miércoles, 26 de noviembre de 2008

Los cuentos Jakata es una modalidad literaria referida principalmente a los nacimientos previos de Budha Sakyamuni,  también se refiere a los comentarios al Canon Pali de la tradición del budismo Therevada, incluidos en el Khuddaka Nikaya y Sutta Pitakaya, a partir de los que se construyeron cuentos en prosa. Sin embargo, hay relatos jakata producidos posteriormente pero siempre basado en la ética budista, como el que presentamos.


El Pájaro Carpintero y el León 

Hace mucho, mucho tiempo, en la espesura del oscuro bosque, el GRAN SER nació en la forma de un pájaro carpintero. No sólo era especialmente bello, sino también bondadoso fuera de lo común, inteligente y sabio. Un día, le preguntó a su madre: “¿Para qué nací?” Su madre contestó, “La razón por la que nacemos es para que hagamos  de este mundo un lugar mejor para todas las criaturas, grandes y pequeñas, y también para enseñarles a ser bondadosas.” Así que el pájaro carpintero se desarrolló como un maestro y doctor para todos los animales, ayudándoles y guiándolos, mostrándoles el camino correcto para vivir, evitándoles cometer maldades cada vez que se le presentaba la oportunidad. Él ya practicaba la enseñanza del Bodhisattva a través de innumerables vidas y entre diferentes clases de seres vivos; su compasión, su sabiduría y habilidad para usar diferentes métodos estaban bien desarrolladas. Por esas razones con mucho cuidado evitaba herir a cualquier criatura, aún a los insectos --que son el alimento normal de los pájaros carpinteros – y sólo comía semillas, frutas y plantas.

Un día, volando sobre la gran espesura del bosque, vio a un león revolcándose en el polvo. Los leones son los animales más fuertes y feroces de todos los animales, pero este león estaba llorando y quejándose lastimeramente y toda su piel estaba sucia y raída.
“¡Oh! Rey de las Bestias” le llamó el pájaro carpintero “¿Qué sucede, estás enfermo o herido, o acaso la flecha de un cazador te ha dañado, te ha mordido alguna víbora, en qué te puedo ayudar?”

“¡Oh! doctor del bosque” sollozó el león. “Estaba yo golosamente comiendo demasiado, muy rápido y un fragmento de hueso se me encajó muy adentro de la garganta. No lo puedo extraer, aunque trate de pasarlo o expulsarlo, así que estoy en tremenda agonía.  ¿Crees que puedes ayudarme?

El pájaro carpintero tenía mucha experiencia para resolver problemas, así que rápido pensó cómo auxiliar al pobre león. Recogió del suelo un pedazo de madera, le pidió al león que abriera la boca y colocó el madero entre los dientes superiores y los inferiores para evitar que el león cerrara las fauces. Entonces, entró valientemente a la boca del león y llegando a lo profundo de la garganta, con cuidado extrajo con su largo y fino pico el pedazo de hueso. Antes de salir, pateó hacia afuera el pedazo de hueso y así resolvió el problema del león. Aunque esto hubiera sido difícil para la mayoría de los doctores, el entrenamiento de Bodhisattva le permitía llevar al cabo tareas imposibles de realizar.

El león agradeció efusivamente al pájaro carpintero por haberle salvado la vida. Cualquier ente civilizado hubiera quedado eternamente agradecido por esa cura, lo que conlleva una gran obligación del recipiente para con su benefactor. El pájaro carpintero estaba tan feliz como el mismo león, por la gran satisfacción que sentía al ayudar a otros a resolver sus problemas. Como Bodhisattva, viendo la felicidad de otras personas lo hacía más feliz que su propia buena fortuna y ni se fijaba si le agradecían o lo alababan.

Mucho tiempo después, se presentó una hambruna en esa región. No había llovido desde hacía varias semanas, las plantas que servían de comida lentamente se secaron y desaparecieron. Los hambrientos animales no encontraban alimento. Mientras el pájaro carpintero volaba hambriento buscando que comer, se topó con el mismo león que estaba devorando un antílope. El pájaro carpintero nunca comía carne de animales, por que no quería lastimarlos Pero ahora estaba tan hambriento que pensó que sería admisible comer un poco de carroña del antílope, ya que el león no lo había matado para que el pájaro carpintero se alimentara.

Los preceptos budistas mencionan tres casos en que es permisible comer carne, y este era uno de éstos. De cualquier forma, comer carne trae consigo complicadas cuestiones morales, por lo que es mejor definitivamente no comerla. Cuando ves a alguien con un comportamiento que va en contra de tus principios, lo debes interpretar como advertencia de que esa persona no comparte tus principios, por lo que debes mantenerte alejado de ella. Pero de cualquier forma, el pájaro carpintero no quería verse suplicando por algo, por lo que sólo se trepó a la rama de un árbol cercano, deseando que el león le ofreciera un bocado.

El león, por naturaleza, era egoísta y ambicioso, debido a que la semilla de la compasión del Bodhi no se había sembrado en su cerebro, y que nunca se le había enseñado como comportarse en una manera civilizada. Aún que él recordaba al pájaro carpintero, no quiso compartir su comida con nadie, ¡aun con aquel que le había salvado la vida! 
Es verdaderamente triste que cuando las personas están necesitadas, se pueden comportar humildemente, pero tan pronto se sienten liberados y seguros nuevamente, frecuentemente se vuelven arrogantes.

Aun más, durante las crisis, como en los tiempos de hambruna, la gente debería ser especialmente generosa y compasiva hacia los demás. Pero el león solamente gruñó con desprecio: “Vete pequeño pájaro, ¡esta comida es sólo mía! Deberías agradecerme que no me comí tu cabeza cuando estabas dentro de mi boca. Yo soy el león todo poderoso. Yo puedo hacer lo que me plazca, ¡todos me tienen miedo, así que vete, antes de que pierda la paciencia y te devore!

El pájaro carpintero estaba sorprendido por la actitud del león, tan grosero y desagradecido, e inmediatamente se alejó volando, desplegando toda la belleza y poderío de los pájaros. Debido a que el reino animal está gobernado por la estupidez y falta de compasión, la ingratitud del león no le causó mayor sorpresa, pero sí le produjo gran frustración, por que el pájaro carpintero siempre esperaba lo mejor del prójimo y siempre sentía mucho que la gente causara mal karma.

Mientras volaba por las nubes más altas, el pájaro carpintero se encontró con un alborotador espíritu del cielo, quien estuvo observando y escuchando desde las alturas  su conversación con el león. Tal vez el espíritu estaba enojado por que el pájaro carpintero fue maltratado o tal vez solamente quiso probar su integridad, pero de cualquier manera se dirigió a él como si fuera cualquier persona.   

“¡Oh! Magnífico pájaro carpintero, recuerdo que ayudaste a ese león tiempo atrás cuando se encontraba en un terrible sufrimiento. ¿Por qué ahora le permites que te insulte de esa manera? ¿Por qué no te enojas y le respondes por su grosería? ¿Por qué no le quitas parte de su comida o lo atacas a picotazos? ¿O por lo menos por qué no le devuelves los insultos?”

“¡Por favor no digas eso!” le contestó el pájaro carpintero. “Me niego a enojarme ante cualquier circunstancia. Yo sólo ayudé al león por que me hace feliz ayudar a otras criaturas, no por que espere alguna recompensa. Así que si él es grosero conmigo, lo único que hago es alejarme volando y buscar ayudar a alguien más. Tengo decidido que nunca me enojaré, de tal manera que pueda yo pensar con claridad y pueda resolver problemas y no crearlos.”

El pájaro carpintero estaba mostrando que una vez que descubres que una persona no comparte tus valores, o tiene una actitud equivocada, te le debes apartar mesuradamente   para evitar su influencia negativa. Actuando de otra manera puedes poner en peligro tus principios. Las personas deben cuidar sus mentes de aceptar pensamientos malignos para evitar cometer actos malignos.

“Y” continuó, “una chispa de maldad puede incendiar el bosque acabando con sus méritos y virtudes. Cuando las personas pierden su buen juicio, empiezan a cometer estupideces y a pelear, mostrando la parte oscura de su naturaleza. Y no paran, a menos que alguno de ellos llame a la calma. Pero estar enojados y ser vengativos nunca resuelve nada.”

Como puedes ver, después de muchas vidas de entrenamiento y habiendo desarrollado la sabiduría y la comprensión compasiva de los seres vivos, hay gente virtuosa como este pájaro carpintero acostumbradas a practicar la bondad, que su reacción natural es portarse adecuadamente a pesar de que sean seriamente provocados.

El espíritu del cielo no estaba realmente convencido de que el pájaro carpintero estaba en el camino correcto. “Pero, doctor del bosque” preguntó, “¿por qué ser amable hacia una persona que no es amable con uno, desde luego no lo merece.”

“Por que no quiero convertirme en una persona malvada y perversa” contestó el pájaro carpintero. Por eso no me enojo cuando alguien me trata mal. Aquellos que tienen principios deben mantener su integridad todo el tiempo. El león nunca tuvo la oportunidad de aprender a portarse bien, a ser una buena persona, y probablemente  piense que se justifica portarse de la manera en que se comporta, basándose en percepciones equivocadas que tiene de sí y del mundo. Si yo me empiezo a portar como  un malvado sólo por que se portó mal conmigo, entonces me convertiré en un malvado también. ¿Te das cuenta qué fácil es para una buena persona convertirse en un malvado? Simplemente cometiendo maldades te convertirás en un malvado, por que todos somos responsables de nuestros propios actos.

Ese león sufrirá por sus propios actos, sin que necesariamente aprenda algo por eso. Pero bajo condiciones favorables, eventualmente empezará a desarrollar una mejor comprensión del mundo y aprenderá a convivir de una mejor manera. Entonces se convertirá en una buena persona. Por eso no quiero que sea mi enemigo.”

El pájaro carpintero sabía que la gente malvada puede volverse buena, y que los buenos pueden convertirse en malvados. Todo depende en la forma en que manejen las diversas situaciones. Aun más, justamente como la gente verdaderamente virtuosa y valiosa es respetada en todas partes, así las acciones perversas arruinan la reputación del individuo más respetado, y eso le dificulta alcanzar sus objetivos.  

“¿Pero por qué pretendes que el perverso león sea bueno y llegue a ser feliz? Insistió el vengativo espíritu del cielo. El espíritu se aferró a la antigua creencia de que las características de las personas son imposibles de modificar, y que nunca podrían comprender la tontería que es albergar resentimientos y cólera.

El pájaro carpintero respondió: “No quiero nada del león, lo que quiero es lo mejor para él. La gente malvada y envidiosa es gente triste y miserable por que nunca están satisfechos y por que nadie los aprecia. La gente estúpida sufre a consecuencia de sus propios actos y nadie puede escapar de su propio karma. Pero si aprendieran como ser buenos, podrían purificar su karma y serían recompensados por su esfuerzo. Encontrarían satisfacciones y amigos. Pero, no se le puede enseñar a la gente el Dharma hasta que las condiciones son propicias y por sí desarrollen una actitud receptiva.”

Insistió el espíritu del cielo: “¿Cómo sabes que la gente buena encuentra la felicidad y que por ser felices harán que el  mundo sea mejor? 
“Por que todas las criaturas quieren ser felices y temen sufrir. Quieren ser tratadas con bondad. Si aceptaras que todas son tus amigas y te preocuparas por ellas como por tu propia familia, entonces les ayudarías a mejorar sus vidas, así eventualmente los frutos de tus buenas acciones se extenderían hacia todas las criaturas vivientes.

Contestó  el pájaro carpintero: “Aún desde un punto de vista egoísta, puedes comprender que si todos los seres vivos comenzaran a ser honestos y compasivos y dejaran de lastimar al prójimo, entonces reinaría la paz y la armonía en el mundo y todos serían felices. Aún más, estarían creando buen karma para sus vidas futuras. Al final de cuentas, todos dependemos de los demás para sobrevivir. Nadie es completamente autosuficiente.”
 
“Bien”, dijo el espíritu del cielo, “Tu eres verdaderamente fuerte, sabio, compasivo y amigable hacia todas las criaturas, por que mantienes tu integridad independientemente a como te trata la gente, y no te vuelves malvado cuando te tratan mal. Ni te dejas influir por la gente malvada. Eso demuestra que eres fuerte y poderoso en tus adentros. Puedo ver que eres más sabio y sagaz que muchos Brahmins que han conducido la vida espiritual por décadas. ¡Desearía que hubiera más personas como tú en este mundo! Entonces los débiles que tratan de mejorar tendrían más buenos ejemplos a seguir. De ahora en adelante rataré con toda mi fuerza de ser como tú.”

Le obsequió al pájaro carpintero algunas frutas que había recolectado esa tarde para que calmara su hambre. Entonces se alejó volando para contar a sus amigos acerca de la sabiduría y la fuerza que brinda el no enojarse.
Entonces el pájaro carpintero regresó a su trabajo de ayudar a todas las criaturas y a enseñarles a ser bondadosas compasivos y sabios.

Así que la moraleja de esta narración es que los verdaderos practicantes del budismo harán el esfuerzo necesario para eliminar toda animosidad de sus corazones, y respetarán y cuidarán a todos los seres vivos como si fueran el propio Buda. ¡Después de todo, los seres vivientes son Buda y Buda es todo ser viviente!

traducido de The Lion and the Woodpecker por Raúl Ortega
http://www.buddhistbooks.info/spanish/spanjataka.php



domingo, 23 de noviembre de 2008

Su Santidad Drikung Kyabgon Chetsang
Breve Biografía

Su Santidad Drikung Kyabgon Chetsang, el 37° sostenedor del trono del Linaje Drikung Kagyu y la 7ª reencarnación del Chetsang Rinpoche, es una manifestación de Chenrezig (Avalokiteshvara).

Drikung Kyabgon Chetsang, o Konchog Tenzin Kunsang Thrinle Lhundrup, nació en el 4° día del 6° mes tibetano del Año del Perro-de-Fuego en 1946, en la aristocrática familia de Tsarong en Lhasa. Este auspicioso día marca el aniversario del primer giro de la rueda del Dharma de Buddha. Muchos signos prodigiosos y visiones acompañaron su nacimiento.

Sobre la base de una visión del regente de los Drikung, Tritsab Gyabra Rinpoche (1924-1979) en el lago oracular Lhamo Latso y por muchos otros signos adivinatorios, en 1950 el hijo de la familia Tsarong fue reconocido como la reencarnación del Drikung Kyabgon. El muchacho pasó posteriormente numerosas pruebas tradicionales, tales como la identificación de artículos religiosos y objetos rituales de sus ex-encarnaciones. Su encarnación se confirmó por las adivinaciones realizadas por Taktra Rinpoche (el Regente del Tíbet), Su Santidad el 16to. Karmapa, y Su Santidad Taklung Matrul. En el otoño de 1950 la entronización oficial como Drikung Kyabgon Chetsang tuvo lugar en Drikung Thil, el principal monasterio de la orden Drikung Kagyu.

Sus instructores espirituales (yongzin), Tritsab Gyabra Rinpoche y Ayang Thubten Rinpoche (1899-1966), fueron responsables de su educación. Su plan de estudios incluyó lectura, escritura, memorización, astrología y gramática. De sus Yongzin y de Bhalok Thupten Chodrak Rinpoche, Lho Bongtrul Rinpoche, y Nyidzong Tripa recibió las iniciaciones, transmisiones, y las enseñanzas básicas de la tradición Kagyu, y la tradición Drikung Kagyu en particular.

A la edad de once años, Drikung Kyabgon dio su primera enseñanza pública y transmisión, una iniciación de Amitayus (Buddha de La Larga Vida), durante las ceremonias de la Gran Drikung Phowa, el año del Mono, en 1956. Posteriormente comenzó sus estudios filosóficos en el Nyima Changra de la universidad monástica Drikung. A pesar de ser cuatro años más joven, estudiaba junto con el segundo sostenedor del linaje de los Drikung, Chungtsang Rinpoche.

Antes y después de la sublevación tibetana de 1959, varios intentos se pusieron en marcha para lograr poner a salvo a Chetsang Rinpoche y Chungtsang Rinpoche fuera de Tibet. Estos intentos fracasaron debido a la inexorable resistencia del administrador del monasterio. La familia de Rinpoche ya había huido a India en 1956.

Tritsab Gyabra, que había abandonado el monasterio algunos años antes, tomó a Rinpoche para que viviera con él en Lhasa. En 1960, Drikung Kyabgon fue admitido en una escuela primaria en Lhasa. En muy poco tiempo ya había dominado las materias de varios cursos, siendo capaz de terminar los seis años de educación en sólo tres años. Posteriormente, fue admitido en la escuela media. Los temas allí incluían chino, ciencias naturales, historia y biología. Chetsang Rinpoche sobresalió en sus estudios, especialmente en chino. También se convirtió en un gran atleta y un apasionado y brillante jugador de fútbol.

Durante la Revolución Cultural, que comenzó en 1966, las clases y los negocios se paralizaron. Lhasa se hundió en el caos, Rinpoche en varias ocasiones se salvó por una fracción de una muerte inminente. En 1969, fue asignado a una comunidad en el campo, donde tuvo que llevar a cabo el trabajo físico más duro: el trabajo en los campos en primavera y verano, y cortando leña en empinadas laderas de montaña en el otoño, y en el invierno sacar con pala las aguas residuales de los pozos negros en Lhasa. Dado que no había perspectivas para Chetsang, en 1975 se decidió, finalmente, por escapar de Tíbet. Se preparó por si solo y sin ayuda para cruzar la frontera del Tíbet a través de elevados pasos y glaciares. Indemne llegó a Nepal y, posteriormente, a la residencia del Dalai Lama en Dharamsala, India. Después viajó a los EE.UU., donde sus padres en el ínterin habían emigrado. Allí aprendió inglés, mientras se ganaba la vida trabajando medio tiempo en un McDonald's y otros restaurantes.

Después de tres años en los EE.UU., regresó a India en 1978, para tomar la dirección del Linaje Drikung Kagyu como titular del trono. Entró en el tradicional retiro de meditación de los tres años en el monasterio de Lamayuru bajo la dirección del maestro de meditación Kyunga Rinpoche (1911-1980). Estudió con numerosos y muy logrados Rinpoches y Lamas de diferentes tradiciones y recibió de ellos enseñanzas e iniciaciones. Estima a Dilgo Khyentse Rinpoche (1910-1991) como uno de sus más importantes maestros. De él recibió las enseñanzas esenciales de Los Ocho Linajes de Práctica del budismo tibetano (Dam Ngag Dzo), la más alta enseñanza Dzogchen (Nyingtig Yashi), así como la colección de escritos de Jamgon Kongtrul (Gyachen Kadzo) y El Tesoro de Las Transmisiones Orales de los Kagyu (Kagyu Ngag Dzo). Además, recibió preciosas iniciaciones y enseñanzas de Su Santidad el Dalai Lama (Chakrasamvara, Kālachakra, y Yamantāka), de Su Santidad el 16to. Karmapa (Los Seis Yogas de Nāropa y Milarepa), de Su Santidad Taklung Shabdrung Rinpoche (la transmisión de las enseñanzas Kagyu Taklung) y de Su Santidad Taklung Tsetrul (los Tesoros del Norte). Estudió filosofía budista bajo la tutela de Khenpo Noryang en el monasterio Drukpa Kagyu Sangnag Choling en Bután, donde recibió enseñanzas sobre el Bodhicharyāvatāra de Shāntideva, el Madhyamakāvatāra deChandrakīrti y el Uttara Tantra. Khenpo Noryang también le transmitió las enseñanzas generales de la tradición Kagyu y las enseñanzas particulares de Mahāmudrā de los Drukpa Kagyu. Por otra parte, Chetsang Rinpoche recibió importantes iniciaciones y enseñanzas Drikung Kagyu del Mahāmudrā de Su Eminencia Garchen Rinpoche y Su Eminencia Drubwang Konchog Norbu. En 1985, Drikung Kyabgon recibió la plena ordenación de Su Santidad el Dalai Lama, durante la iniciación de Kalachakra en Bodhgaya.

Desde 1987 Chetsang Rinpoche comenzó a dar enseñanzas en muchos países en todo el mundo. En Dehra Dun, India, estableció el Instituto Drikung Kagyu, un monasterio (Jangchubling) y un centro educativo, así como un centro de retiros y el convento de monjas Samtenling.

En 2003, Chetsang Rinpoche estableció cerca de su monasterio un magnífico edificio, la Biblioteca Songtsen, Centro de Estudios Tibetanos e Himalayos. Con la labor de la biblioteca, Rinpoche persigue su visión global de la preservación de la cultura y la religión tibetanas. En el año 2005, cerca de la Biblioteca Songtsen, Drikung Kyabgon construyó una gran escuela de Altos Estudios Budistas (Shedra), el Kagyu College.

http://www.drikungkagyu.cl/

Editado por K. D. para beneficio de todos los seres sensibles. Om Mani Padme Hung.

“LA GRAN PAZ NATURAL” 

SOGYAL RIMPOCHÉ

 

Las enseñanzas de Buda son extensas. Sólo las “palabras de Buda” llenan más de cien volúmenes. A continuación, los comentarios y tratados de los grandes eruditos indios ocupan más de doscientos volúmenes, y ello sin contar todas las obras de los grandes maestros tibetanos.


Pero aún siendo así, las enseñanzas de Buda pueden ser sintetizadas de una forma muy profunda. Recuerdo que mi maestro, Dilgo Khyentse Rimpoché solía decir:

“Las enseñanzas de Buda son al mismo tiempo ‘extensas’ y ‘profundas’: ‘extenso’ se refiere al enfoque del erudito, del pandita, y ‘profundo’ al del yogui.”

Cuando se le pidió a Buda que resumiera sus enseñanzas, dijo:

 

No cometer ni una sola acción negativa,

Cultivar un tesoro de virtudes,

Domesticar esta mente nuestra;

Ésta es la enseñanza de todos los Budas.

 “No cometer ni una sola acción negativa” significa abandonar las acciones malsanas, perjudiciales y negativas, que son la causa del sufrimiento, tanto para nosotros mismos como para los demás. “Cultivar un tesoro de virtudes” es adoptar acciones positivas, benéficas y sanas que son la causa de la felicidad, una vez más, tanto para nosotros mismos como para los demás.

Sin embargo, el punto más importante es “domesticar la mente”. De hecho, maestros -como Ñoshul Khen Rimpoché-, dicen con frecuencia que esta frase por sí sola capta la esencia de las enseñanzas de Buda. Porque si podemos comprender la verdadera naturaleza de nuestra mente, ahí radica el punto esencial, tanto de las enseñanzas, como de toda nuestra existencia.

La mente es la raíz de todo: creadora de la felicidad y creadora del sufrimiento, creadora del samsara y creadora del nirvana. En las enseñanzas tibetanas, a la mente se la llama “el rey responsable de todo” – kun ye gyalpo-, el principio universal que lo rige todo. Tal como el gran Guru Padmasambhava dijo: “No intentes cortar la raíz de los fenómenos, corta la raíz de la mente”. Esta es la razón por la que encuentro tan evocadoras estas palabras de Buda: “Somos lo que pensamos, y todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos creamos el mundo. Habla o actúa con una mente pura y la felicidad será el resultado”. Si tan solo pudiéramos recordar esto y guardar nuestro corazón y nuestra mente puros, la felicidad se produciría de verdad. Por lo tanto, todas las enseñanzas de Buda están enfocadas hacia el entrenamiento de la mente, y mantener el corazón y la mente puros.

Esto empieza por la práctica de la meditación. Con ello permitimos que todos nuestros pensamientos y emociones turbulentas se sosieguen tranquilamente en un estado de paz natural. Como Ñoshul Khen Rimpoché decía:

Descansa en la gran paz natural, mente exhausta, golpeada incansablemente por el karma y las ideas neuróticas, como el furor implacable de las olas en el infinito océano del samsara. Descansa en la gran paz natural.

¿Cómo se sosiegan los pensamientos y las emociones? Si dejas un vaso de agua turbia en reposo, sin tocarlo, la suciedad se posará en el fondo, y la claridad del agua se hará evidente. Del mismo modo, en la meditación permitimos a nuestras ideas y emociones sosegarse naturalmente, en un estado de confort natural.

Hay un dicho maravilloso de los grandes maestros del pasado. Recuerdo que cuando lo oí por primera vez fue como una revelación, porque en estas dos frases se muestra a la vez lo que es la naturaleza de la mente y como permanecer en ella, lo que constituye la práctica de la meditación. En tibetano es precioso, casi musical: chu ma ñok na dang, sem ma chö na de. A grosso modo significa: “El agua, si no la agitas, se aclara; la mente, cuando no se la altera, encuentra su propia paz natural”.

Lo increíble a propósito de esta instrucción es el énfasis en la naturalidad y en que dejemos que la mente simplemente sea, sin alteraciones y sin cambiar nada en absoluto. Nuestro verdadero problema es la manipulación, la fabricación, y que pensamos demasiado. Un maestro solía decir que la causa primordial de todos nuestros problemas mentales es que pensamos demasiado.

Como dijo Buda: “con nuestros pensamientos creamos el mundo”. Pero si mantenemos nuestra mente en un estado de pureza y le permitimos reposar, tranquilamente, en su estado natural, lo que ocurre al practicar es sumamente extraordinario.

La primera práctica en el camino budista de la meditación se llama “shamata” –en tibetano “shiné”-, morar en calma o “meditación de la tranquilidad.” Cuando empezamos, es una práctica de atención. La práctica de shamata puede ser con un objeto o soporte o sin él. A veces usamos una imagen de Buda como objeto o, al igual que sucede en todas las escuelas budistas, observamos la respiración levemente y con atención. El problema para todos nosotros es que nuestra mente siempre está distraída. Y cuando está distraída, la mente crea pensamientos sin cesar. No hay nada en lo que no pueda pensar o hacer. Si nos fijáramos, veríamos el poco discernimiento que tenemos, y las muchas veces que simplemente dejamos surgir todo tipo de pensamientos y nos perdemos en ellos. Se ha convertido en la peor de todas las malas costumbres. No tenemos disciplina, así como tampoco disponemos de ningún medio para fijarnos en qué tipo de pensamientos nos ocupan; surja lo que surja, nos dejamos arrastrar por una espiral de historias e ilusiones que nos tomamos tan en serio que, no tan sólo nos las creemos, sino que se vuelven parte de nosotros mismos.

Por supuesto, no deberíamos reprimir nuestros pensamientos y emociones, pero tampoco deberíamos complacernos en ellos. Lo que ocurre es que nos hemos complacido en exceso a la hora de pensar. El resultado son las enfermedades mentales, e incluso físicas.
Muchos médicos tibetanos han notado la preeminencia en el mundo moderno de desórdenes debidos a desequilibrios del prana o aire interno, causados por un exceso de agitación, preocupaciones, ansiedad y pensamientos, que se añaden a la velocidad y a la agresividad que dominan nuestras vidas. Lo que necesitamos de veras es tan sólo paz. Es por esta razón que nos damos cuenta que sentarnos, aunque solo sea un momento, inspirar y expirar dejando a nuestros pensamientos y emociones posarse tranquilamente, puede constituir un maravilloso descanso.

Cuando nos abandonamos a la distracción y a pensar en exceso sin prestar
atención, cuando nos perdemos en pensamientos e invitamos a los problemas
mentales y a la angustia, el antídoto a aplicar es la atención. La disciplina de la práctica de shamata es hacer que la mente vuelva una y otra vez a la respiración.

Si estás distraído, en el instante en que te des cuenta, sencillamente vuelve a
centrarte en la respiración. No hay que hacer nada más. Incluso preguntarse: “¿por qué diablos me he distraído tanto?” es otra distracción. La simplicidad de la atención, de volver a traer continuamente la mente a la respiración, la calma progresivamente. Cuando intentas acostar a un niño, lo que le apetece es ponerse a jugar y, si le haces caso, se excitará cada vez más y nunca querrá irse a la cama.

Tienes que cogerlo en brazos y quedarte un rato con él, tranquilamente atento, y entonces acabará por calmarse. Con la mente ocurre exactamente lo mismo: no importa lo agitada que esté, sigue trayéndola de vuelta, una y otra vez, a la simplicidad de la respiración. Gradualmente, la mente se aquietará en la mente.

Al principio, claro, puede que nos sintamos un tanto extraños, creyendo que al observar tenemos el acto de respirar, quién respira y la respiración, cada uno por su lado. Pero lentamente, a medida que perfeccionemos la práctica y que nuestra mente se aquiete, el acto de respirar, quién respira y la respiración se volverán uno y, al final, será como si nos hubiéramos convertido en la respiración.

Los maestros siempre aconsejan que al practicar la meditación del “permanecer en calma”, lo importante es no concentrarse excesivamente. Por esta razón recomiendan poner tan sólo un 25 % de la atención en la respiración. Pero entonces, como puedes haber notado, la atención por sí sola no es suficiente. Mientras que se supone que estás observando tu respiración puede suceder que, tras unos pocos minutos, te encuentres jugando un partido de fútbol o protagonizando tu propia película. Por lo tanto, hay que dedicar otro 25% a una conciencia continua y vigilante que supervisa y comprueba si sigues atento a la respiración. El otro 50% de tu atención lo dejas permanecer, espaciosamente. Por supuesto, la exactitud de los porcentajes no es tan importante como el hecho de que estos tres elementos –atención, conciencia y espaciosidad-- estén presentes.

La espaciosidad es realmente maravillosa. A veces, el simple hecho de ser
espacioso basta para sosegar nuestra mente. La espaciosidad capta toda la esencia de la meditación; también es la generosidad de base de la meditación. En la práctica de shamata, cuando conseguimos aliar la espaciosidad a la atención puesta en la respiración, la mente se va calmando progresivamente. Y al calmarse, ocurre algo extraordinario: todos nuestros aspectos fragmentados vuelven a casa y nos unificamos. La negatividad y la agresividad, el dolor, el sufrimiento y la frustración se desvanecen de verdad. Experimentamos una sensación de paz, de espacio y de libertad y, como resultado de este aquietamiento, surge una profunda tranquilidad.

Según vamos perfeccionando esta práctica y nos unificamos con la respiración, al cabo de un tiempo, incluso la respiración en sí como objeto de atención en nuestra práctica, se disuelve y nos encontramos reposando en el momento presente. Este es el estado de estar centrado en un único punto que constituye el fruto y la finalidad de shamata. Permanecer en el momento presente y en la tranquilidad es un excelente logro, pero volvamos al ejemplo del vaso de agua turbia: si la dejas quieta, la suciedad se irá al fondo y el agua recuperará su nitidez, pero a pesar de ello, la suciedad seguirá estando ahí, en el fondo. Si un día la remueves de nuevo, la suciedad se pondrá de manifiesto una vez más. Mientras cultivemos la tranquilidad, es posible que disfrutemos de paz, pero cada vez que nuestra mente se agite un poco, los pensamientos engañosos volverán a invadirnos.

Permanecer en el momento presente de shamata no va a permitirnos evolucionar ni tampoco nos va a conducir a la iluminación o a la liberación. El momento presente se vuelve un objeto muy sutil y la mente que mora en el momento presente, un sujeto sutil. Mientras permanezcamos en el terreno del objeto-sujeto, la mente seguirá en el mundo conceptual ordinario del samsara.

A través de la práctica de permanecer en calma, nuestra mente se ha apaciguado en un estado de tranquilidad y ha hallado estabilidad. Al igual que la imagen de una cámara fotográfica se vuelve nítida al enfocarla, la atención centrada en un punto de shamata, permite que surja una creciente claridad de la mente. Según van desvaneciéndose gradualmente los oscurecimientos y el ego y su tendencia al aferramiento empiezan a disolverse, la “visión clara”, o “vislumbre” de vipashyana, -en tibetano lhak tong- se manifiesta. En ese momento ya no necesitamos el ancla que supone morar en el momento presente y podemos progresar avanzando, yendo incluso más allá de nuestro yo, hacia la apertura que representa la sabiduría que comprende la ausencia de ego. Esto es lo que va a arrancar de cuajo la ilusión y a liberarnos del samsara.

Examinemos el impacto de esto sobre la forma en que manejamos los
pensamientos y las emociones. Al empezar, sin ninguna seguridad o base, nuestros pensamientos nos invaden y nos dispersan; es por esta razón que en la práctica de la atención nos centramos en un objeto: la respiración.

Pero sean cuales sean los pensamientos que surjan, todos surgen de nuestra mente y de ningún otro sitio, de una forma tan natural como los rayos emanan del sol o como hay olas en el océano. Al estar ahora, pues, en un estado de permanecer en calma, todo lo que surge de nosotros –que nunca ha existido al margen de nosotros mismos-- va a encontrarse con una persona diferente. Ya no hay razón para tener miedo de perder el equilibrio o de distraernos; no tenemos porque seguir obstaculizando lo que surge, ahora que la apertura de la visión profunda se ha manifestado. Nos hemos convertido en una roca que hace frente al viento y las tormentas, a diferencia de la pluma que éramos antes, arrastrada de un lado a otro por la brisa. Todo lo que tenemos que hacer ahora es mantener nuestra conciencia.

Cuando un pensamiento surja desde el estado de quietud, si simplemente lo reconocemos con esta conciencia, volverá a disolverse en la naturaleza de la mente. Los pensamientos y las emociones se vuelven como las olas en el mar, elevándose y disgregándose de nuevo en su propia inmensidad y nosotros nos volvemos como el mar mismo, extenso, espacioso y plácido. No nos queda nada más por hacer: tan sólo mantener esta conciencia.

Por supuesto, para un principiante el riesgo es que aquello que surja le desestabilice y desencadene sus viejas costumbres. En el momento en que lo que surge es visto como algo separado, nos hemos perdido y, por lo tanto, en este momento tan crucial antes de que se convierta en un pensamiento, debemos mantener la conciencia. Necesitamos, pues, ser conscientes de nuestra conciencia, contar con un recuerdo natural que nos haga volver en cada ocasión y sin el cual seremos arrastrados.

Lo que estoy describiendo aquí es un proceso que se conoce por quietud, movimiento y conciencia (ne gyu rig sum), y que adquiere un significado cada vez mayor a medida que alcanzamos etapas más profundas de comprensión. Según avanzamos, permitiendo a lo que surge disolverse y liberarse a la luz de nuestra conciencia, realzaremos y prolongaremos esta quietud, al igual que las olas no hacen más que realzar la belleza del mar. A través de la conciencia de la visión clara y la sabiduría que comprende la ausencia de ego, llegamos a la naturaleza de la mente. Según vayamos progresando, tendremos profundas intuiciones sobre la naturaleza de la realidad, así como sobre nosotros mismos ya que, a medida que la dualidad sujeto-objeto se disuelve, alcanzamos el estado de no-dualidad.

Llegados a este punto, nos encontraremos en un estado de profunda paz. Ñoshul Khen Rimpoché solía hablar de la Gran Paz Natural –rang shin shiwa chempo- , la profunda paz de la naturaleza de la mente, la paz de Madyamika, Mahamudra y Dzogpachempo. Tal como dijo Buda: “el nirvana es la verdadera paz”. Cuando llegas a la paz de la naturaleza de la mente, descubres la extensa expansión de la gran apertura. Es como cuando las nubes se dispersan y dejan al descubierto un cielo abierto infinito; a medida que los pensamientos y las emociones similares a las nubes se disuelven a través de la práctica de la meditación, lo que queda al descubierto es la naturaleza de la mente similar al cielo.

Brillando en este cielo se encuentra el sol de nuestra naturaleza búdica, nuestra bodichita, la esencia de la iluminación. El sol conlleva dos maravillosas cualidades: el calor y la luz. Su resplandeciente luz se asocia a la sabiduría, y su calor al amor y la compasión. Si preguntáramos ¿qué es la mente de Buda?, es exactamente eso: sabiduría y compasión. Y, como las enseñanzas afirman que todos tenemos la naturaleza búdica, todos somos budas en potencia. Cuando purificamos nuestra mente, se convierte en sabiduría y cuando purificamos nuestro corazón, éste se convierte en amor y compasión. Si purificáis vuestros pensamientos, esta inteligencia pura, que deja de estar oscurecida por la ignorancia, es la sabiduría. Cuando las emociones han sido purificadas, surgen en forma de compasión.

Por lo tanto, a través de esta práctica podemos llegar a la pureza profunda de la naturaleza de la mente, esta gran paz de la que Buda habló en el momento de su iluminación, hace aproximadamente dos mil quinientos años, bajo el árbol de Bodi, en el lugar que se conoce hoy en día como Bodgaya. Sus primeras palabras fueron:

“Paz profunda, simplicidad natural, luminosidad no compuesta...”

Con estas palabras, solía decir Dilgo Khyentse Rimpoché, Buda proclamó la esencia de su iluminación, que es el estado de Dzogpachempo, la Gran Perfección. Esta profunda paz es a lo que intentamos llegar a través de la práctica. De hecho, “domesticar la mente” se logra por completo al reconocer esta paz. Fíjate cómo, cuando nos sentimos conmovidos o inspirados por el amor, nos sentimos totalmente desarmados. Del mismo modo, cuando reconocemos la naturaleza de la mente a través de esta práctica, nuestros pensamientos y emociones corrientes se desarman y se disuelven. Entonces un amor y una compasión tremendos irradian de nosotros mismos, al igual que el sol lo hace con todo su calor.

En cuanto entramos en contacto con la pureza de nuestra naturaleza intrínseca, nuestra naturaleza búdica, lo que se pone al descubierto es nuestra bondad fundamental, nuestro buen corazón. Sencillamente, exudamos bondad, compasión y amor. Y así, no sólo entramos en contacto con nosotros mismos, sino que lo hacemos enteramente con los demás. Sientes que realmente eres uno con los demás. Ya no hay barrera alguna que se interponga entre tú y los demás; ni tan siquiera la barrera que pueda haber entre tú y tu mismo. A menudo las barreras, al igual que los problemas, provienen de uno mismo, estamos en guerra con nosotros mismos.

Ahora, con esta práctica, a medida que la tenaza del ego se afloja y que nuestra tendencia a aferrar se evapora, los conflictos, sufrimientos y dolores propios de la fragmentación y de la lucha con nosotros mismos, se disuelven. Por primera vez, un perdón profundo y fundamental hacia nosotros mismos se hace factible. Al mismo tiempo, las esperanzas, miedos y angustias se evaporan, y con ellos todos esos sentimientos --como el estar bloqueado y cerrado en banda, el no estar en contacto ni con nuestros propios sentimientos--, que nos impiden ser felices.

Lo que puede aportarnos esta práctica es increíble. Cada vez que escucho esta enseñanza de Buda, transmitida por los grandes maestros, y siento su autenticidad resonando en mi propio corazón, por la poca práctica que conozco, siento su enorme bendición. Lo más extraordinario es que realmente podemos experimentar la verdad de esta enseñanza. No es algo que se base tan sólo en creencias o en la fe, sino algo que puedes saborear y comprender por ti mismo.
¿Qué ocurrirá cuando lo experimentes? Sentirás la enorme compasión y el amor de los budas y una irresistible gratitud hacia ellos. Y lo que desearás por encima de todo, será compartirlo y ayudar a todos los seres a liberarse del sufrimiento y a adquirir la felicidad última, esta gran paz natural, la paz de Buda. Así que cada vez que experimentes esta clase de paz –aunque sólo sea un poco-- en tu meditación, reza desde lo más profundo de tu corazón, como en la práctica de la bodichita, en los preliminares del Dzogchen Longchen Ñingtik:

“Hipnotizados por la inmensa variedad de percepciones que son como el reflejo ilusorio de la luna en el agua,

Los seres vagan sin cesar perdidos en el círculo vicioso del samsara.

Para que puedan encontrar consuelo y bienestar en la luminosidad y el espacio que todo lo abarca de la verdadera naturaleza de sus mentes,

Engendro el amor, la compasión, la alegría y la ecuanimidad inconmensurables de la mente iluminada, la esencia de la bodichita.”

Tu deseo es que todos los seres encuentren paz y felicidad, en la verdadera naturaleza de su mente. Tengo la impresión de que en este siglo XXI, lo que mucha gente está buscando es la verdad que reside en ellos mismos. Todo el mundo parece preguntarse: “¿Quién soy?” y aspira fervientemente a comprender la autenticidad de su propio ser, más allá del yo egótico.

Mediante esta práctica, puedes llegar a experimentar tu verdadera naturaleza y, cuando la experimentes, tu mayor deseo será que los demás hallen también esta clase de comprensión al saber que, además de mostrarnos quienes somos realmente, esta comprensión nos libera de nosotros mismos.

Me parece importantísimo que contemos con una práctica como ésta. Todos deseamos paz. Todos ansiamos sentirnos bien, ser un buen ser humano, tener un corazón cálido y ser buenos, pero a menudo no sabemos cómo. Hay demasiadas cosas poblando nuestra mente y nuestro corazón parece estar siempre bloqueado.

No somos libres, y en medio de toda esta confusión, sufrimiento y dolor, perdemos fácilmente las esperanzas y nos sumimos en la desesperación. Sin embargo, el hecho de oír la sabiduría y la compasión presentes en esta enseñanza y saber que empiezan a abrir el ojo de nuestra sabiduría y nuestro corazón y nuestra mente a nuestra verdadera naturaleza y a la verdadera naturaleza de todo, puede llenarnos de alegría, de inspiración y de esperanza.

Mediante la práctica, puede ser que experimentemos un poco de esta paz mental, pero no podemos permanecer indefinidamente en este estado. Volvemos a caer en nuestra forma cotidiana de funcionar y nuestros esquemas mentales, que estaban esperando poder reaparecer. Es ahora cuando debemos estar más atentos que nunca y recordar constantemente que esta mente es como un cristal claro y puro.

Al igual que un cristal adquiere el color de cualquier superficie donde se ponga, la mente se transforma exactamente en lo que permitimos que la ocupe en cada momento. La mente en sí misma está más allá de elección, más allá de la dualidad entre bueno y malo. Como dijo Buda: “con nuestros pensamientos creamos el mundo” y somos los creadores de este mundo que disfrutamos o sufrimos, un mundo de fenómenos kármicos modelado por nuestros pensamientos y actos.

No obstante, una vez que hayas probado un poco de esta paz y adquirido esta visión, tendrás ganas de hacerte la promesa de no volver atrás nunca más. En la práctica budista de la confesión, que consiste en reconocer y purificar la negatividad y los errores, se habla de “cuatro poderes”: el poder de la presencia, que hace alusión a la presencia de los Budas; el poder del arrepentimiento, que consiste en el sentimiento de arrepentimiento con respecto a los errores que hayamos cometido; el poder de la resolución que consiste en decidir no volver a hacerlo nunca más; y el poder del método, que es la práctica –sea la que sea– que efectuamos para purificar el daño hecho.



De hecho en la práctica dzogchen confesamos el daño en la Darmadatu, el espacio que todo lo abarca de la naturaleza de la mente. Purificamos todos nuestros pensamientos negativos en la pureza de nuestra naturaleza inherente, y toda su oscuridad es purificada por esta luz. Al confesar, tomamos la firme resolución de no volver a caer en la oscuridad de lo negativo y de mantener nuestro corazón y nuestra mente puros. Porque ahora entendemos más que nunca que “somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos creamos el mundo. Habla o actúa con una mente impura y los problemas serán el resultado... Habla o actúa con una mente pura y la felicidad será el resultado...”

En todo caso, cuando mediante la meditación alcanzas el estado de bondad de la naturaleza de la mente, lo que quiera que digas será bondad, lo que quiera que veas será bondad, lo que quiera que toques será bondad, porque tú serás bondad. Serás naturalmente puro y ello no puede más que manifestarse a través de todo lo que hagas, pienses o digas.

Cuando pienso en Jamyang Khyentse Chöki Lodrö, Dudjom Rimpoché, Dilgo Khyentse Rimpoché y todos los grandes maestros, me pregunto cómo podían ser constantemente como son. ¿Cómo es posible que hagan lo que hagan suponga un beneficio para los seres? La respuesta es: porque se encuentran permanentemente en el estado de bondad. Por eso nos inspiran y nos llenan de esperanza.

Cuando la gente corriente como nosotros ve a Su Santidad el Dalai Lama, se despierta en nosotros la esperanza en la humanidad, y ver que existe semejante ser humano, aporta la comprensión de que nosotros también podemos convertirnos en un buen ser humano como él.

Los grandes practicantes, mujeres o hombres, encarnan este mismo tipo de bondad y hagan lo que hagan resulta benéfico, porque siempre están en este estado, gracias a la disciplina que consiste en mantener la pureza de la mente. No se pervierten bajo ningún concepto, permanecen siempre puros y actúan motivados por esta bondad en la que permanecen sólidamente anclados.

Lo cierto es que a veces nos sentimos en contacto con nosotros mismos, con los demás, con el universo, y tenemos verdaderamente la oportunidad de experimentar una profunda paz interior. Cualquiera que haya tenido la suerte de vivir un poco esta paz interior, debería de tomar la firme resolución de mantenerla, no sólo por su propio bien, sino por el del mundo. Cuando te encuentras en este estado, lo extraordinario es que, aunque no hagas gran cosa, tu ser por sí mismo puede beneficiar a los demás, sin siquiera pretenderlo, en tanto que mantengas esta bondad y pureza en tu mente y tu corazón, en tu motivación y en tu existencia. Y si queremos infundir una fuerza especial a nuestros actos, podemos invocar la bendición de todos los budas y maestros. Se dice que una de las cualidades de los budas es que en cuanto los invocamos, están ahí. A lo mejor piensas: “¿Cómo puede alguien como yo merecer que los budas le dediquen un poco de su tiempo?”. El mismísimo Buda dijo: “Quienquiera que piense en mí, me tiene enfrente.” Y Guru Padmasambhava prometió: “Nunca estoy lejos de los que sienten devoción por mí, pero tampoco estoy lejos de los que no la sienten”. Tal es la compasión de los budas.

Buenos o malos en apariencia, todos podemos recibir sus bendiciones. Seamos lo que seamos, sólo es temporal; todas nuestras ilusiones pueden purificarse porque nuestra naturaleza fundamental es buena. Puede que las nubes oscurezcan el cielo, pero basta con ir más allá de ellas para darnos cuenta de que hay un cielo infinito que nunca ha sido tocado por esas nubes. El ejemplo que se usa habitualmente en el dzogchen es el del espejo: nuestra verdadera naturaleza es como un espejo, refleja todo tipo de cosas, pero lo bonito es que lo reflejado jamás podrá ensuciar el espejo. Así que, sea cual sea nuestra apariencia, nuestra verdadera naturaleza es pura e impoluta. Cuando se dice que todos tenemos la naturaleza de Buda, de hecho es cierto. Se dice que ni tan siquiera los budas pueden mejorar la naturaleza de Buda; y que nosotros, los seres humanos, con toda nuestra confusión y negatividad, no podemos empeorarla. Esto significa que es intocable, inmutable, no creada. Es en verdad nuestra auténtica naturaleza, algo que nunca puede ser manchado o menguado. Es una bondad inalterable.

http://www.budismotibetano.net/portal/index.php?option=com_content&task=view&id=273&Itemid=52

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Un altar para la Iluminación
Lama Guendun Rinpoche


A veces podemos asombrarnos al ver montones de ofrendas de luces, flores, incienso, agua, y comida en los templos budistas, o sorprendernos del dinero que se entrega para construir stupas y similares. Nuestra primera reacción puede ser preguntarnos: “¿De qué le sirve todo esto al Buda? ¿Qué hay detrás de todo esto?” 

Hemos de ver que son sólo maneras de contrarrestar nuestra tendencia habitual a desviarlo todo en nuestro propio beneficio. Hasta ahora, nuestra única preocupación ha sido satisfacer nuestro ego, protegerlo, y con este fin hemos tratado siempre de acaparar todo aquello que consideramos agradable, placentero o una fuente de felicidad. Esto es lo que nos ha conducido a este estado de sufrimiento e ignorancia en el que nos encontramos. Y lo mismo es aplicable a todos los seres vivientes. 

Hemos de librarnos de esa tendencia y la manera mejor de hacerlo es desarrollar una tendencia en la dirección opuesta, una que nos haga inclinarnos hacia la generosidad, el altruismo y el compartir, en oposición a la codicia, el apego y la posesividad. Por esto utilizamos al Buda como soporte, para que nos ayude en nuestros actos de generosidad. Por esto levantamos altares, construimos stupas y otros apoyos que actúan como un punto focal para nuestra transformación interna. 

Este acto de generosidad —para transformar nuestras tendencias basadas en el ego y sobre todo, la codicia y posesividad— va acompañada de un acto de confianza. Hacemos la ofrenda porque reconocemos la grandeza, la superioridad de Iluminación. Cada ofrenda es al mismo tiempo un acto de apertura, de entrega, y de generosidad. Nos lleva en una dirección que nos liberará de nuestro apego egoico y con seguridad nos conducirá a la Iluminación. 
De modo que el hacer ofrendas es una práctica muy importante, tanto si se realiza de forma muy simple como de una manera más elaborada. El elemento más importante es la intención o motivación subyacente que acompaña al propio acto. 

La ofrenda no es simplemente una acción; también es un estilo de vida, una actitud de totalidad, al igual que la codicia o el apego al ego. Cuando el apego al ego es el centro de nuestro comportamiento, esta tendencia habitual en nuestra mente inspirará todas nuestras acciones. Cuando somos egoístas y codiciosos, todas nuestras acciones se dirigen hacia nosotros. Para que la generosidad se convierta en nuestro estilo de vida, se ha integrar —en todos los aspectos— en nuestras actividades diarias. Todas nuestras acciones tienen que ser reconsideradas desde el punto de vista de la generosidad, no sólo cuando nos encontramos ante nuestro santuario. 

Cuando la generosidad material se apoya en una ofrenda mental, se vuelve ilimitada. También podemos ofrecer a la Iluminación cualquier cosa que otros posean, de modo que en lugar de ver sólo las cosas desde nuestro punto de vista sintiéndonos celosos de lo que tienen los demás, podemos cultivar la generosidad y ofrecerla a la Iluminación. También podemos ofrecer a la Iluminación las cosas que no pertenecen a nadie en particular: el sol, la luna y la naturaleza. De esta manera, lo que es una fuente de apego se convierte en una ofrenda a la Iluminación. Nos encontramos en un universo de ofrendas en el que podemos evolucionar y transformar completamente nuestra actitud centrada en el ego, en una actitud totalmente dedicada a la Iluminación. 

En nuestro hogar hemos de tener un altar dedicado a la Iluminación, un punto de apoyo y referencia para nuestras ofrendas y deseos. Éste será el lugar especial dónde podemos acudir a desarrollar esta nueva tendencia hacia la generosidad. También será donde expresemos todos nuestros deseos que nos llevarán en la dirección de la Iluminación. Será el apoyo para nuestra acumulación de mérito. El altar puede ser muy simple: quizá una sola fotografía o estatua, con algunas ofrendas tradicionales delante. Hemos de empezar cada día con un acto de generosidad y acompañarlo con deseos como el de refugio o la oración de desarrollo de la bodichita. Esto nos colocará en el estado mental adecuado para progresar a lo largo del camino de la Iluminación.

Los cuencos de ofrendas

¿Cuál es el significado de los siete cuencos tradicionales y sus ofrendas? A través de las experiencias sensoriales de vista, olfato, etc... nos hemos apegado desde tiempos inmemoriales a muchas cosas y hemos acumulado muchas acciones negativas al perseguir esos apegos. Ahora que nos hemos dado cuenta de lo dependientes que somos y de lo poco hábiles que hemos sido por culpa de ello, decidimos actuar contra esto a través de ofrendas por las experiencias sensoriales. 
Para que esta clase de neutralización sea efectiva tenemos que hacer algo física y mentalmente. Por eso ofrecemos incienso, agua, lámparas de aceite, etc. Debemos ser conscientes de que nuestras acciones, desde siempre, motivadas por los apegos sensoriales han acumulado mucho karma negativo que ahora gobierna nuestras actitudes y acciones. Por esto debemos esforzarnos constantemente para invertir esta tendencia y por este motivo tenemos que realizar ofrendas de manera habitual. Si realmente hacemos la ofrenda con nuestra mente unificada por completo con lo que estamos haciendo físicamente, dicha ofrenda tendrá bastante poder para purificar esas tendencias negativas y aumentar las positivas al crear mérito. 

Sabemos que actuando de una cierta manera hemos creado karma negativo, y ahora actuando de manera diferente podemos aumentar el karma positivo hasta alcanzar el punto en el que lo previamente acumulado sea purificado por completo. Todo depende de la mente, de manera que es muy importante cambiar nuestra actitud y manera de pensar, pues todo el karma negativo se crea primero en la mente como consecuencia de las tendencias negativas que subyacen a nuestro comportamiento. Pero puesto que la mente está detrás de todo, cuando realmente decidimos cambiar la dirección de nuestra mente y desarrollarla en un sentido más positivo, podemos tener la seguridad de que todas nuestras expresiones corporales y verbales serán también positivas pues la mente es esencial en la creación de karma. 

No hemos de hacer ofrendas porque los Lama, o las Tres Joyas, o las Deidades de la Meditación tengan hambre o sed; no hay lugar para este tipo de pensamiento dualista. Cuando ofrecemos un torma, no hay ninguna intención calculada detrás: “Si ofrezco esta torma podré pedir a cambio esto o aquello, y mis deseos se cumplirán. Puedo establecer un pacto con las deidades, o con las Tres Joyas para obtener todo lo que quiero”. No funciona así. Todo es creado por la mente, de modo que cuando oramos para ver cumplidos nuestros deseos, para que alcancemos todo lo bueno y que todo lo malo sea eliminado, no estamos pidiendo a nadie que lo haga; es simplemente la mente. La deidad a la cual oramos o hacemos nuestras peticiones forma parte también de nuestra propia mente y no debemos pensar en ella como en algo diferente. 
Es mediante el poder de la mente que hacemos que las cosas sucedan de una determinada manera. Es la mente viéndoselas con la mente. Implica alguna clase de convicción: formulando deseos y orando, se desarrollará una mente positiva y, como resultado, sucederán cosas positivas al verse superada la mente negativa y con ella los resultados negativos.

Devoción y ofrenda

Lo más importante es la actitud que acompaña al gesto de ofrecer; eso es lo que provoca la acumulación de mérito y determina si éste se convierte en infinito e inconcebible, o no. Por lo tanto, cada acto de generosidad debe ir acompañado de una actitud que esté libre de interés en uno mismo y al mismo tiempo que sea infinita, lo cual implica que no estamos limitando esa ofrenda exclusivamente a la acción material. Esto es importante porque si nuestra mente limita la ofrenda, nuestra ofrenda será limitada. 

Ofrecer es algo que sucede en los tres niveles: corporal, verbal y mental. Realizando la ofrenda a estos tres niveles los purificamos todos. Las acciones corporales —sean movimientos físicos reales de generosidad, o los movimientos de una práctica ritual que incluya la generosidad— serán el soporte del desarrollo de nuestra actitud mental de generosidad. Mediante la palabra —en el caso de un ritual por ejemplo— expresamos nuestras intenciones, reconocemos las cualidades de la Iluminación y aspiramos a alcanzarla mediante el ofrecimiento de todas nuestras posesiones, de todo aquello que es objeto de nuestro apego. A través de la mente, desarrollamos confianza, devoción y convicción en las cualidades de la Iluminación. También utilizamos nuestra mente para multiplicar nuestras ofrendas materiales hasta el infinito. 

Nuestra ofrenda es, por consiguiente, completa; algo que sucede simultáneamente en los niveles de cuerpo, palabra y mente, y posibilita que tenga lugar una verdadera purificación en los tres niveles de nuestro ser. 

Una vez, alguien le ofreció una flor a Shakyamuni, con una mente unificada y llena de confianza y devoción, multiplicando mentalmente la ofrenda hasta el infinito. El Buda respondió diciendo que debido a que aquella persona en el momento de la ofrenda había reconocido las cualidades de la Iluminación, aspirando a alcanzarla, y había considerado el acto de ofrecer la flor como el símbolo de la renuncia a todos los apegos, la ofrenda había servido para sembrar la semilla de la Iluminación en su mente. 

Esto nos muestra lo importante que es prestar atención a la actitud correcta de la mente asegurándonos que acompaña todos nuestros actos de generosidad. Cuando hacemos las ofrendas, nuestra mente debe estar llena de confianza y devoción. Hemos de considerar que el Buda está realmente presente ante nosotros mientras realizamos la ofrenda, y es esta devoción la que convierte nuestra acción en una que acumulará mucho mérito. Si nuestra mente está llena de confianza y devoción mientras —confiados y entregándonos— se lo ofrecemos todo —materialmente y en nuestra imaginación— a la Iluminación, en ese mismo instante todo apego e ignorancia desaparecen y la acumulación de mérito es inestimable. Sin esta actitud mental podemos ser exteriormente generosos y realizar grandes ofrendas materiales, pero simplemente seremos como niños jugando a ser tenderos o conduciendo automóviles de juguete por los castillos de arena que hemos construido, creyendo que todo ello es real. 

Hemos de comprender que aunque las ofrendas son a los Iluminados, eso no quiere decir que les vaya a ayudar, sino más bien a nosotros. No debemos pensar que puesto que el Buda no tiene donde vivir, tenemos que construirle un altar en casa de manera que pueda dormir en alguna parte, ni que tengamos que ofrecerle arroz y agua en pequeños cuencos o bizcochos en platitos para calmarle el hambre o la sed. ¡Vaya tontería! 

Hemos de darnos cuenta de que dedicarle un altar y hacerle ofrendas con regularidad nos sirve, por una parte, para hacernos recordar la Iluminación y sus cualidades y desarrollar en nosotros confianza y devoción hacia él; y por otra, nos ayuda a liberarnos de nuestra ávida codicia —la tendencia de tratar de obtener siempre lo mejor para nosotros—. De forma generosa y devota ofrecemos lo mejor y nos libramos de este egocentrismo que intenta acapararlo todo para uno mismo. 

Si la ofrenda se realiza en un marco mental en el que reina la devoción, la confianza y el respeto, al mismo tiempo que la comprensión de que ésta es la manera de librarnos de nuestras arraigadas tendencias de codicia y posesividad, entonces es eficaz. Acumulamos mérito y las tendencias desaparecen. Si no lo hacemos así, levantar un altar y llenar los cuencos cada mañana son nada más que las acciones de un niño jugando a celebrar fiestas.



CORAZÓN DEL MAHAMUDRA
(CANTO COMPLETO POR EL 16. KARMAPA)


Manifestación y sonido
surgen de las sutiles pantalla mentales creadas por los pensamientos.
Como un dibujo en el agua desaparece por sí solo.
Las apariencias falsas se desvanecen automáticamente
cuando se comprende su falta de realidad.

Más allá de la realidad esencial, no hay nada.
Esto es la visión del Mahamudra

Cuando la puerta de la mente por la que se manifiestan las apariencias
permanece sin obstrucción, no falseada por los conceptos,
entonces no hay más realidad sólida -claridad viva-
y dejamos exactamente todo lo que aparece llegar de modo natural.
Las apariencias ilusorias nacen de la creencia en una realidad.

Apoyándose en una continua comprensión de su irrealidad
permanecemos distendidos en la espontánea naturaleza original.
Entonces penetramos sin esfuerzo el espacio donde no hay nada que lograr.
Esto es la puesta en práctica del Mahamudra.
Estos tres puntos son el tesoro de mi corazón.
Puesto que los Yoguis que van al corazón de todas las cosas
son como mi propio corazón,
He pronunciado para ellos estas palabras del corazón
que no sabrían comunicarse a otros


http://www.chenrezy.net/castellano/ensenanzas/16karmapa/mahamudra.html


viernes, 14 de noviembre de 2008

La finalidad del Samsara es el sufrimiento, 
la finalidad del Darma es la felicidad

Tsenzhab Serkong Rimpoché I 
Longueuil, Quebec, Canada, 19 de agosto de 1980 
traducido por: Alexander Berzin

Todos los seres desean la felicidad, nadie quiere ser infeliz. El Darma enseña los métodos para deshacerse del sufrimiento y alcanzar la felicidad. El Darma que practicamos es, literalmente, algo que nos sostiene. Esto puede explicarse de varias maneras: nos aleja del sufrimiento y nos proporciona verdaderas herramientas para la felicidad.

La felicidad puede ser física o mental. También existen dos tipos de sufrimiento: físico y mental. Aunque muchos de nosotros deseamos alcanzar la felicidad, ignoramos los métodos que nos pueden llevar a conseguirla. Los métodos que nosotros utilizamos, nos llevan al sufrimiento.

Algunas personas matan y roban para vivir. Ellos piensan que esto les proporcionará felicidad. No, no es así. Algunos otros tratan de alcanzar la felicidad siendo comerciantes, granjeros, etc. y lo hacen dentro de los límites legales. Mucha gente se enriquece y se hace famosa utilizando estos métodos. Este tipo de felicidad no es algo que pueda durar para siempre; no es la felicidad ulterior. No importa cuánta felicidad o bienes materiales tengamos, nunca estamos completamente satisfechos. Aunque poseyéramos una nación entera, siempre querríamos más.

El trabajo que hacemos para alcanzar la felicidad nunca termina. Siempre estamos intentando llegar por los caminos más rápidos, coches y otras cosas. Pero éste tipo de búsqueda nunca termina. Por eso se dice que la existencia samsárica no tiene final, solamente da vueltas y vueltas. Esto es algo que podemos entender: la búsqueda mundana nunca termina.

Una flor es fresca cuando es nueva, muere cuando envejece. No importa cuánto logres en esta vida, algún día se acabará. Se acaba mientras el tiempo va pasando y pasando hasta llegar al final de nuestras vidas, que es cuando experimentamos el mayor sufrimiento. Por ejemplo, un automóvil. Hemos pasado por lotes donde los coches han sido tirados. Ese es el final, un estado en el todo se ha convertido en basura. Aún cuando el coche está en buenas condiciones, nos preocupamos por él. Nos preocupa que se dañe, nos preocupa el pago de los impuestos y el seguro, etc., etc. Este ejemplo lo podemos aplicar a todos nuestros bienes materiales. Mientras más tenemos, más nos preocupamos por ellos.

El Darma es aquello que nos enseña el método para proporcionarnos felicidad mental. Para alcanzar algún tipo de felicidad mental, no realizamos un trabajo físico: necesitamos trabajar con nuestra mente. Sin embargo, la mente posee un largo flujo de continuidad, aún hacia vidas futuras y desde vidas pasadas. En cada vida poseemos un cuerpo y tratamos de conseguir felicidad para ese cuerpo; pero a la hora de la muerte, la mente continúa. Así que la felicidad que necesitamos desear no es solamente aquella maravillosa y estable; sino una que permanezca durante nuestras vidas futuras y que no corte su continuidad.

Darma no es cualquier tipo de actividad que realicemos, constructiva o no. La realización de acciones positivas en beneficio de nuestra vida futura, eso es el Darma.

La felicidad o la infelicidad se derivan de nuestras acciones. Considerando éstas acciones kármicas, las acciones negativas dan resultados negativos y las acciones positivas dan resultados positivos. Cualquier cosa que podamos realizar bien en esta vida, plantar un campo o algo similar, es consecuencia de acciones positivas que realizamos en vidas anteriores. Si estamos muy enfermos, o somos infelices, o tenemos una corta vida, todo esto es resultado de acciones negativas que realizamos en el pasado.

Por ejemplo, existen dos comerciantes: uno es exitoso y el otro no. Esto es resultado del karma anterior. Puedes ver a dos hombres de negocios; uno trabaja muchísimo y no es exitoso, mientras que el otro no tiene que trabajar tanto y sin embargo es exitoso. Otro ejemplo: si matas seres vivos, tendrás una vida corta y te enfermarás. Pueden preguntarle a su Geshe-la acerca de todo esto.

Si te abstienes de realizar actos negativos, no renacerás en un reino inferior, sino como humano o en un reino superior. Pero, aún si renaces como humano o como un dios, esto no te da la completa felicidad, todo es parte de la naturaleza del sufrimiento. ¿Por qué es así? Si logras una posición alta, caes a una baja; si estás en una posición inferior, subes a una más alta. Esto trae un gran sufrimiento. Por ejemplo, si tienes hambre, comes; pero si comes mucho, te enfermas. Si tienes frío, prendes la calefacción y te acaloras demasiado; entonces tienes que refrescarte. Existen todo tipo de sufrimientos como éstos.

El Samsara, (la existencia incontrolablemente recurrente), consiste en estos tipos de sufrimiento. Es el resultado del karma y de diferentes emociones y actitudes perturbadas. Debemos desarrollar la sabiduría (conciencia discriminativa) del vacío o de la no identidad inherente.

Los dieciséis arhats y muchos otros aryas, son ejemplos de aquellos que han logrado poner fin a su samsara. Aunque podemos poner fin a nuestra propia existencia samsárica, no basta con esto, porque nadie ha sido más amable con nosotros que todos los seres limitados (seres sintientes). Los productos lácteos provienen de la amabilidad de los animales. Si disfrutamos la carne, ésta viene de animales que han sido sacrificados estando sanos. En el invierno, usamos abrigos de piel y de lana proveniente de otros animales. Ellos son muy amables al proporcionarnos todo esto. Necesitamos retribuir esa amabilidad de los seres vivientes procurando lograr el estado de la budeidad nosotros mismos, entonces podremos facilitar el logro de las metas de todos los seres limitados.

Los sravakas y los arhats no pueden satisfacer todos los propósitos de los seres limitados. El único que puede hacer esto es un buda, así que esto es lo que debemos hacer para verdaderamente poder ayudarlos. Necesitamos convertirnos en budas nosotros mismos.

¿Cómo? Siguiendo las enseñanzas del Darma. En India, existían los mahasiddhas de grandes logros; contamos con la historia de las vidas de ochenta de ellos, pero en realidad existen un sinnúmero de aquellos que alcanzaron la iluminación durante su propia vida. En el Tibet tenemos el ejemplo de Milarepa y de otros grandes maestros de las escuelas kagyu, nyingma, sakya y gelug

Una vez alcanzado el estado de un buda, nuestros esfuerzos en el Darma terminan. El trabajo en el Darma es muy difícil en un principio, pero se va facilitando cada vez más; y en la medida en que progresamos, vamos siendo cada vez más y más felices. Terminamos nuestro trabajo con el Darma en un estado de completa felicidad. El trabajo mundano sólo nos trae más sufrimiento.

Por ejemplo, cuando las personas mueren, su vida llegando a su culminación o al final causa sólo tristeza y gran sufrimiento, no sólo para ellos, sino también para aquellos que dejan, por ejemplo, en sus funerales. Necesitamos pensar en esto y realizar algún tipo de trabajo con el Darma. Alcanzar la culminación o final del Darma habiendo obtenido la iluminación, solamente nos puede brindar felicidad, no únicamente a nosotros, sino también a los demás.

Necesitamos abstenernos de cometer las diez acciones negativas. Si realizamos acciones positivas, experimentamos felicidad, y si realizamos acciones negativas, experimentamos infelicidad. Necesitamos examinar los resultados de nuestras acciones, así como examinar a nuestra propia mente como la causa de nuestras acciones. Cuando examinamos lo que hacemos, nos damos cuenta de que poseemos las tres actitudes y emociones venenosas: el apego, la aversión y la ignorancia.

Como resultado del apego, la aversión y la ignorancia tenemos 84000 clases de emociones y actitudes perturbadas. Estos 84000 engaños son nuestros principales enemigos, así que, a éstos los buscamos mirando hacia dentro, no alrededor de nosotros. De éstos 84000, lo principales son las tres actitudes venenosas y la peor, es la ignorancia que habita ahí en nuestro propio flujo mental.

En resumen, necesitamos mirar dentro de nosotros y tratar de terminar con estos enemigos internos. Es por eso que los seguidores del buda darma son llamados “introspectivos” (nang-pa), porque siempre están mirando hacia dentro. Si ponemos fin a las emociones y actitudes perturbadas en nuestro flujo mental, entonces le ponemos fin a todo nuestro sufrimiento. Una persona que trabaja para lograr esto es conocida como seguidora del Darma.

Una persona que trabaja con el Darma para eliminar las emociones y actitudes perturbadas dentro de sí misma, realiza una actividad del Darma conocida como el vehículo hinayana. Si trabajamos en eliminar nuestros engaños no sólo para deshacernos de nuestro sufrimiento, sino que vemos a los demás como más importantes y trabajamos en eliminar nuestros engaños para ayudarlos a eliminar también sus emociones y actitudes perturbadas, entonces seremos practicantes mahayana. Sobre la base de este cuerpo físico, necesitamos tratar de convertirnos en mahayanistas, y el resultado será poder alcanzar el estado iluminado de un buda.

El punto principal es siempre tratar de beneficiar a todos y nunca causar daño de ningún tipo a nadie. Si recitamos “Om mani padme hum”, necesitamos pensar: “Que la fuerza positiva de realizar esto, beneficie a todos los seres limitados”.

Es difícil obtener los cuerpos que poseemos como base para nuestro trabajo, nacer como humano, no es algo fácil de lograr. Por ejemplo, observen el globo terráqueo; la mayor parte la ocupan los océanos, y piensen, cuántos peces hay en éstos océanos. La forma de vida más numerosa es la de animales e insectos. Si nosotros pensamos en todo el planeta y en el número de insectos y animales que hay, nos daremos cuenta de cuán raro, poco común es nacer como humanos.

En el Darma, las realizaciones y los destellos de entendimiento profundo se van dando lentamente, no ocurren en tan sólo unos días, semanas o meses. Incluso sólo unos cuantos seres humanos piensan en el darma, ya no digamos que lo realizan. Necesitamos realizar un trabajo constante durante largo tiempo. Ustedes cuentan aquí con un Geshe bien calificado que puede contestar todas sus preguntas. Con el tiempo, el buda darma continuará creciendo y se expandirá. Es algo que está vivo y sigue creciendo. Cuando el Buda enseñó por primera vez, solamente tenía cinco discípulos. A través de éstos se extendieron sus enseñanzas y hoy día sigue presente de forma muy importante.

Hoy día contamos con alguien igual a Shakyamuni, Su Santidad el Dalai Lama, quien estará aquí en octubre. Cualquier enseñanza que Su Santidad les transmita, tómenla con el corazón y practíquenla con sinceridad. La esencia de las enseñanzas es nunca dañar a criatura alguna y no tener pensamientos dañinos, tratando sólo de beneficiarlos. Este es el punto principal. Si ustedes actúan así, recibirán grandes beneficios en el futuro.

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