadas estando libre de
odio. Esta es una ley eterna.” (Curto, p. 26)
El Buddha describió seis virtudes (paramitãs) de alguien en el camino
espiritual llegando al Nirvana; una de ellas es la
paciencia. Tenemos que desapegarnos de la ira en nosotros,
renunciando todo deseo de venganza o retribución. Así, se puede
liberar del dolor y el rencor, transformando lo que es negativo en algo
positivo. Eso no implica olvidarnos de lo que pasó. Sólo
se puede elegir no continuar con los sentimientos negativos, porque incluso los
pensamientos pueden causar karma negativo, lastimando a los demás, y por tanto,
lastimándonos a nosotros mismos. El mero hecho de pensar en la
venganza y retribución nos causa nuestro propio infierno de dolor y sufrimiento
interior (Ratnaghosa, 2012). Pero si podemos generar amor,
compasión, y perdón, experimentamos la paz y la armonía, dos aspectos de la
Naturaleza Búdica, lo más puro y libre en nosotros.
Lo
importante es resolvernos conscientemente a perdonar para quitarnos de las
emociones y los sentimientos enfermos y venenosos, no para hacer el otro sentir
culpable, sino para liberarnos de nuestro sufrimiento. Cuando no
sufrimos, estamos menos dispuestos a causar sufrimiento a los
demás. Se puede ayudar con la recitación de una frase positiva,
pidiendo al otro que te perdone y perdonando al otro por el dolor y el daño
causados. De hecho, el maestro budista Joseph Goldstein (2002) recomienda que
se recite una frase de perdón antes o después de la meditación diaria en voz
alta o en silencio en nuestros corazones como una limpieza continua del rencor
y el resentimiento guardados en nuestro interior, repitiéndonos: “Si he herido
o lastimado a cualquiera por mis pensamientos o palabras o acciones, pido
perdón. Y libremente perdono a cualquiera que me haya herido o
lastimado.” (p. 110-111)
Aprendiendo
el perdón por los demás, se puede practicar paciencia con uno mismo, recordando
que no somos malos por haber experimentado sentimientos
negativos. Incluso el Dalai Lama experimenta el enojo de vez en
cuando. Pero el punto es que no se apega a la emoción: “Por supuesto
hay momentos cuando me enojo, pero en el fondo del corazón, no guardo rencor
contra nadie.” Dalai Lama (Goldstein, p. 111) Cuando el veneno de la ira nos
enferma, el perdón nos puede curar, revelándonos la paz y tranquilidad de
nuestra Naturaleza Búdica.
Obras citadas:
Curto, Robert (Traductor). (2005). Dhammapada:
Los Aforismos del Dharma. Longseller: Buenos
Aires.
Goldstein, Joseph. (2002)
One Dharma. Harper and Collins Publishers: N.Y., N.Y.
Lama, Dalai y Chan,
Victor. (2004). The Wisdom of Forgiveness. Riverhead Books.
Citado en…
>>http://en.wikiquote.org/wiki/Forgiveness
Ratnaghosa. (2012) The
Helpful Enemy.
Transcribed
Talks.
No hay comentarios:
Publicar un comentario