Convertir la intención en motivación
¿Cómo
motivarnos nosotros mismos para vivir realmente nuestras mejores aspiraciones?
Thupten Jinpa
Encuadrar nuestros días entre el contexto de la intención y la
gozosa dedicación, incluso una vez a la semana, puede cambiar el cómo vivimos.
Es un enfoque útil de autoconciencia, de intención consciente y esfuerzo
concentrado — tres dones preciosos de la práctica contemplativa — por el que
asumimos la responsabilidad de nuestros pensamientos y acciones y nos hacemos
cargo de nosotros mismos y nuestras vidas. Como lo expresó el Buddha:
"Usted es su propio enemigo / y es su propio salvador."
El Buddha anotó: nuestros pensamientos, emociones y acciones son
las principales fuentes de sufrimiento. Igualmente, nuestros pensamientos,
emociones y acciones pueden ser la fuente de nuestra alegría y libertad. Vivir,
tanto como sea posible, con la intención consciente es el primer paso de esta
transformación. Así, los siguientes dos ejercicios en intención y dedicación
son el primer paso para una mayor claridad y cohesión en nuestra vida, nuestro
trabajo y nuestra relación con los demás.
No es sólo más que, cuando nuestras
aspiraciones incluyen el bienestar y la felicidad de los demás, nuestros actos
y nuestra vida en conjunto adquieren un propósito mayor a nuestra existencia
individual.
En inglés todos los días, a menudo utilizamos las palabras intención y motivación indistintamente como si significaran lo mismo, pero hay una diferencia importante: deliberación. Nuestra motivación para hacer algo es la razón o razones detrás de ese comportamiento, la fuente de nuestro deseo y el impulso a hacerlo. Podemos ser más o menos conscientes de nuestras motivaciones. Los psicólogos definen la motivación como el proceso que "suscita, sostiene y regula el comportamiento humano y animal.” En palabras sencillas, la motivación es lo que nos activa. Para algunos puede ser la fama; para otros, puede ser el dinero, el entusiasmo o la emoción, el sexo, el reconocimiento, la lealtad, el servicio, un sentido de pertenencia, la seguridad, la justicia, etc. La fuerza de la motivación se desarrolla a través de un ciclo de deseo y recompensa se refuerzan mutuamente, cuando algo que hacemos es gratificante, queremos hacerlo de nuevo; si lo hacemos una vez más, somos recompensados nuevamente y queremos hacerlo más...
La intención, por el contrario, es
siempre deliberada, una articulación de una meta consciente. La intención es
necesariamente consciente; la motivación, como señaló Freud, no necesita ser
consciente incluso para la misma persona. Necesitamos intenciones para el largo
plazo. Establecer y reafirmar nuestras mejores intenciones para mantenernos en
las direcciones que realmente queremos ir. Sin embargo, necesitamos
motivaciones para mantenernos yendo a largo plazo. Si nuestra intención es
correr una maratón, habrá veces cuando el despertador suene para ir a correr
diez millas antes de ir a trabajar, o en el medio de la carrera, que nos
preguntemos, muy razonablemente: "¿Por
qué estoy haciendo esto?" Necesitamos respuestas buenas, inspiradoras
para superar esas jorobas. Consciente o inconsciente, la motivación es el
porqué y la chispa, detrás de la intención.
Usted podría hacer en casa este ejercicio de establecer la
intención, lo primero a hacer en la mañana si es conveniente. También se podría
hacerlo en su viaje en un autobús o metro. Si trabaja en una oficina, puede
hacerlo sentado en su escritorio antes de comenzar la jornada. Sólo necesita de
dos a cinco minutos sin interrupciones. La tradición tibetana recomienda fijar
nuestra intención y comprobarla con nuestras motivaciones, de esta manera, al
principio del día, en el inicio de una meditación sentada y antes de cualquier
actividad importante. Nuestra intención establece el tono de sea lo que sea que
estamos a punto de hacer. Como la música, la intención puede influir en nuestro
estado de ánimo, en nuestros pensamientos y sentimientos; fijar una intención
por la mañana marcará el tono para todo el día.
Ejercicio: Estableciendo una intención
En primer lugar, encuentre una posición sentada cómoda. Si es
posible, siéntese sobre un cojín en el piso o en una silla con las plantas de
los pies tocando el suelo, que le dé una sensación de estar conectado a tierra.
Si lo prefiere, también podrá acostarse de espaldas, idealmente en una
superficie que no sea demasiado suave como un colchón hundible. Una vez que
haya encontrado su postura, relaje su cuerpo tanto como pueda, si es necesario
con algunos estiramientos, especialmente de los hombros y la espalda. Entonces,
con los ojos cerrados si esto le ayuda a concentrarse, tome de tres a cinco
respiraciones profundas, diafragmáticas o abdominales, cada vez reduciendo la
inhalación en el vientre y llenando el torso con la inhalación desde la parte
inferior hacia arriba, como llenar un vaso con agua. Luego con una exhalación
lenta y larga, expulse todo el aire del torso, totalmente. Si ayuda, puede exhalar
por su boca. Inhale y exhale...
Una vez que se sienta estable, contemple las siguientes preguntas:
"¿Qué es lo que aprecio profundamente? ¿Qué, en el fondo de mi corazón,
deseo para mí, para mis seres queridos y para el mundo?"
Deténgase un poco en estas cuestiones y vea si aparecen algunas
respuestas. Si no hay respuestas específicas en la superficie, no se preocupe,
simplemente quede con las preguntas abiertas. Esto puede tomar algo el
acostumbrarse, ya que cuando nos hacemos preguntas generalmente esperamos
responderlas. Confíe que las preguntas mismas están funcionando incluso — o
sobre todo — cuando no tenemos respuestas listas. Si y cuando las respuestas
llegan, reconózcalas como se presentan y quédese con los pensamientos y
sentimientos que puedan traer.
Por último, desarrolle un conjunto específico de pensamientos como
su intención consciente, para este día, por ejemplo. Podrías pensar: "Hoy,
puedo estar con más atención consciente de mi cuerpo, mente y habla en mi
interacción con los demás. Qué pueda, tanto como sea posible, evitar lastimar
deliberadamente a otros. Qué pueda relacionarme conmigo, con los demás y con
los acontecimientos a mí alrededor con amabilidad, comprensión y menos
juzgamiento. Qué pueda utilizar mi día de manera que esté en consonancia con
mis valores más profundos."
De
este modo, pone el tono para el día.
Una vez que se familiariza más con el ajuste de la intención,
podemos hacer esta práctica en un minuto o menos. Esto significa que podemos
encontrar oportunidades durante el día para comprobar nuestras intenciones. Los
médicos que han tomado el entrenamiento de la compasión, por ejemplo, han
utilizado el tiempo que tardan en lavarse las manos entre pacientes para volver
a sus intenciones, e informan cómo esto los hace sentirse más centrados y
presentes para el siguiente paciente. Incluso podemos saltar la práctica formal
de tres fases y hacer un reajuste rápido leyendo o cantando unas líneas
significativas. Se podría usar la plegaria de los Cuatro Inconmensurables:
Qué puedan todos los seres alcanzar la felicidad y sus causas.
Qué puedan todos los seres liberarse del sufrimiento y sus causas.
Qué puedan todos los seres nunca estar separados de la dicha, libre del sufrimiento.
Qué puedan todos los seres nunca estar separados de la dicha, libre del sufrimiento.
Qué todos los seres permanezcan en la ecuanimidad, libre de
prejuicios, apego y aversión.
La práctica de fijar la intención esta
emparejada, en la tradición tibetana, con otro ejercicio contemplativo llamado dedicación. El papel de este ejercicio
es, por así decirlo, completar el círculo. Al final de un día o de una
meditación o de cualquier otro esfuerzo que hemos realizado, nos reconectamos
con las intenciones que hemos creado al principio, reflexionando sobre nuestra
experiencia a la luz de nuestras intenciones y regocijándose en lo que hemos logrado.
Esto es como hacer un balance al final del día. Nos da otra oportunidad para
conectar con nuestras aspiraciones más profundas.
Ejercicio: hacer una dedicación
Al final del día, por ejemplo, antes de irse a la cama o cuando
descansa en la cama antes de dormir, reflexione sobre su día.
Brevemente revise los eventos del día (incluyendo conversaciones
significativas, estados de ánimo y otra actividad mental) y vuelva al espíritu
de la intención fijada por la mañana. Vea cuánto alineación existe entre los
dos. Es importante no quedar atrapados en los detalles de lo que hizo y no
hizo. La idea no es sostener cuentas exhaustivas, sino analizar ampliamente
para ver la sinergia entre sus intenciones y su vida en este día.
Cualesquier pensamientos y sentimientos que esta revisión puedan
traer, solo quédese con estos. No es necesario echarlos lejos si tienen una
cualidad negativa; o aferrarse a ellos, si parecen positivos. Simplemente
permanezca con esto un rato en silencio.
Por último, piense en algo del día en que se sintió bien con ello
— una ayuda brindada a su vecino, una escucha empática que prestó un colega en
apuros, no perder la calma en la farmacia cuando alguien interrumpió la cola.
Luego regocíjese en el pensamiento de este hecho. Si no hay nada más, disfrute
del hecho de que comenzó su día estableciendo una intención consciente.
Mantener este ejercicio brevemente; de tres a cinco minutos es una
duración buena. Si normalmente hace alguna lectura antes de acostarse, podría
disponer de tres a cinco minutos al final para el tiempo de dedicación. Si su
costumbre es ver televisión, ¿puede ver tres o cinco minutos menos? ¿O ir a
algún lugar tranquilo durante los comerciales? Alegrarse en el día, al final
del día, incluso en el simple hecho del esfuerzo que hemos realizado, es
importante. Nos da algo positivo para llevar en los próximos días y nos ayuda a
aprovechar la motivación al servicio de nuestras intenciones.
A veces, sin embargo, es útil hacer un examen más centrado. Hemos
creado intenciones alrededor de ser amable con nosotros mismos. A su vez, al
final de un día, nuestra dedicación podría prestar especial atención a la
generosidad que nos podemos haber mostrado hacia nosotros mismos ese día.
Ahora, cuando realizamos una evaluación
de tal objetivo, la mayoría de nosotros encontrará que nos hemos quedado
cortos. Vamos a ver las brechas entre nuestras intenciones y nuestro
comportamiento, entre nuestras aspiraciones y nuestra vida real. Cuando esto
sucede, es importante no vencernos con un juicio negativo y autocrítico.
Simplemente reconocemos la diferencia y resolvemos tratar de nuevo al día
siguiente. Esta conciencia en sí nos ayudará a estar más atentos al día
siguiente, abriendo oportunidades para traer nuestros pensamientos y acciones
cotidianos en más estrecha alineación con nuestros objetivos.
Cómo la intención se convierte en motivación
Es importante que establezcamos una
intención, como es importante qué intención establezcamos. Sin embargo, como lo
sabe cualquiera que haya intentado mantener la resolución del año nuevo, fijar
una intención, incluso una intención muy sincera, buena, no es un hecho consumado. Podemos desear ser
compasivos y atentos hacia los demás y nos decimos esto por la mañana, sin
embargo, nos encontramos esa misma tarde, o mucho antes, por el contrario algo
más egoístas y prejuiciosos. La relación entre nuestras intenciones
conscientes, por un lado, y las motivaciones a menudo no tan conscientes que
llevan nuestros pensamientos y acciones, por el otro, es compleja. Pero con
reflexión y concienciamiento persistente, podemos, con el tiempo, traer
nuestras motivaciones más en línea con nuestras intenciones.
El Dalai Lama una vez sugirió una forma sencilla de comprobar
nuestras motivaciones, planteándonos estas preguntas:
¿Es solo por mi o por los demás?
¿Para beneficio de alguno o para muchos?
¿Para ahora o para el futuro?
¿Para beneficio de alguno o para muchos?
¿Para ahora o para el futuro?
Estas preguntas ayudan a aclarar nuestras motivaciones trayendo
autoconciencia crítica (crítica en el sentido de objetiva y exigente, no de
juzgamiento) para nuestra relación con lo que hacemos. También ayudan a
recordarnos traer compasión sobre nuestros pensamientos y acciones. Nos podemos
plantear estas preguntas antes de hacer algo, mientras que lo estamos haciendo,
o después de que lo hemos hecho, siempre habrá otra oportunidad para
(res)establecer nuestra intención y otra oportunidad para actuar de acuerdo con
esa intención.
La pregunta de cómo nos motivamos para
seguir nuestras aspiraciones más profundas ha sido un interés importante en la
larga historia de la psicología budista. En el pensamiento budista, la
motivación es una cuestión de deseo, concretamente el deseo de actuar
acompañado con un sentido de propósito.
Decir, en el caso de ser más compasivo, es hacer conexión emocional con la
compasión y sus objetivos que despiertan en nosotros el deseo de actuar. Y es a
través de ver los beneficios que adquirimos un sentido de propósito en ser más
compasivo.
La psicología contemporánea solo ha
llegado relativamente hace poco a apreciar el papel de las emociones en la
motivación de nuestra conducta. Durante mucho tiempo, la teoría occidental de
la acción fue dominada por la teoría de la elección racional y las emociones
fueron acusadas de nublar el proceso en lugar de ser una parte integral del
sistema. Para articular la dimensión dual de nuestra motivación —
concienciamiento cognitivo de y
conexión emocional con nuestros objetivos —
la psicología budista utiliza un término que es casi imposible de captar
en una sola palabra en los idiomas occidentales. El término sánscrito shraddha (depa en tibetano) tiene una amplia gama de significados, los
importantes son "fe", "confianza," "creencia" o
"confianza," connotando "apreciación" y
"admiración". Shraddha es un sentimiento como confianza, en lugar de
un estado cognitivo como creencia o conocimiento. Experimentalmente, shraddha
se siente algo como apego o atracción hacia nuestra meta, como sintiéndose
inspirado a tocar la guitarra cuando se ve que una estrella de rock lo hace. Es
esta cualidad, shraddha, que prepara nuestra mente y corazón para arremangarnos
y tocar.
¿Cómo aprovechamos nuestra reserva
emocional? Las cogniciones juegan un papel fundamental, que los primeros textos
budistas caracterizan como ver el
valor de hacer algo. A través del compromiso cognitivo, como ver los
beneficios, conectamos intención con motivación. Así, dentro de este nexo
causal, el eslabón crucial para ver es uno entre nuestra conciencia de la meta
y por qué ir por ella, nuestros sentimientos acerca de la meta y nuestro deseo
o voluntad de conseguirla.
Entonces, otra vez, es la alegría que
llevamos en nuestros esfuerzos — la valentía de intentar, la dedicación a
adherirse a esto — y sus resultados que ayuda a mantener nuestras motivaciones
en el largo plazo. O, en otras palabras, hace que queramos seguir intentándolas
y seguir haciéndolas. Los padres que han luchado con su hijo para que tomen un
nuevo instrumento reconocerán cómo todo cambió en el momento en que el niño
comenzó a disfrutarlo. Esto se llama motivación intrínseca, a diferencia de la motivación extrínseca de, por ejemplo, los padres que recompensan al niño con
más tiempo para practicar su instrumento. De décadas de investigación de la
motivación, sabemos que la motivación intrínseca es mucho más estable y
duradera. El proceso de establecer intenciones y reflexionar dichosamente sobre
ellas en la dedicación es cómo, con el tiempo, transformamos las motivaciones
intrínsecas en motivaciones extrínsecas y así mantenemos la energía y el
propósito de vivir fieles a nuestras mejores aspiraciones.
Thupten Jinpa es un estudioso budista e intérprete principal en inglés del Dalai Lama, así como presidente del Institute of Tibetan Classics.
Tomado de A Fearless Heart: How The Courage To Be Compassionate Can
Transform Our Lives de Thupten Jinpa.
Publicado con autorización de Hudson Street Press, una impresión de Penguin
Publishing Group, un área de Penguin Random House LLC. Copyright © 2015 por
Thupten Jinpa Langri.
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